Inicio ViajesDestinos Turisticos Xcaret México Espectacular: entre los mitos y el entretenimiento.

Xcaret México Espectacular: entre los mitos y el entretenimiento.

por Carlos Dragonné

Se apagan las luces. Las pantallas en la parte superior del escenario se encienden y comienza un video que me suena a los viejos spots del CPTM que Willy Souza filmó a finales de la década de los 90. Esos usos de cable cam, slow motion, tomas de un esteticismo hiper ensayado, el juego con la música que está pensada para enchinar la piel mientras la belleza de México florece en los lugares comunes del imaginario visual. Y entonces arranca Xcaret México Espectacular con la frase que cierra el primer video. Ahí la firma de quien la escribe: Willy Souza. Y la pregunta que me hago es evidente: ¿siguen haciendo el mismo espectáculo de hace más de un cuarto de siglo? Estoy por verlo.

Xcaret Mexico Espectacular

¿Es Xcaret México Espectacular anticuado por diseño?

Vine a Xcaret para asistir a un festival culinario. Apapaxoa Festival Gastrocultural 2024 para ser exactos. Pero, como sólo es natural, no puedes estar en Xcaret sin que avienten la casa por la ventana y te hagan parte del espectáculo icónico que los definió desde su primera concepción. ¿Qué otra manera si no de arrancar que con una cena servida en pleno show por los Chefs de casa, ese Colectivo Gastronómico que presumen y que sería la envidia de cualquier resort en Las Vegas, Punta Cana, Panamá o Miami?

La cena no tuvo nada de espectacular. Incluso me atrevería a decir que hubo cosas fallidas, como siempre en cenas especiales de eventos. Mi atención está centrada en el espectáculo. Lo recuerdo con un cariño especial y, al mismo tiempo, contrastante. Finales de los 90, un viaje familiar en el que yo quería estar más en el Palacio de los Deportes que manejando por México para llegar a la Riviera Maya —eran las fechas de la mítica gira de reunión de KISS con los miembros de regreso para el Psycho Circus Tour en 1997—, pero que se centró en conocer sitios arqueológicos y, al final, Xel-Há y Xcaret.

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Lo que recuerdo VS lo que estoy viendo en Xcaret México Espectacular.

El show era más pequeño, el escenario quizá más pequeño. Yo lo recordaba distinto, porque según yo arrancaba en el río —cosa que me corrigieron los que saben—, pero en esencia sigue siendo un poco el mismo espectáculo. Uno en donde se intenta explorar el orgullo y el cariño que se tiene por México, con un recorrido que va desde nuestras culturas ancestrales hasta la atemporal existencia de nuestras culturas y tradiciones que buscan mantenerse vivas en medio de la vorágine de la distracción, la hiperconectividad y lo que terminó siendo el gran ruido de las cosas, en lugar del internet de las cosas.

Xcaret México Espectacular es, en una frase, simplista y, por mucho, reduccionista, un camino a través del sincretismo de las culturas en el que parece que seguimos atorados y, algunos dirían, obsesionados. Es, por mucho, la historia sobre los mitos y leyendas que nos han obligado a creer a través de años de una educación sesgada ya sea porque no queremos la verdadera o porque, como todo en el México antes de ser México, la profundidad de las historias es mucho mayor que la que estamos dispuestos a entender en la simplicidad de los cursos de historia de la secundaria, cada día más recortados por razones que escapan de mi entendimiento.

Pero… estás en un parque de diversiones.

Ahora que también es importante entender que Xcaret está dentro de un parque de diversiones. Es un juego de buscar entretener y entender a través de la emoción y no la razón las historias que nos contamos de nuestra propia historia. Al final, es un espectáculo, no un paseo interactivo por un museo o un documental teatral. Es un show que basa su narrativa en lo que creemos conocer pero que tiene, de manera clara, el objetivo de entretener.

