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Turismo LGBTQI+ en Estados Unidos. ¿Quieren hablar del tema? Va.

por Carlos Dragonné

Hace unos días recibí una invitación para entrar al “Foro Virtual de Turismo LGBTQI+ a los Estados Unidos 2022”. Me llegó por medio de la Embajada y su representante comercial en México. Llegué tarde, lo admito, pero básicamente lo que vi en el primer día me dejó claro que no llegaría al segundo día, porque llegué a ver una presentación de Google como de niño en escuela secundaria leyendo los rotafolios —sí, busquen la palabra y averigüen mi edad— para hacer su exposición. Aún así, la página que está disponible para todos, tiene buena información, buenas visiones de cómo impulsar el mercado inclusivo y los errores que se pueden cometer en las adaptaciones de una cultura que reconozca y visualice a los miembros de la comunidad. Y entonces, el día siguiente pasó.

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Roe V Wade cancelado y lo que significa para el Turismo LGBTQI+

Mucho tiempo ya hemos pasado ignorando temas que algunos llaman “controversiales”. Y lo hacemos en virtud de cubrir las notas de nuestra fuente, o bajo el argumento de que hay medios especializados. Pero las decisiones políticas nos afectan a todos y sus alcances llegan a todas las industrias. Entonces creo bastante justo retomar el tema del turismo responsable y nuestra huella como viajeros para intentar entender lo que está pasando.

Estados Unidos no es, como insisten en sus fantasías nacionalistas, el mejor país del mundo. Sí, claro. Tiene ciudades espectaculares y espacios que todos deberían visitar. Y aunque siempre hay, ante las adversidades, quienes pregonan el discurso de que “somos más los buenos” —el que firma incluido—, el problema es cuando los que son menos tienen más poder. La Suprema Corte de Justicia (y corta de visión democrática) de Estados Unidos tuvo las 72 horas más terroríficas en cuanto a derechos humanos, prevención de crimen y respeto a la igualdad. Todo en tres simples días.

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Primero, en medio del debate sobre el acceso a armas de fuego, dictaminaron inconstitucional una ley de más de 100 años que prohibe la portación de armas en todo el estado de Nueva York. ¿Qué quiere decir esto? Que ahora cualquier hijo de vecino en Times Square, una de las atracciones turísticas más importantes en una de las ciudades más visitadas del mundo, puede traer armas. Y, como hemos aprendido en los últimos años de maneras muy dolorosas, hay muchos psicópatas alimentados por el discurso de odio que pregonan Tucker Carlson, Sean Hannity, Laura Ingraham, Donald Trump y compañía que creen que la existencia de gente que no se alinea a su definición de “valores”, es una amenaza que debe ser enfrentada… a balazos preferentemente. Para prueba: El Paso y la matanza de latinos por ser latinos, Buffalo y la matanza de personas de color por ser personas de color o la matanza de Orlando de personas LGBTQI+ por ser personas LGBTQI+. Vaya… la mera existencia de gente les parece a estos enfermos mentales suficiente para justificar abrir fuego.

Después se logró lo que por años llevaban trabajando desde las posiciones conservadoras del poder: se echó abajo Roe v. Wade y, con ello, se abre la puerta a que los estados puedan imponer dracónicas leyes contra el derecho de una mujer a decidir sobre su cuerpo. Texas, te estoy viendo a ti. Pero también están Connecticut,  Georgia, Idaho, Kansas, Kentucky, Louisiana, Missouri (en donde no hay excepción alguna, ni por violación o incesto), Ohio, Oklahoma, South Dakota, Tennessee y Wisconsin que ya consideran ilegal el aborto y algunos imponen penas de hasta 10 años de prisión a doctores que lo realicen. Incluso, en Texas hay grupos trabajando para que legisladores estatales consideren la interrupción del embarazo “Homicidio en Primer Grado” y, con ello, buscar cadenas perpetuas. Sí… el mismo estado que dice que la muerte de 19 niños en Uvalde es un sacrificio necesario por el derecho a tener armas en casa.

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Pero, ¿no era esto un artículo sobre turismo LGBTQI+ en Estados Unidos?

El caso es que tras la resolución que tira Roe v. Wade, el Juez Clarence Thomas amenazó los derechos de toda la comunidad LGBTQI+. Clarence Thomas, cabe destacar, fue nominado a una vida de impunidad la Suprema Corte por George Bush y aunque la acusación de Anita Hill no detuvo el proceso —te estoy viendo también a ti, Kavanaugh—, sirvió para catapultar el debate del abuso sexual al centro de las discusiones. Hoy, cada vez que piensen en #MeToo, tienen que pensar en Anita Hill y sus palabras que han resonado desde hace 32 años. Haríamos bien todos en no olvidar la historia, porque al hacerlo se construyen las derrotas del futuro. Nunca más claro como hoy.

