Por: Carlos Dragonné (@carlosdragonne)
¿Cuántas cosas tienen en su agenda que suceden solamente una vez al año? ¿Cuántas de ellas, además, tienen el agregado de que van evolucionando y cambiando de tal forma que, a pesar de respetar su esencia, nunca son iguales, volviéndolas experiencias únicas? Uno abre la agenda y encierra en un círculo la fecha de su cumpleaños, esperando lograr romper los paradigmas de la celebración creados el año anterior y, para ello, escribimos planes, creamos conceptos, hacemos fiestas temáticas o, en ocasiones, hasta nos regalamos el placer de la soledad para celebrarnos de la manera que más se nos antoje. Bueno, pues algo así sucede en mi calendario cada mes de mayo desde hace algunos años y, como si alguien más me preparara una fiesta sorpresa que sé que sucederá, vivo en la expectativa de lo que será una celebración absoluta a los sentidos y el ejemplo perfecto de que estamos hechos para vivir la búsqueda del placer como el filósofo Epicuro de Samos. Esa fiesta se llama Vegas Uncork’d y la celebración perfecta lleva el nombre de Grand Tasting.
La única cosa que tengo segura cada año en esta fiesta es el lugar donde se lleva a cabo: el Garden of the Gods del Caesar’s Palace en la ciudad de Las Vegas. Quienes hayan estado ahí sabrán que el espacio es impresionante en su dimensión y que se presenta como uno de los mejores lugares para celebrar cualquier cosa que tengan en mente. Como cada año, el Grand Tasting es un homenaje a los sabores de una ciudad que hoy podemos estar seguros que se encuentra entre las mejores del mundo para consentir al paladar y en dicho evento, insignia de los cuatro días de placeres culinarios organizados por la revista Bon Appétit, todos los grandes chefs de la ciudad se reúnen para convidar a los asistentes las mejores creaciones de sus cocinas, muchas de ellas exclusivas para la fiesta de los sentidos en que está convertida esta noche especial. Recorrer el enorme espacio y conocer a los artistas culinarios detrás de estos platillos es, apenas, el primer gran plato de un evento de estas magnitudes. Este año ahí estaban para platicar con nosotros y ofrecernos sus platillos cocineros de talla mundial como Giada de Laurentiis, Joël Robuchon, Masa Takayama, Hubert Keller, Jean Georges Vongerichten, Rob Moore, Bobby Flay, Buddy Valastro, Masaharu Morimoto, Guy Savoy, Francois Payard, Nobu Matsuhisa, Mary Sue Milliken, Mario Batali, Michael Mina, Thomas Keller, Sirio Maccioni, Shawn McClain, Alain Ducasse, Julian Serrano, Frankie Pellegrino Jr., Daniel Boloud, Wolfgang Puck y muchos otros que hicieron de esta noche, además de un verdadero goce para los asistentes, una noche de ayuda y solidaridad entre cocineros para apoyar a uno de los grandes chefs de Las Vegas, Kerry Simon y al crítico gastronómico Max Jacobson. Esto se realizó a través de una subasta de dos filipinas firmadas por todos los chefs protagonistas del evento cuya recaudación será para apoyar al Centro Kerry Simon de Atrofia Sistémica Múltiple en Cleveland y para seguir apoyando la rehabilitación y tratamiento médico de Jacobson quien en diciembre pasado sufrió un terrible accidente automovilístico.
Y aquí fue donde las primeras emociones empezaron a permear mientas recorrí el evento. Kerry Simon fue uno de los primeros chefs que creyeron en Las Vegas como un destino gastronómico de primer nivel y hoy la vida le ha puesto una dura prueba pues sufre de Atrofia Sistémica Múltiple, una enfermedad que parece una especie de mezcla entre Parkinson y Esclerosis Múltiple y que ha afectado de manera impactante a Simon, hoy confinado a una silla de ruedas y en un proceso de deterioro que aprieta el corazón de ver a tan extraordinario talento con una enfermedad devastadora. Simon fue, además, de los primeros chefs que seguí con ahínco y devoción ya sea por su extraordinario acercamiento a la cocina norteamericana así como su personalidad extrovertida y enérgica que le valió el mote de “Rock N’ Roll Chef” por la revista Rolling Stone hace algunos años. Verlo en ese estado fue un impacto brutal pero me llenó de orgullo saber que aún está al frente de sus restaurantes, llevándose al límite y aprovechando cada momento que aún tiene para seguir al pendiente no sólo de que sus cocinas funcionen como se merece el comensal, sino para dejar una huella en la nueva generación de cocineros que pasa por sus fogones.
Por otro lado, el esfuerzo constante que los chefs de Las Vegas están realizando para apoyar la recuperación de Max Jacobson es un ejemplo que deberíamos seguir en cualquier parte del mundo, pues además de un reconocimiento a la trayectoria de este importante crítico culinario es una muestra de madurez y sencillez de los protagonistas de una industria que sabe que en la voz de los críticos está también parte fundamental de la trascendencia de los platillos que crean y no un enemigo como, tristemente, lo entienden en muchas otras partes del mundo. Ahí estaban todos unidos, con dos causas en común para dejar en claro que la comida vive más allá del plato y que la grandeza de los chefs se mide en capacidad de compartir, además de las delicias que crean en sus cocinas, en la continuación de una obra que respira más allá de las mesas y las copas.
