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De México a Tijuana – 1a. Parte: Guadalajara y Mazatlán

por Carlos Dragonné
1ª parte. Mazatlán y el pacífico en mis pies.

De México a Tijuana en coche.

Por: Carlos Dragonné 

«Estás loca». Esa fue mi primera respuesta. Automática, rápida y sin espacio a negociación. Y es que ella, mi cómplice perfecta, a medio camino rumbo al supermercado, envueltos en cubrebocas y con las caretas de plástico listas en el auto, me dijo que se había ofrecido a llevarle el auto a una amiga a Ensenada. «Siempre hemos querido hacer ese roadtrip y ya estoy harta de este encierro», me dijo. No ayudó de cualquier manera. Mi resistencia a viajar en pandemia se veía alimentada, además, por las noticias de zonas peligrosas para el viajero. Sí, esas historias del México bronco, del México desquiciado y criminal que asolan los periódicos. Ella tenía razón -como siempre- y un viaje que nos llevaría a Mazatlán y de ahí hacia el norte había estado en nuestros planes por mucho tiempo. Así que, sabiendo que ella de cualquier manera me convencería, me pregunté: ¿En realidad es tan grave e imposible de transitar?



Los días avanzaron y revisamos rutas, mapas, caminos, ideas, escalas… Todo lo que se requiere para poder hacer un roadtrip como debe hacerse. ¿Dónde quedarnos? ¿Dónde parar a descansar? ¿Dónde aprovechar que no teníamos una fecha límite para llegar a nuestro destino? La primera idea: de México a Mazatlán, con una escala en Guadalajara y luego el ferry para subir toda la Baja hasta Ensenada. Sentía la emoción correr por la simple idea del ferry. Desde hace mucho tiempo he querido hacer ese viaje. «¿Que cuesta cuánto?», pregunté con sorpresa en cuánto salieron las cuentas. La realidad es que el ferry no es costeable de ninguna forma, pero ya entraremos en ese detalle.

Las primeras escalas: Guadalajara y Mazatlán.

Entonces decidimos mover la ruta. Guadalajara y Mazatlán se mantendrían en los planes, pero habría que hacer cambios. Y es aquí donde la aventura comenzaba. Nos subimos al auto un martes y comenzamos el recorrido. Tenía muchos años de no ir a Guadalajara. Tengo, de hecho, un recuerdo personal muy valioso de cuando mi mamá nos dijo a mi hermano mayor y a mi que tendríamos una hermana mientras estábamos en esa ciudad hace ya más de 30 años.



No puedo decir mucho de Guadalajara en este viaje. Al final fue una parada para cenar y dormir en el que sería el primero de muchos hoteles City en donde nos hospedamos. Dejé maletas y arrancamos el camino a Mexía, nuevo restaurante del Chef Nico Mejía. El restaurante en una de las principales plazas comerciales de Guadalajara -y con una arquitectura que te sorprende más de lo que te imaginas- es un recorrido del chef por la cocina del país que tanto le apasiona con una fuerte y clara influencia de la gastronomía de Colima, de donde es originario.

Antes de llegar a Mexía, tristemente, nos enteramos de la muerte de una querida amiga. Mi cómplice eterna se quedó helada y perdió la voz cuando me lo dijo. «Murió en cama, dormida. Se fue a dormir y ya no despertó. Murió como sólo las buenas personas tienen derecho a morir», la escuché decir en el teléfono con quien compartió la noticia. Con el corazón golpeado y un mar de recuerdos de ella y su risa escandalosa revoloteando en nuestra mente, entramos al restaurante. Pero en ese momento nos hicimos la promesa de hacer el viaje recordándola y entendiendo que las formas de las nubes tomarían nuevo sentido en nuestros casi tres mil kilómetros de carretera hasta llegar a nuestro destino.



La cena en Mexía ayudó a juntar las piezas que se nos habían quebrado. Dormimos abrazados por los recuerdos y por la comida que siempre ayuda a paliar las ausencias. Y entonces la carretera nos llevó a Mazatlán, uno de los destinos de México que, por azares de la vida, no conocíamos ninguno de los dos. Antes de llegar a Mazatlán nos detuvimos en Villa Unión que, de hecho, era el lugar donde Mazatlán se formó originalmente. Hicimos esta parada porque Paulina Casas nos recomendó un lugar que, a la postre, se convertiría en uno más de sus extraordinarios consejos: El Cuchupetas.

