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The Westin Palace Madrid. Un hotel que ha protagonizado la historia.

por Carlos Dragonné

Berlín, Bruselas, Amsterdam, París… y por fin Madrid de vuelta. Había sido un viaje de descubrimiento y reconexión. Pero, más que nada, estaba siendo un viaje único. Ella y yo, en ciudades que conocíamos por separado pero nunca juntos. Entonces nos tocó en el mismo viaje volver a Madrid apenas tres semanas después. Madrid nos volvía a dar la bienvenida, más cansados, con más cosas en la maleta y con mucha hambre, muchos pendientes y el romanticismo extraño de sentir que has vuelto a un lugar en el que podrías vivir sin problema alguno. Y como este viaje había sido de historia, el hotel tenía que ser histórico de nuevo. Así llegamos a The Westin Palace, justo frente a la Fuente de Neptuno, en la Plaza de las Cortes y Paseo del Prado. Y apenas entrando, sabía que venía el mejor cierre.

El arte en los rincones. The Westin Palace y su declaración a toda voz

Llegamos temprano. Arrastrando maletas que ya tenían quesos de Amsterdam, vinos de París, cervezas de Bruselas y recuerdos de los que escribir parece tarea incansable. Entramos por las puertas de un espacio de dos plantas que te da la bienvenida en el lobby principal y después se abre a la historia y magnificencia de un hotel que ha visto pasar a cuanta personalidad imaginen. Después de todo, este hotel fue uno de los últimos vestigios de la monarquía de Alfonso XIII que se lo encargó a Georges Marquet, hotelero que dio forma al lujo y grandeza de la industria en España y a quien el Rey ya le había encomendado la construcción del icónico Hipódromo de San Sebastián.

En “Pasión por las Carreras” de Javier Sada, el autor recoge una anécdota en la que Fernando Savater decía de Georges Marquet: “No sé si este señor tiene alguna calle con su nombre en Donosti o en Zubieta pero se la merece más que otros”. Y es que para que imaginen la importancia y la visión de Marquet —quien también adquiriría el hotel Ritz, competencia por excelencia del Westin Palace y de los que su hijo sería el administrador hasta la era de la pos guerra civil—, el empresario puso a principios del siglo XX al frente del Hotel Continental en San Sebastián a una mujer, adelantado a su tiempo, pero con una claridad para los negocios que hoy, cien años después, se mantiene sólida y probada pues ambos hoteles se ven las fachadas sabiendo que se hablan entre iguales.

the westin palace

La segunda planta es apenas la entrada a la espectacularidad.

Esquinado y sin la simetría tradicional de las fachadas de la época, uno entra a lo que es el nivel de planta después de hacer check-in. Y entonces sí, el recorrido a la habitación puede llevar buena cantidad de tiempo. Porque pasando esa segunda escalinata del hotel es en donde uno descubre lo que podría ser uno de los espacios más bellos de Madrid y que, un par de noches después, justifica la larga lista de clientes que cruzan las puertas, que bajan al llamado jardín de invierno, que entran a su restaurante con la bóveda más bella de este viaje por Madrid.

El diseño de Eduard Ferrés i Puig es, en mi opinión, la personalidad entera de The Westin Palace, justo al centro del restaurante y en donde las vidrieras de colores generan una sensación de patio interior que enaltece lo que puede ser una simple experiencia de desayuno o cena. Aquí el interiorismo lo es todo y, en ello, el arte en cada espacio es una declaración de personalidad que se resiste al modernismo. Pero más que la personalidad del hotel, lo que The Westin Palace tiene es la personalidad de España misma.

En palabras de Josep Plá quien, de hecho, adorna el salón con una foto suya acompañando a Dalí.

“Como periodista he de entrar y salir cada día en el Palace Hotel. Este establecimiento es un centro de información. Es, sobre todo, un buen centro de información para las cosas de Cataluña. Eso ha hecho que haya tenido que familiarizarme un poco con la casa, a la que he tenido que conocer palmo a palmo poco más o menos”, escribía Josep Plá, puntal del periodismo español y cuya obra es definitoria para la divulgación de las costumbres y tradiciones catalanas, en su obra “Madrid, un Dietario 1921”. 

Ahí mismo continúa “¿Quién no conoce el Palace Hotel? Es uno de los hoteles con fama de ser de los mejor construidos de Europa. Tiene forma triangular y, en medio, debajo de una claraboya en forma de cúpula, hay una de las rotondas más acogedoras que existen en el mundo. Alrededor de la rotonda, la misma forma triangular del hotel permite todo un juego de entradas y salidas que resultan admirables para la conversación, el apartamiento, la cita discreta o la conferencia secreta.”

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No testigo, sino protagonista. The Westin Palace en la historia.

Y es que The Westin Palace es un hotel, dirían algunos, de cepa, de clase y clásico —que no es lo mismo— en el que las paredes cuentan no sólo el recorrido histórico de grabados, litografías o piezas de arte sobre el país mismo, sino que guardan las historias de una nación que ha atravesado por todo tipo de cuestiones sociopolíticas y que, al final del día, no deja de ser una especie de faro sobre lo que pasa en la cultura hispanoparlante. Porque no sólo como hotel ha servido el lugar. 

