Por Elsie Méndez @sabormexico
No tenía tiempo de detenerme a admirar a los patitos, que felices se refrescaban en el lago del hermoso jardín que compone la plaza principal de la ciudad de Sonoma, llevaba prisa por hacer cumplir con mi agenda de viaje, ya lo haría más tarde. Desayune poco, había leído que en The Girl & The Fig, el primer restaurante en mi recorrido por este condado, la cocina era abundante y el concepto de la granja a la mesa que tan famoso ha hecho a California, especialmente en esta zona, lo aplicaban de forma soberbia, así que era mejor tener espacio suficiente para no perderme de nada.
Una mujer con una sonrisa que iluminaba el salón comedor me recibió en la puerta – “Que bueno que has llegado bien, ven, siéntate y relájate, que lo que importa es que ya estás aquí” – me dice Sondra Bernstein, la propietaria del lugar, La Chica (The Girl) y su Higo (The Fig). Me llevo hasta el patio trasero, cubierto de flores, con lindas mesas de madera, sombrillas para protegernos de los resplandecientes rayos del sol, cordones de los que cuelgan lindas lámparas, algo denota ahí mucha alegría, pareciera más bien estoy en el traspatio de la casa de Sondra.
Sondra y John Toulze, su socio y chef ejecutivo, han preparado para mi un festín, y me dejo llevar sin refutar a nada, quien soy yo para decir no a tan exquisitos platillos. La fiesta empieza con unos ricos y frescos cocteles, me preguntan cual prefiero, y al ver que no logro decidir por uno ya que todos se leen muy apetecibles, Sondra y John le piden al mesero cinco de sus cocteles de la casa para que los pruebe – No te preocupes, toma un poquito de cada uno y listo, así no te quedas con las ganas de ninguno – Me dice Sondra. Mi favorito, el Fig Kiss (Beso de Higo) compuesto por: Figcello di sonoma, licor de flor de saúco St-Germain y jugo de arándano.
Sondra y John son la pareja perfecta en esta sociedad, ella es el alma de la fiesta, la imagino de pequeña con sus rizos alborotados mientras salta de un lado a otro, esa inquietud y alegría no se han ido con el paso de los años, y nos contagia de forma inmediata a los pocos minutos de estar sentada con ella. Por otro lado, John, es el alma creativa del restaurante, sus genes de origen francés lo llevaron hasta la cocina, el gusto por la gastronomía es algo con lo que se nace, y John lo tiene desarrollado al máximo, lo que le permite crear platillos por los que uno no quiere regresar a casa y quedarse a vivir en Sonoma City para poder ir tan seguido como fuera posible.
Mientras conversamos, John ha ordenado que nos traigan una selección de sus carnes frías y embutidos que ellos mismos elaboran para abastecer al restaurante y su tienda con productos artesanales. Mortadela, alcaparrones, paté, salamis, jamones, mostaza, pepinillos encurtidos, una charcutería elaborada con productos locales y muchos provenientes de su propia granja, porque si, con el tiempo y por su implacable búsqueda de los mejores ingredientes, John y Sondra han creado un paraíso culinario donde crecen todo tipo de vegetales, hierbas y frutos que garantizan la calidad de sus platillos. Los que ellos no tienen, se los proveen los mejores granjeros de la zona.
La ensalada de tomates de la huerta con sandia, queso fresco de cabra y aioli, ese momento en el que uno es transportado hasta el campo californiano, a través de estos productos que no necesitan más que ponerlos en un plato y solo agregar el aderezo que potencializa sus sabores.
“El concepto de la granja a la mesa siempre ha existido en el interior de las comunidades, y toda esa revolución que muchos pretenden hacer como algo nuevo, es simplemente un reconocimiento de lo obvio, con lo que muchos crecimos, que ellos no lo tuvieran a la mano es otra historia. Es simple sentido común, si obtengo un producto que se cultiva cerca de donde vivo, es lógico que sea mejor que uno que tuvo que viajar miles de kilómetros” y concuerdo con John, yo soy de esas que creció entre gallinas y cerca de sembradíos de maíz, lo que hoy me permite poder distinguir entre el sabor de un alimento procesado, y uno de elaboración artesanal.