¿Qué puedo contarles de esta fiesta que preparó la revista Bon Appétit para mí, como lo hace cada año? Y sí… creo que es una fiesta para mí, pues más allá de las listas de los mejores restaurantes o de las insignias con forma de estrella que se entregan cada año, los héroes de la noche saben que ésta es la noche para homenajear al comensal en toda su grandeza y ofrecer lo mejor de cada uno para regalar sensaciones y placeres que quedan impresos en la memoria gustativa para siempre. Ahí estaba Giada de Laurentiis, con la belleza que le caracteriza, envuelta en la sonrisa de una cocinera estrella que nos ofrecía un Crostini con Pesto de Chícharos y Prosciutto, además de un Tiramisú con Gelatina, Mantequilla de Cacahuate y Frutos Rojos. Sonrisas y fotografías en minutos y una mini plática con ella sobre sus próximos planes de venir a México a disfrutar nuestra gastronomía única eran la bienvenida que teníamos a este exclusivo evento en donde más de 60 lugares nos esperaban para llenar el estómago y satisfacer el corazón.
En Shibuya nos envolvieron el paladar con un Tartar de Wagyu con Wasabe de Ajonjoli y Taro Crujiente, una sorpresa explosiva que nos hizo detenernos en la vorágine de querer probar todo para dejar que los sabores se fueran apoderando de nosotros conforme pasaron los segundos. Ya entrados en lo que sabíamos sería un viaje imposible de repetir, nos fuimos a donde Guy Savoy ofrecía una Sopa de Alcachofa y Trufa Negra que acompañó con un Brioche de Hongos con Mantequilla de Trufa, en una de los tres momentos en que este ingrediente tan especial tendría su protagonismo en el transcurso de la noche.
Le llaman el Jardín de los Dioses por una razón y queda muy claro que Bon Appétit no podía escoger una mejor ubicación que definiera lo que es caminar entre tanto manjar, así que nos dimos a la tarea de adentrarnos en la religión de los sabores cuando nos acercamos a Lavo, quienes dentro de una magnífica rueda de Parmiggiano Reggiano presentaron una receta que podría parecer simple, pero que redefine la majestuosidad de la simpleza: Cavatelli en Salsa Bolognesa. Sí… así de sencillo como lo leen, pero que da cátedra de lo que una buena representación de cocina italiana debe ser. De la misma forma, Sirio Maccioni representando al restaurante Sirio del Aria Resort Spa & Casino, engrandeció la cocina italiana al presentar una espectacular Lasagna de Cordero, al igual que un dueto de Burratas que pasaron como seda mientras bebíamos un Barolo de entre tantos grandísimos vinos que había para degustar.
Me faltaría espacio en este artículo para mencionar todas las delicias encontradas en el Grand Tasting. Sin embargo, no puedo dejar de acusar a Michael Mina y al chef Reggie Nebab, chef Ejecutivo de Kerry’s Gourmet Burgers de haberme cambiado la perspectiva sensorial en cuanto a dos grandes clásicos reinventados y que nunca volverán a saber igual. El primero, además de haber redefinido la exquisitez en una malteada que nos ofreció ese día a media tarde, en el Grand Tasting se dio el lujo de presentar un Short Rib acompañado por un Macaron espectacular con Foie Gras y Trufa Negra. El segundo, con su interpretación de la clásica Iron Chef Slider, creación del propio Kerry Simon, pero ahora servida no con el clásico pan brioche, sino con un cronut, este pequeño manjar creado por Dominique Ansel ahora utilizado en la que, quizá, sea la mejor hamburguesa que he probado en mi vida. Y miren que si en algo tengo experiencia es en hamburguesas.
El Grand Tasting es complicado de definir en una o dos palabras. Sería injusto condensar tanta sorpresa y explosión gustativa en apenas unas letras. Este evento, como una celebración debe ser, fue también el reencuentro con amigos a los que vemos pocas veces pero que nos reconocemos el cariño en cada abrazo. Ahí estaba Rob Moore, chef ejecutivo de Jean Georges Steakhouse, presumiendo su flamante argolla de matrimonio, evento que tuvo lugar apenas unas semanas después de la última vez que nos vimos y que nos presumió con fotos y anécdotas de aquella noche a la que no pudimos asistir. El mismo Jean Georges Vongerichten quien, tras la parrilla que presumía un titánico corte de carne que compartía con todos, nos descubrió entre la multitud para fundirnos en un abrazo mientras me decía “Tenemos que dejar de vernos así, entre tanta comida y tanta fiesta” para, después, hacernos prometer que tomaríamos una copa de vino tranquilamente a la noche siguiente para, simplemente, platicar sobre la vida y los sabores que se descubren en las viejas amistades. Y es que el Grand Tasting no sólo es una celebración de la cocina y de la grandeza de los multipremiados chefs que elevan a Las Vegas a la cúspide culinaria. Es, como les dije, una fiesta única y creada para mí. Al menos eso me gusta creer año con año, mientras encierro en un círculo rojo las fechas marcadas por el placer que aún queda por descubrir en la siguiente edición. Una sola noche al año… una noche en la que la celebración se redefine entre dioses culinarios ahí, en el Jardín que han creado para ellos.
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