«A’pa nombrecito», me dijo mi hermano cuando le comenté en dónde estaba. El lugar define por mucho lo que debe ser la cocina tradicional de pueblos y destinos en nuestro país. Un changarro que comenzó a crecer y crecer y se convirtió en un ícono de la zona por respetar la regla más simple de la comida: el producto debe ser perfecto. La frescura de los ingredientes es lo mínimo que esperas cuando comes en una marisquería que tiene el mar como escenario de fondo. Y El Cuchupetas cumple de sobremanera con los sabores de México que definen nuestra gastronomía.



Nosotros nos decantamos por un coctel de camarón, un aguachile, cebiche de pulpo y unos camarones gratinados. El Cuchupetas es uno de esos espacios quese deben visitar para entender el cariño de la gente por el destino. «Venimos de Durango y no podemos dejar de venir cada que estamos en Mazatlán», alcancé a escuchar a un vecino de mesa que le pidió la foto al dueño del lugar, el famoso Cuchupetas, quien además presume a los cuatro vientos cada vez que puede que Mazatlán está considerado entre los puertos más hermosos del mundo. «Ahí junto a lugares de todo el mundo, ahí estamos.», me decía orgulloso. Y cuando supo que era nuestra primera vez en Mazatlán, su rostro se iluminó con la sonrisa de quien sabe que hay una sorpresa esperando para aquellos novatos que estábamos en su mesa.

Mazatlán listo para recibirnos.

Pagamos y entonces sí, a Mazatlán, no sin la obligada parada para comprar camarón seco a un precio irrisorio comparado con lo que pagamos en ciudad de México. Y como ya viene Navidad y en esta casa debe haber caldo de camarón sí o sí, entonces comenzó el llenado de mis maleta con lo único que compraría en este viaje: comida. Nada puede reconectarnos más con los viajes que hacemos que llevarnos una partecita de los lugares para intentar cocinarla después. Ya les diremos dónde y qué comprar en cada destino de este recorrido.



Mazatlán es un lugar hermoso. Su malecón es, por mucho, uno de los espacios turísticos mejor cuidados que he visto en mucho tiempo. Si bien pasé momentos de incomodidad porque, hay que decirlo, la gente olvidó que hay que usar cubrebocas en la calle y más del 80% de quienes veíamos estaban al aire libre como si no hubiera mañana, la realidad es que le prevención y el cuidado empiezan con uno. Así que bien enfundados con nuestra mascarilla y careta, caminamos casi todo el malecón de noche para sentir el destino y escuchar a la gente gozar de sus espacios.

Tomados de la mano, ella, mi cómplice perfecta, venía disfrutando el romper del mar, las postales de locales pescando en la tranquilidad de la noche y las icónicas pulmonías, que son una especie de taxi que sirve para recorrer Mazatlán y que se destacan entre sí por, al parecer, ver quién de ellos pone mejor combinación de luces de neón y música que sólo puedo definir como «guapachosa» para atraer al turista y ayudarle al recorrido. Pero la idea era caminar y hacer hambre porque al final del malecón nuestro destino viraba a la izquierda para cruzar las puertas de lo que yo siempre he considerado el elemento más clásico de nuestra gastronomía citadina: ya teníamos hambre y era hora de ir a una cenaduría. Al final del malecón, a dos calles del mar, está Cenaduría La Copita y tiene todo lo que la tradición requiere.



Estos espacios que cada vez parecen más escasos en el escenario de nuestras urbes y que tendemos a olvidar como el fondo mismo de lo que hoy tanto queremos presumir son una constante todavía en el interior de la República Mexicana. Comida sin complicaciones, planchas y ollas con aceite que sacan a granel órdenes de pambazos, sopitos, tacos y, muchas veces, caldos, sopas y pozoles. La diferencia se basa en las recetas tradicionales de cada ciudad donde estén. En Mazatlán sería el turno de probar «cueritos de cabeza», «asado» y «puerco», mientras también llegaba a la mesa un pozole.

