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Un roadtrip a una ciudad que sorprende: Kansas City y de regreso

por Carlos Dragonné

Por: Carlos Dragonné

Estamos en Kansas City. Pero déjenme contarles algo antes. Cuando era niño, creía que la única forma de viajar era en auto. Esas largas horas en el auto unían a mi familia y había infinidad de anécdotas y momentos que repetir con el paso de los años en alguna reunión. Atravesamos México de punta a punta, y cuando me hice adolescente y compré mi primer auto, lo primero que hice fue agarrarlo y llevármelo de carretera, lo que resultó en una aventura llena de desperfectos, mecánicos en cada pueblo y mi completa incapacidad para siquiera entender cómo funciona un motor. Hoy, ya entrada la adultez y con muchas millas recorridas, intento repetir el concepto de roadtrip cada vez que puedo y en cuanto país me toca visitar. La mitad de las veces, lo primero que hago al bajarme del avión es buscar las oficinas de renta de autos para recoger lo que ya dejé programado desde antes de subirme al avión. Les debía uno de los viajes que hice hace poco. O, al menos, les debo la segunda parte. Bienvenidos a Kansas City.

Kansas City

Ya les había platicado de nuestra primera parte, ese recorrido que nos llevó por Dallas y Oklahoma City, por vientos brutales a la mitad de la carretera -y sí, los chistes inmediatos de mi copiloto I don’t think we’re in Kansas anymore, Toto– y cómo llegamos, casi 1,000 kilómetros después, a Independence, Missouri, un suburbio pegado a Kansas City en donde nos recibieron con una amabilidad que sigo añorando a meses de ese viaje.

Ya entrada la noche, Kansas City nos recibió con las luces de una ciudad que nos prometía mucho y de la que no esperábamos absolutamente nada. Así que nos fuimos a dormir para empezar con el primer rayo -lo que en nuestra realidad significa como a las 10 de la mañana- y un desayuno en el primer lugar que nos encontramos. Este no fue un viaje culinario, sino un viaje para conocer una ciudad a la que, quizá, estaremos volviendo constantemente por nuestras aficiones deportivas.

¿Saben lo que es llegar a una ciudad sin expectativa? Es dejarse sorprender por cada rincón que se van a ir encontrando. Nosotros llegamos a Dallas, agarramos nuestro coche en Budget (y ahorita les voy a explicar por qué) y nos fuimos manejando con la misión de llegar a tiempo a ver un partido de NFL. El viaje no se trataba de otra cosa y, al mismo tiempo, se trató de todo lo que uno puede encontrar cuando no anda buscando nada.

Además, Kansas City hizo algo más. Yo esperaba una ciudad pequeña, sin mucho que hacer, pero me encontré una de las promesas de crecimiento del medio oeste norteamericano, pues resulta que muchas empresas tecnológicas están viendo en la ciudad una gran alternativa a la locura que se vive en la costa oeste, particularmente en Silicon Valley.

Me encontré una ciudad que rebosa arte en varios rincones y que levanta la mano como uno de los destinos más interesantes que me ha tocado conocer y gente que siempre te recibe con una sonrisa, con buena vibra y, sobretodo, con mucho de la historia de un país que me encanta recorrer.

Tras observar desde lo alto la ciudad y una visita a un museo que bien vale un artículo por si mismo, caminamos un poco para buscar un buen lugar con BBQ, sabiendo que en esta ciudad de Missouri encontraríamos fácilmente un manjar y decidimos matar la tarde metiéndonos al Sealife Kansas City Aquarium, lo que nos dejó en claro que cuando hay iniciativa e impulso, no hay barrera que detenga.

Nuestro viaje fue, fundamentalmente, para ir a un partido de NFL, pero sabíamos que regresar a esta ciudad era necesario, por decir lo menos. El domingo, saliendo del estadio, nos trepamos al auto que nos dieron en Dallas y emprendimos camino de regreso, ahora por una ruta que nos llevaría a detenernos en Durant, Oklahoma a dormir, tras haber atravesado diversos pueblos amish en los que nos dio coraje haber llegado tan tarde pues no pudimos detenernos a probar la comida o conocer las tiendas de una comunidad tan interesante como esa.

Y aquí, en lo que hacemos la pausa para dormir en Durant, en uno de esos moteles de carretera que todos alguna vez debemos experimentar, es cuando les explico por qué siempre termino rentando en la misma empresa el auto, y no me pagan por ello. Y la razón es bastante simple, realmente.

Cuando uno viaja en carretera, lo primero y más importante que está buscando es que el auto esté en excelentes condiciones. Si hablamos de nuestros propios autos, pues tenemos la tranquilidad de conocerlos y saber lo que les ha pasado o no. En el caso de rentar un auto, la realidad es que no se deben dejar ir por el precio -que, si lo hacen, de cualquier forma terminarán en Budget, así que mejor les explico lo otro-, sino por la calidad del vehículo que les están dando. Si recuerdan, en el artículo de la primera parte de este viaje, les conté sobre vientos espantosos que nos agarraron en la carretera y una lluvia torrencial que nos retrasó casi dos horas el camino. El auto que nos dieron aguantó como los grandes los kilómetros que recorrimos en busca de una parada que nos dejara pasar el tiempo en lo que el clima mejoraba.

Y es ahí donde Budget les gana a las demás. He tenido el infortunio de rentar en dos o tres compañías distintas en mis viajes. Si bien hubo una que no podría juzgarlos porque fue una renta para ciudad y de apenas dos días, las otras dos ocasiones para carretera, el viaje fue bastante complicado con unidades que no tenían las condiciones para aguantarlo.

Un desayuno reparador en Durant y recorrimos las últimas dos horas para regresar a Dallas y entregar el auto en las oficinas de Budget. Un auto que recibía unos 2,000 kilómetros nuevos en el medidor y nosotros una nueva lista de anécdotas e historias para recordar.

Porque este viaje que nos llevó por 4 estados del país vecino en apenas 4 días nos recuerda el por qué nos gusta tanto hacer nuestros viajes de esa manera. Me recuerda que, cuando era niño, las grandes anécdotas de las vacaciones sucedían en el camino, no en el destino final y que el camino a ese destino era, en si mismo, una aventura que hacía que todo valiera la pena. Hoy terminamos en Kansas City tras un viaje de capricho e impulso. Claro… podríamos haber llegado a Kansas en avión, haciendo una simple escala en NY o Detroit, pero… ¿dónde está lo divertido en eso?

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