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The Fives Beach. Una propiedad que está cambiando.

por Carlos Dragonné

Nunca había estado en The Fives. La realidad es que, como saben, casi nunca viajo a Riviera Maya. Así que de pronto ir y descubrir nuevos espacios se agradece. Uno de los grandes placeres que me da el trabajo es recorrer All Inclusives para entender dónde y cómo están las áreas de oportunidad -como dirían los millenials y su lenguaje correcto- de la gastronomía en estas propiedades. Porque el viajero ya dejó de viajar sólo por la fiesta. La cocina se ha vuelto parte fundamental de la toma de decisión. Si bien el viajero de All Inclusive no la pone en la prioridad para tomar la decisión inmediata, sí la toma en cuenta para la decisión futura. Es decir: si le va mal comiendo, no regresa. Al final, si algo tiene este país es oferta hotelera.

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¿Cómo entonces generar un cambio en pleno arranque de temporada alta cuando tienes 3 semanas y media de haber llegado a la propiedad? «La primera semana me tardé en encontrar el baño» me dice bromeando el chef Torres, originario de Hermosillo y que ha viajado por buena parte del planeta trabajando en hoteles y restaurantes de categorías que pueden deslumbrar a más de uno y dejar en el mismo ayuno intelectual a otros, por más seguidores que tengan o hashtags que pongan en sus cuentas.

Gastronómicamente The Fives Beach Hotel no es trascendente… aún. No me malentiendan. No es un hotel en el que se coma mal. De hecho, lejos está de serlo. Me traje de recuerdo las hamburguesas que se hacen en la playa y una cena con platillos de cocina mexicana que forma parte de las experiencias de entretenimiento más que del área culinaria, aunque se agradece el castacán en un destino en el que normalmente se comen otras cosas. Me quedé, eso sí, con las ganas de probar sus pizzas, pero por la cantidad de gente que las pedía parecen un éxito completo.

Antonio Torres. Un Chef que viene llegando y ya trae la inspiración lista.

Antonio Torres no es un clásico cocinero que platique en las mesas. Para hablar de sus inpsiraciones y planes, me llevó a recorrer la propiedad en la tarde, mientras en la plaza central se montaba lo que sucede cada viernes y que, espera, se convierta en un punto de arranque para poder modificar y meter inspiraciones. «No me gusta seguir reglas. Mis platos son simples, dos, tres elementos y listo. La comida tiene que ser sencilla y cómoda. No tenemos que complicarla. Todo tiene que estar en el producto», me cuenta mientras intentan hacerme entender que la inspiración para este nuevo proyecto viene en muchas formas: la zona, la comunidad, la gente y hasta la misma geometría de un hotel que, coincido con él, no impone a pesar de sus dimensiones, sino que busca la familiaridad y el contacto de todos a través de los espacios. «Al final, tenemos que hacer que la gente esté contenta, que disfrute el entorno y entienda el privilegio que tenemos de compartirlo», me comenta después de que un huésped, de la nada, apareciera para agradecer los sabores de una paella tempranera.

 

Entonces llegamos a lo que, parece, será el primer gran proyecto, aunque no el más importante, de la llegada del Chef Antonio. Se llama «La Casa de Rosa» y ha estado en la propiedad desde hace años. Hoy convertido en una experiencia en el que los huéspedes prueban un poco de tequila y mezcal y forman parte de una especie de clase de cocina mexicana en la que se hacen tlacoyitos, tortillas y un tamal de pescado típico de la región, Antonio y Juan Carlos quieren convertir a La Casa de Rosa en el pilar de experiencias reales que enaltezcan la cocina mexicana. «Esto se debe volver Casa de Rosa Cooking Academy, o algo por el estilo. Tenemos una oportunidad de presumirle a nuestro mercado que México es mucho más de lo que creen y sabe mucho mejor de lo que todos, de por sí, ya dicen».

Regreso a la Plaza Central del hotel en donde la kermese mexicana está llena. Más de 1,000 personas están cenando en los centros de consumo del hotel y, créanme, la propiedad está diseñada de tal forma que hasta ese momento hubiera jurado que la ocupación era baja, como parte de la crisis post COVID o una falta de comunicación sobre la existencia de la propeidad. Pero no. 80% de ocupación y nunca te sientes abrumado en un espacio que, además, está convertido en guardián del cenote y de su flora y fauna. De hecho, muchos hoteles -y ciertos proyectos faraónicos e inevitables caprichos-, podrían darse una vuelta por aquí para entender y aprender cómo ser parte del entorno sin violentar el entorno. Me despido de Antonio que, al final, está coordinando lo que sucede con más de 1,000 personas comiendo al mismo tiempo, aunque parezca, insisto, que apenas somos unos cuántos.

En una de las pagodas, con un plato que ya tiene quesadillas, un par de taquitos, un sope, un tamal y un poco de arroz, me espera ella, mi cómplice incomparable y a quien tendré la suerte de celebrar en este destino por su cumpleaños. Antonio observa cómo sucede todo y va anotando mentalmente los puntos que, a su parecer, deberán modificarse en este nuevo esfuerzo por poner a The Fives como un hotel con una historia culinaria por contar. Y estaba por descubrirla.

«Estudié, viajé, anduve en España y luego llegué a San Diego. Y ahí me enamoré», me cuenta Antonio mientras desayunamos al día siguiente. «Ella era una mujer mucho mayor que yo y era la chef de un restaurante de comida italiana. Una mujer italoamericana de la que yo, a mis 20 y tantos, estaba profundamente enamorado», me dice recordando su formación y los años en los que empezaría a formar su identidad en los fogones. Le pregunto si pasó algo con ella, intentando entender esos detalles personales que construyen, a veces, las mejores historias. «No. Pero me di cuenta de que viéndola cocinar, fue la primera vez que me enamoré. Había tenido novias antes, en la prepa y la escuela, pero ella fue mi primer gran amor. A través de la cocina», me confiesa con una sonrisa que pinta más a nostalgia que a picardía. Le pregunto si ese amor, platónico en la más pura definición, tuvo que ver en la forma en que cocinaba. «Todavía tiene que ver. Mucho de por qué cocino lo que cocino es por ella y por lo que aprendí de ella», me dice.

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Uno de los proyectos en The Fives Beach Hotel & Residences es Abrezzo, un restaurante italiano que te recibe con macetas llenas de albahaca y que abre las puertas a una decoración que, a mi gusto, carece de la identidad que habría de tener. Hacer cambios en plena temporada alta de ocupación sería casi como meterse un balazo en el pie, pero es justo ahí donde la última noche Antonio me sirve una cena que recorre parte de los platillos que lo han inspirado y un poco de lo que está buscando dejar como huella. Y tiene razón. Su cocina es una cocina sencilla, de pocas palabras y pocos elementos, que deja que la grandeza del ingrediente resalte. Al final, la cocina italiana se basa en recordar los cariños y abrazos de casa, de familia y de una cultura que es toda pasión por el alimento.

Pocas veces la vida te da la oportunidad de encontrar un lienzo blanco en el cual jugar a libertad y placer para encontrar el sentido de lo que haces o, mejor aún, presumirlo. En el mundo de la hotelería, esas oportunidades son muy escasas, porque el margen de error es casi nulo. Y si a eso le sumamos que estamos hablando de un hotel en Riviera Maya, en temporada de alta ocupación y con una competencia cada día más encarnizada, quien lo hace debe estar o loco o confiar mucho en su proyecto. El Chef Antonio Torres de The Fives Beach Hotel & Residences me parece que tiene un poco de ambas.

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