Durante la Guerra Civil española el espacio fue un improvisado hospital militar en donde la cúpula de vidrieras de colores fue algo más que un decorativo: era la entrada de luz natural para realizar intervenciones quirúrgicas cuando la electricidad fallaba.

Además, The Westin Palace ha visto pasar la vida cultural, social y política del país por sus mesas y sillones. Plá decía, recordando al famoso señor Azcoaga, concesionario de las bebidas de principios del siglo XX, que era un barómetro político de primer orden al que consultaban periodistas  en los momentos difíciles. “Cuando el hall del Palace está lleno, congestionado y al rojo, significa que la política carbura a todo gas y que pasan cosas importantes. Cuando el Palace está medio vacío, desinflado, y por los sofás no hay sino escenas sentimentales, significa que la tranquilidad es absoluta en todo el país.”

La política ha cambiado, pero la importancia de The Westin Palace no.

Hoy el atribulado movimiento político puede ser menor, pero sin duda la vida de Madrid se puede medir con el barullo que se genera en The Westin Palace y bajo la cúpula de La Rotonda que igual ha visto pasar desde Federico García Lorca hasta Salvador Dalí —escribiendo juntos una carta con bocetos y poema incluidos a Claudio de la Torre pidiendo dinero para Buñuel que se había acabado el suyo— y ha sido testigo —silenciosa lamentablemente— de noches con Orson Welles, Hemingway o hasta  Henry Kissinger, quien “coincidentemente” andaba por ahí mientras una de las plantas del hotel se convertía en la provisional Embajada de China en España.

Tan sigue siendo un espacio fundamental del Barrio de las Letras que en nuestra segunda noche, mientras cenábamos platicando con Paloma García, incansable Directora de Relaciones Públicas del hotel y que cumple 25 años ya en la propiedad, a escasas mesas de distancia cenaba tranquilamente Pedro Almodóvar con tres amigos planeando —según mis esperanzas y ensoñaciones— su siguiente película en la que, espero, Miguel Bosé tenga algún papel o injerencia pues casi cerrando la noche se les unió para lo que, espero, haya sido una cena de anécdotas inagotables.

Las habitaciones de The Westin Palace.

En su momento, The Westin Palace fue considerado el faro del lujo y la elegancia de Europa. El primer hotel con baños en cada habitación, con teléfonos en cada habitación y que durante los “felices años 20” reunieron a lo más exclusivo de la sociedad madrileña de la era. Hoy, las más de 460 habitaciones se manejan bajo el estándar “Westin Heavenly Bed” que pueden comprar, de hecho, y que está en mi wishlist del 2024. Nosotros nos quedamos en una hermosa habitación con una vista espectacular de la Fuente de Neptuno. ¿Cómo dormimos? El primer día caímos rendidos cinco horas al momento de entrar y nos importó absolutamente nada el recorrer las calles de una ciudad en la que felizmente podríamos retirarnos.

Los estándares de 5 Estrellas y de Marriott

The Westin Palace tiene, por supuesto, los estándares que podrán imaginar de un hotel 5 Estrellas Gran Lujo. Pero más importante aún, tiene las políticas de Marriott Internacional en cuanto a comodidad, limpieza, amenidades y, sobretodo, sustentabilidad. Son más de 100 años de una propiedad que ha visto pasar la historia y que, ante la competencia que está empezando a surgir en Madrid —JW Marriott abrió días después que salimos de la ciudad y The Ritz pasó por una remodelación hace un par de años—, sabe que habrá de comenzar un proceso de renovación paulatino y en fases. 

Pero no se trata de ceder ante las presiones de los nuevos mercados o las nuevas tendencias. The Westin Palace debe renovarse cuidadosamente sabiendo que apelan a la tradición histórica y al respeto de más de un siglo de grandeza. Al final, esta propiedad es Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento desde 1998.

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El pasado, presente y la visión del futuro de The Westin Palace 

Este espacio, parte del Paisaje de la Luz, Patrimonio de la Humanidad por UNESCO es, por mucho, uno de los puntos neurálgicos no sólo de Madrid, sino de la vida española misma. Desde ser el centro de operaciones de agentes extranjeros en la Segunda Guerra Mundial o servir como sede del Gobierno Provisional de la Nación en el Golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981. Un año después, El País publicaba “Los millares de personas que se agolpaban frente al hotel Palace, ante al Congreso de los Diputados, descorcharon su alegría y ya no pararían de gritar y aplaudir hasta más allá de las cinco de la mañana”, tras la victoria de Felipe González.

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¿Qué le espera a The Westin Palace? No sé. Viene una remodelación paulatina que será un reto entero pero, sin duda, seguirá siendo parte fundamental del escenario madrileño. Y es que cuando se lleva la cepa con tal orgullo, nada puede pasar que haga que se borre. Al fin y al cabo, en palabras mejor escritas por el mismo Josep Plá, “El hall del Palace es el microcosmos de la vida española y de una gran parte de la vida catalana. Si fuere imaginable que se produjese sobre el país un segundo diluvio universal y que solo se salvase el Palace, podéis estar seguros de una cosa: al cabo de unos cuantos años todo volvería a ser igual, exactamente igual, idéntico.” Así que parece que estamos a salvo.

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