Simplista, reduccionista o, incluso, omiso en muchas cosas, podrán acusar algunos. Pero mientras la compañía teatral de Xcaret entra y sale en vestuarios y parafernalia que recorre desde el juego de pelota y la conquista hasta la extrañísima visión que persiste de la revolución mexicana como un folclórico disfrute de Zapatas y Adelitas, algo se revela claro y único. El público no se mueve. Han pasado casi 60 minutos y todos están ahí, impávidos, boquiabiertos, sorprendidos y sonrientes. Son de nuevo esos niños descubriendo o redescubriendo a sus héroes, históricos, ficticios o reducidos al ícono de la monografía. El público está poniendo atención permanente e ininterrumpida. No veo una sola pantalla de celular encendida más que las ocasionales que encienden los rostros de quienes las usan para sacar la fotografía del recuerdo, el video al que nunca volvemos. Pero el público está ahí.

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La conexión de la historia en el entretenimiento de Xcaret México Espectacular

Xcaret México Espectacular no es un recorrido histórico rigorista. Es la versión circense de nuestro “basado en historia real”. Al final no pagamos para que nos pongan en el escenario la complejidad de los choques culturales y las heridas aún abiertas que se generaron. No se trata de hablar del imperialismo histórico y devastador o el abandono más grave en el que insistimos en mantener a nuestros pueblos originarios. Pero sí sirve o, al menos, puede servir como mecha prendida que motive a esas familias que veo con niños y adolescentes a buscar los libros de historia, a tentar la curiosidad de expandir lo que vieron, a recorrer los lugares de origen de lo que aplaudieron. Y es ahí donde los aplausos en los que revienta el teatro al final se expanden no sólo a la compañía teatral y la enorme lista de talentos que lo conforman, sino a los conceptualizadores y a la marca que mantiene vivo algo que puede destacar la cualidad más importante —según quien escribe– de una sociedad: la curiosidad.

Ahí es donde los debates entre puristas y los constantemente enojados se abre. Es innegable que en el espectáculo podemos ver lo que muchas veces hemos discutido y reprobado en el escenario intelectual, ese de mesas de café y berrinches internacionales. Ahí están los personajes de sombreros de palma, morrales de mecate, flautas de madera. Entre carritos de madera y vestidos aparece la revolución mexicana en bailables que ignoran los más de 2.5 millones de muertos estimados. Es el abrazo a los mitos con los que crecimos, al ritmo y dirección de una música arriera y de festejo, con ecos a los ritmos tradicionales y regionales que evocan diferentes emociones dependiendo de quién seas y qué escuches.

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Lo que nos contamos. Y lo que nos negamos a contar.

Ahí está la historia de nuestro pueblo “aguantador” y “luchón”, que “sobrevive”. Una historia facilista que sigue vigente gracias a la satisfacción de quienes la acomodan al gusto del lector o, incluso, a placer del escenario. Pero, de nuevo, este no es un seminario de historia de México, sino un espectáculo que quiere hacer homenaje a lo que somos como nación a través de la historia que nos han contado y los personajes e íconos que nos han dicho que nos representan.

Lo más importante no es entrar en una discusión sobre la viabilidad histórica del espectáculo. Es entender que, a veces, es válido tener esos 120 minutos de vítores, felicidad y diversión. Al final del día, Xcaret es un parque. Pero es, también, un un espacio fundamental para quien quiera no solo descanso, sino una pequeña pizca de curiosidad por eso que nos construye. Como viajeros, ya sera cosa de cada quien lo que pasa después. Cuando las luces se encienden, ya es decisión individual abrir un libro y recorrer los verdaderos parajes de lo que nos construyó como país, por dolorosos que sean, complicadas montañas rusas emocionales que envuelven lo que fuimos y, a veces, algunos creen que se puede volver a ser. Al final, como dice Guy Debord en La Sociedad del Espectáculo: “Como niños perdidos, vivimos nuestras aventuras inconclusas”.

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