Hoy, todos tenemos que lidiar con Clarence Thomas. Y con otros conservadores que llenaron la Corte en los últimos años. Pero menciono a Thomas porque justo cuando se dio la discusión de Roe v. Wade en la que personas gestantes perdieron el derecho a decidir, Clarence Thomas escribió que “el mismo razonamiento que se acababa de usar, podía y debía usarse para anular” Griswold v. Connecticut, decisión que en 1965 declaró que las parejas casadas tenían derecho a la anticoncepción; Lawrence v. Texas, el caso de 2003 que invalidó las leyes de sodomía y legalizó la actividad sexual entre personas del mismo sexo en todo el país; y Obergefell v. Hodges el caso de 2015 que estableció el derecho de las parejas del mismo sexo a casarse.

Lean con atención el párrafo anterior. Estados Unidos no tiene ni 20 años de haber declarado legal el sexo homosexual. Y la celebración del derecho de parejas del mismo sexo a casarse no tiene ni diez años. Para que lo piensen, fue uno de los últimos discursos triunfalistas de Obama. Dinamarca lo estableció en 1989. Holanda en 2001. No es que como humanidad avancemos rápido, pero Estados Unidos parece una caricatura de auto sin motor, llantas o volante cuesta arriba. Y las piedras que impiden que se vaya hacia atrás están siendo removidas.

Así está la protección en Estados Unidos a los estudiantes. Y quieren que hablemos de Turismo LGBTQI+.

El martes 28 de junio en el Foro Virtual lo que tuvimos entonces fue una serie de recomendaciones extremadamente valiosas sobre el manejo de las decisiones y la inclusión. En el camino de buscar, como miembros de la industria turística, ampliar no solo la visibilidad de la comunidad LGBTQI+ en nuestros proyectos, ofertas, comunicaciones y espacios integrales, se van a cometer errores y tropiezos. Al final, la adaptación no sólo pasa por el entender las necesidades, patrones de consumo o, incluso, algo tan simple y, a la vez tan complejo, como el lenguaje. Pero una cosa es tropezarse con el tema y otra es atropellar a todos con la perversa ignorancia del tema.

Desde la llegada de Thomas a la Suprema Corte en 1991, Estados Unidos ha enfrentado una serie de crímenes de odio contra personas LGBTQI+ de los que una búsqueda sencilla en Wikipedia recopila tan sólo como los más “emblemáticos”, 179 casos. Pero entre 2010 y 2020, el FBI reportó un total de 12,765 crímenes de odio contra personas LGBTQI+. Pero la protección tarda en llegar. Imaginen que en 1998 Matthew Shepard fue asesinado en Laramie, Wyoming por el simple hecho de ser gay. No fue hasta 2009 que la ley Matthew Shepard y James Byrd Jr. fuera firmada por el presidente Barack Obama, ampliando la definición de crímenes de odio para proteger a la comunidad LGBTQI+. Desde su publicación en 2009, tristemente, los casos de odio contra miembros de la comunidad siguen su curso y hasta 2020 menos de 30 casos habían sido juzgados utilizando esa ley como configuración de delito. Así que, tampoco es como si la ley estuviera siendo cumplida.

¿Por qué? Tan sólo vean el siguiente mapa en el que queda claro que la mitad del país no tiene siquiera manera de recolectar información para catalogar los crímenes contra la comunidad LGBTQI+ como crímenes motivados por odio. 

Vuelvo en la historia a Orlando y la matanza del Club Pulse y me lleno de rabia. Pero la realidad me trae de regreso a un presente más doloroso. Durante su convención realizada hace un par de semanas en Texas, el capítulo texano del Partido Republicano —y el más importante a nivel nacional—, publicó en su plataforma ideológica rumbo a las elecciones intermedias que la homosexualidad era un estilo de vida anormal y que se debía actuar conforme a dicha postura. Una semana después, Clarence Thomas, quizá el juez que más representa la corrupción del sistema judicial de Estados Unidos se lanzó sin tregua a dejar en claro que su siguiente objetivo es echar para atrás Lawrence v. Texas, y Obergefell v. Hodges, buscando con eso quitarle la protección constitucional a las parejas del mismo sexo y al derecho a la intimidad.

Si tan solo alguien pudiera recordarle a Thomas que si no fuera por Loving v. Virginia citando la 14ava. Enmienda fue que él pudo casarse con Ginni Thomas 20 años después de aprobado el matrimonio interracial… pero aquello de la memoria selectiva es complicado.

Hablemos entonces de Turismo LGBTQI+ en Estados Unidos. Hablemos y hablemos mucho.

Pero antes de presumir las ciudades en donde quieren promover viajes para ese mercado, ¿qué tal si primero garantizamos protección a quienes están invitando? Porque, sin duda, antes de promover, toca proteger. Y es ahí donde parece que están a punto de fallar de manera estrepitosa.  No vaya a ser que, como sucedió con el aborto y la entrada en vigor de leyes prohibitivas inmediatas a la publicación del proyecto que terminó con Roe v. Wade, algunos de los que se convenzan de aplicar una vacación en sus destinos de inclusión descubran a medio acto de fino esparcimiento sexual que, en lugar de beso, abrazo y apapacho —arrumaco diría un querido amigo cocinero—, les toca arresto, acusación y cárcel porque andaban más ocupados en ser felices que en ver si tenían permiso para serlo. 

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Si quieren conocer más sobre el tema y recursos de estadísticas LGBTQI+ pueden ir al sitio del Movement Advancement Project o al sitio Human Rights Campaign.


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