Elegir los productos de entre los cientos de granjeros de la zona no es cosa fácil para John, por lo que compara el sabor, calidad, precio, pero sobre todo la consistencia que logran año con año, para tenerlos entre su lista de proveedores.
¿Cuántos tipos de rábanos conocen? A mi mamá le encantan, y en México los usamos para acompañar platillos como el pozole, o tostadas, pero ¿Solos? en The Girl and The Fig, hay un plato con varios tipos de rábanos que admito no sabía ni que existían, pero ahí están frente a mi, presumiendo sus colores, sus formas. Descubrí que poco conocía de rábanos, y me sentí de feliz de salir de The Girl and The Fig con algo nuevo en mi memoria gustativa.
Durante mi viaje a finales de agosto y principios de septiembre resulto ser la temporada exacta de los higos, y claro que visitar The Girl and The Fig y no pedir la ensalada de higos es imperdonable. Después de probar los higos que preparan ahí, me tope con el hecho de que por años me he perdido de gozar esta exquisita fruta, por lo que estaré pendiente tan pronto comience la de este año para comerlos con alguna de las recetas del libro de cocina de The Girl and The Fig que tengo en casa.
El menú de The Girl and The Fig cambia conforme a la temporada, y es lógico, si pensamos que su cocina esta basada en productos frescos y de alta calidad, no me extraña que esto suceda cada época del año. Hay cosas como el pato que siempre están ahí, y solo va variando el como lo presentan. A mi me toco confitado con pimentón, maíz asado y pimientos. Simplemente maravilloso, crujiente, cocinado a la perfección, de esos platos que con solo recordarlos se te hace agua la boca.
Para cada platillo, John y Sondra fueron trayendo diferentes tipos de vinos de su muy bien seleccionada carta, y pude probar muchos que no llegan a México y que tampoco formaban parte de mi recorrido en Sonoma. Muchos eran de bodegas boutique, con producciones limitadas, lo que hizo aun más interesante mi degustación en este sitio.
Previo a los postres, un platon enorme con una amplia variedad de quesos artesanales que se producen en la zona. Un poquito y otro más, bueno una último bocado, imposible resistirse al sabor de cada uno de ellos.
Un aromático Creme Brulée de lavanda marcaba el final de una comida que combino cocina honesta, llena de pasión, realizada con el corazón, y carcajadas que me hicieron sentir más joven (dicen que reír mucho hace que uno tenga una mejor salud, y gana juventud, ahora entiendo porque Sondra es tan radiante).
“Nuestro reto principal es ocuparnos por lo que estamos haciendo, hay que estar muy consientes de la diferencia entre, si marcamos la diferencia y las tendencias, o solo las seguimos, definitivamente preferimos ocuparnos de ofrecer experiencias únicas a nuestros comensales todos los días” me comentan Sondra y John.
The Girl and The Fig es de esos lugares de los que uno no se quiere ir, fue muy difícil tener que pararme y dirigirme rumbo a la puerta, no solo por el momento de placer que tuve sentada a la mesa con todos su platillos, si no por el hecho de tener que despedirme de Sondra y John.
Hay lugares que nunca olvido, pero hay personas que se quedan grabadas en mi corazón y solo pienso en que momento regresar a Sonoma City, para, sin prisas, dejar que el tiempo pase en el traspatio de The Girl and The Fig.
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The Girl and The Fig
Meses después de haber regresado, un día llegue a mi casa y descubrí una caja que tenía como remitente el nombre de Sondra, cuando la abrí y vi todo lo que esta contenía, mis ojos se llenaron de lagrimas. Sondra no olvido mi amor por su vinagre y me mandó un frasco con vinagre madre para preparar el mío, productos elaborados por ello entre ellos: velas, miel, condimentos y un libro de recetas que ocupa un lugar especial en mi cocina y que he usado varias veces, para regresar, aunque sea en mi mente, hasta Sonoma City, y con los ojos cerrados, escuchar la grandiosa risa de Sondra y la mirada tierna de John, que me recuerdan, que no están tan lejos como imagino.