Caminar los 4.5 kilómetros de regreso a donde empieza el Malecón y la fuente que lo celebra ayuda a bajar la cena y andar de regreso al hotel. Al día siguiente tocaría playa, desconexión total de lo que pasa en el día a día, escuchar las olas del mar y sentir la temperatura cálida de esa zona del Pacífico mexicano. En Playa Cerritos el tiempo pasa según nuestras ganas de que avance o no. No soy mucho de estar en la arena o debajo del sol. Ella es amante de sentir la brisa y ver cómo las sombras avanzan debajo de una palmera que apenas nos cubre para gozar de este día juntos. Al día siguiente tocaría nuevo tramo de carretera, otra aventura de horas en el camino, fotografías y destinos. Pero en ese momento lo único que valía la pena era ese simbólico silencio del mar de Mazatlán, roto únicamente por la voz de ella que reía mientras dábamos unos pasos hacia el mar y nos abrazábamos sabiendo que ni siquiera todo lo complicado del 2020 nos quitaría el placer de mirarnos sonrientes mientras el sol iba pintando el cielo de otros colores.

Arrancando el roadtrip. Primera parada: Guadalajara

Primer tramo: México - Guadalajara



Desde la ciudad de México tomamos la carretera VIA CORTA HACIA GUADALAJARA. Este camino les llevará unas 5 horas y media. Chequen bien dónde van a parar no sólo por temas de comida, gasolina o escalas en el baño, sino para tomar fotografías y disfrutar del paisaje. Duerman en Guadalajara para retomar fuerzas. Aprovechen para comer en una de las ciudades consentidas del país y al día siguiente toman camino hacia Mazatlán. No dejen de ver el paisaje agavero en la carretera y lleven sus cámaras preparadas para panorámicas increíbles.

¿Cómo llegar de México a Guadalajara?

Tomen la Autopista a Toluca. Pasando Lerma tomen el libramiento Ruta de la Independencia y sigan las indicaciones hacia Morelia / Guadalajara. Básicamente todo derecho hacia la Perla Tapatía.



Lugares para buenas fotografías en el camino: Lago de Cuitzeo. Pueden detenerse y disfrutar de uno de los paisajes más bellos de México.

Lugares para parar y comer algo: Pasando la desviación a Morelia encontrarán una gasolinera. Ahí el restaurant/tienda se llama Límite 20 y es básico para recargar fuerza rumbo a Guadalajara.

Hoteles para descansar en Guadalajara: Nosotros escogimos City Express Plus Guadalajara Expo. Buena ubicación para ir a cenar o comer en donde quieran en la ciudad. Además tienen una gran cocina, por lo que si sólo quieren relajarse y comerse una buena torta ahogada, no tienen ni que salir del hotel.



Lugares para cenar en Guadalajara: Mexía es el nuevo espacio del chef Nico Mejía en The Landmark. El Cevicho Colimota es una belleza. La tostada de Santa Tere tiene un sabor que no puedo quitarme de la mente y La Viajera le hace honor a su nombre: Su Majestad, La Viajera.

Roadtrip hasta Tijuana. Segundo destino: Mazatlán.

Segundo tramo: Guadalajara - Mazatlán

Cómo llegar de Guadalajara a Mazatlán.



Básicamente seguimos el camino por la 15D. Hay que tomar el libramiento Nogales-México y Tepic-Mazatlán. Así se ahorran entrar en cualquier ciudad y se van directo hasta su destino. No pongan en el mapa «Mazatlán»directo. Hagan una escala en Villa Unión.

Para buenas fotos en el camino: La primera parte del camino van a adentrarse en el paisaje agavero. Hay muchos lugares donde pararse a tomar la foto del recuerdo con un fondo espectacular.

Lugares para parar y comer algo: Sigan derecho desde Guadalajara hasta Villa Unión. Paren a comer en «El Cuchupetas». No se van a arrepentir y conocerán uno de esos espacios que parece eterno en el interior del país y que no necesita de portadas de revistas, lugares en listas o guías para ser increíble y exitoso. Es más, dudo que el mismo Sr. Cuchupetas sepa que existen esas guías y revistas.



Hoteles para Descansar: Este viaje, como podrán darse cuenta, lo hicimos de la mano de Hoteles City. En este caso, el City Express Mazatlán tiene la ventaja de estar a dos cuadras de donde inicia el Malecón, rodeado de taquerías, supermercados y tiendas. Ya sea que vayan un día o varios como nosotros, tendrán todo lo que necesitan a mínima distancia.

Lugares para comer y cenar en Mazatlán: La Mazatelca es un básico. Sin duda. Sus tostadas son una locura. Cuidado con las que dicen «Picantes» porque no es broma. Cenaduría La Copita es otro de los indispensables. Mariscos El Beto tiene el mejor callo de hacha que se imaginen. Y es que los carritos de mariscos son un básico sinaloense.

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