Por Elsie Méndez @sabormexico
El reality show Top Chef México dio inicio hace ya varias semanas por Canal Sony, demostrando que en México, cuando se quiere, se pueden realizar programas de gran calidad que, incluso, pueden superar a muchos similares (o hasta iguales, ¿por qué no?) que se transmiten a nivel mundial, porque México sí tiene gente profesional con la capacidad de crear un contenido que nos deje más que satisfechos de sentarnos frente a la pantalla y con ganas de que el programa no termine nunca.
A diferencia de muchos que se lanzaron a escribir sin haber visto un sólo capítulo, yo decidí esperar, no porque no creyera en la capacidad de los productores y el director de la serie para realizar un programa que estuviera a la altura de las versiones de otros países, fue simplemente el hecho de querer ver con mis propios ojos el resultado de horas y horas de esfuerzo, trabajo y dedicación que sabia de buena fuente, todos, equipo de producción y concursantes, habían tenido que hacer durante la filmación del mismo. Porque esta nota no sería como muchas otras, que solo podían basarse en lo que se compartió en boletines o presentaciones de prensa, yo quería espera a ver el resultado viendo la serie y teniendo mi propia opinión al respecto.
No sé si ustedes, como yo, son seguidores de este programa en sus versiones extranjeras, si de verdad son aficionados de hueso colorado de programas de cocina, si no lo son, se vale, pero yo sí y, hasta el momento, lo que se había presentado en México era de lo más decepcionante y patético, copias baratas, mal hechas y sin calidad que mostraran que en nuestro país, además de gente con talento, hay recursos para hacer televisión que se exporte y que provoque que televisoras y productoras de otras latitudes nos volteen a ver. Con Top Chef México se está mostrando y confirmando que hay profesionales de muy alto calibre en la producción y en la cocina.
Como todo programa en los que se involucran personajes que pueden ser muy populares o no, siempre se crea esa fraternidad alrededor de los favoritos, sin importar si los conocían o no (seguramente la gente que ve el programa en los Estados Unidos que se transmite por NBC Universo no tenía idea de la existencia de ninguno de ellos, si acaso de Katsuji, pero del resto lo dudo) con el paso de las semanas, cada uno de los participantes se fue ganando el respeto, admiración y cariño de muchos de los televidentes, haciendo equipo con los seguidores que cada uno tiene desde hace tiempo, sufriendo juntos la salida de los eliminados y celebrando con júbilo el triunfo de los que han ido quedando. Sea cual sea el favorito de cada persona desde un inicio de la transmisión, lo que el programa ha logrado es que uno siga pegado y casi sin pestañear, al siguiente domingo, a esa pantalla que nos tiene con el alma en un hilo y rogando a Dios que no se vaya el que ahora es nuestro gallo (o gallina) para ganar la final.
Top Chef México muestra, capítulo a capítulo, el arte de cocinar y ahí esta la diferencia con otros programas, está enalteciendo esa labor que día a día hacen muchos cocineros en México que, sin importar su especialidad (hay que tomar en cuenta que cada uno tiene un estilo muy diferente y hasta un repostero hay), aquí lo que se toma en cuenta es el don para realizar platillos excepcionales que logren ponerlos en el siguiente nivel y continuar en la competencia. Porque así es el día a día en la cocina, el hecho de haber salido bien ayer, no significa que hoy no se tenga que trabajar tan duramente como este oficio exige.
Las tomas de los platillos son una exquisitez, a uno se le hace agua la boca cuando la cámara hace un close up y solo piensa en salir corriendo al restaurante del cocinero que lo hizo para rogarle que le haga uno igualito al que salió en la tele. A eso hay que sumar la visión del director Daniel Gruener para captar cada momento de lucha y trabajo de los participantes, y qué decir del foro, la dirección de arte de José Luis Aguilar se sacó un diez en el montaje de ese gran espacio donde se llevan a cabo los retos, desde la alacena, hasta la cocina mexicana, las estufas, los exteriores, la dirección de fotografía de Juan José Saravia y un equipo de 9 fotógrafos más que, desde lo alto, hasta prácticamente dentro de la sartén, hacen que no haya una sola toma de sobra y ni una sola que haya hecho falta.
Un México glorioso y grandioso se presume y se comparte en Top Chef México, a través de sus ingredientes, paisajes, cultura, tradiciones, sin caer en cursilerías o en lo burdo, cada enfoque de la cámara muestra orgullosa lo que el fotógrafo capto en esa lente que se convierte en los ojos de todos aquellos que domingo a domingo ven un nuevo episodio.
Y hay algo más, hoy en día que la cocina mexicana está tan de moda, que no hay medio en México y en el extranjero que no esté sacando una nota al respecto hablando desde la cocina callejera hasta la contemporánea, Top Chef México está mostrando con orgullo que en nuestro país hay más nombres de los que usualmente salen en los medios, que ésta tierra es un semillero de talentos que son capaces de crear platillos dignos del concurso más exigente o para dejar con el ojo cuadrado al más feroz de los críticos de gastronomía. Que, si bien la gastronomía mexicana se distingue por su infinita variedad de sabores, aromas y colores donde los chiles, los moles, los tacos y un sin fin de platillos son los más populares, la cocina mexicana contemporánea tiene dignos representantes regados por todo el país y que hablar de todos ellos nos llevaría años y años. Con estos primeros 14 participantes, Top Chef México demuestra que hay tantos grandes cocineros como variedad de platillos en México.
Cuando un programa es tan bueno como Top Chef Mexico, los días para el siguiente capítulo se hacen largos, pero el tiempo es corto porque, sin querer, ya estamos cerca de la final y uno no quiere que esto acabe.
Con Top Chef México pasa lo mismo que con ese plato de enchiladas enmoladas de Gerardo Vazquez Lugo en Fonda Mayora, o ese taco de Pork Belly al pastor de Atzin Santos en Atalaya, o esa ensalada de quelites de Jorge Vallejo en Quintonil, uno voltea a ver el plato y, al darse cuenta de que ya casi no queda nada, sólo se queda pensando en cuándo regresar para disfrutar de nuevo el festín.