Por Elsie Méndez @sabormexico
La zona de Santa Fe en la Ciudad de México es como un pequeño submundo en esta enorme urbe, pareciera que no fuera parte de la ciudad, el comportamiento de la gente es diferente, nadie ha podido descubrir el secreto de como actúa y que es lo que realmente quieren quienes viven o trabajan en esta colonia, pero lo que si es una realidad, es que quienes vivimos, y trabajamos, en Santa Fe, nos alegra de sobre manera el que abran nuevos espacios con buenos conceptos y sobre todo bien ejecutados. Así las cosas, una tarde de sábado, cuando esta área esta más tranquila del ir y venir de los miles de ejecutivos que laboran en las grandes empresas que ahí se encuentran, decidimos visitar el restaurante Vesuvio, ubicado en el centro comercial Samara, y constatar las recomendaciones que sobre este lugar nos habían hecho.
Antes de la comida lo que uno ve primero es la decoración, el espacio, el ambiente, y el del restaurante Vesuvio nos hizo sentir fuera la ciudad, nos recibe con una enorme y muy iluminada terraza con mesas de madera de estilo rústico, y por dentro, evoca una típica Trattoria italiana, no muy lejos, uno puede ver el hermoso y radiante horno de leña que nos indica que nuestras pizzas y algunos otros platillos serán cocinados ahí dentro, ya se nos hace agua la boca con solo imaginarlo.
En una sola carta viene todo, lo suficientemente grande para que quepa todo y con letras que no se necesita una lupa, muy bien balanceado ya que tiene buena cantidad de entradas o antipastos, ensaladas, sopas, pastas, risottos, pizzas, platos fuertes, pero eso si, la de postres es cosa aparte porque ese gran final se toma muy en serio en el restaurante Vesuvio. Su carta de vinos tiene una buena variedad de etiquetas de diferentes regiones que se adapta muy bien a todo tipo de gustos y bolsillos.
Sin antes haber decido ni las entradas ya sabíamos que íbamos a pedir una pizza, ¿Qué por qué? Pues por la sencilla razón de que el restaurante Vesuvio tiene la certificación de la organización de Pizzeros de Nápoles, lo que garantiza no solo que sus pizzas son elaboradas de la forma más tradicional, los ingredientes que estas llevan deben ser de muy alta calidad, así que no era tema de debate ni de duda si la pizza iba a estar o no como parte de los platillos de esa tarde.
Para comenzar uno de sus cocteles, y su sangría de vino espumoso blanco es una delicia, perfecto para ir dejando que su ambiente relajado vaya tomando posesión de nuestro estado de ánimo. El inicio en los platillos fue con una ensalada caprese, buen producto, fresco, con un pesto muy rico, algo sencillo para comenzar porque venían otros platos más.
Su Carpaccio di Salmone viene en una porción que es perfecta para compartir, finas láminas bañadas con un aceite de oliva virgen extra traído de Italia, con cebolla morada y unas gotitas de limón. Muy rico, y desapareció muy rápidamente del plato.
Yo amo las sopas, especialmente esas que son de recetas muy tradicionales como la Minestrone Di Stagione, esa combinación de legumbres con la pasta en ese caldillo espeso de jitomate y con el queso parmesano siempre me abraza por dentro, no me defraudo en lo absoluto, al contrario, se sentía como la de la nona (abuela) como dicen los italianos.
Llegaron los fuertes, y en la mesa se presentaron la pizza Schiacciata Classica y el Tagliata Di Manzo, ambos recomendaciones del gerente y ambas resultaron exquisitas. La Pizza es de las mejores que he probado en la ciudad, su pasta es perfecta, crujiente, no demasiado gruesa ni delgada, maravillosa, rellena de mozzarella, jamón ahumado y queso Grana Padano. Por su parte el Tagliata un Filete de res, infusionado con aceite de olivo, ajo, romero, acompañado con spaghetti, es una opción muy completa que puede inclusive ser un único plato por si no llevan mucha hambre y solo quieren un platillo, en nuestro caso como compartimos todo no lo sentimos muy pesado.
Los postres son la otra razón por la que he regresado una y otra vez, son divinamente deliciosos. Su Tiramisu: Sotelillas remojadas en café con crema, mascarpone, huevos y cacao en polvo, es simplemente exquisito, ya me había dicho de este postre, pero uno no lo cree hasta que lo prueba, yo que no soy dulcera, me agarre a cucharadas con mi cómplice peleando por el último trozo. Además pedí uno de sus helados o más bien un Gelati de Cioccolato, del cual me hice loca y no di ni una probadita, y les repito, no soy dulcera, así que ya podrán imaginarse lo bueno que estaba.
Otra de sus especialidades son los cafés y tés, una extensa y muy profesional carta de estas bebidas que los hará estar más tiempo de lo que uno imagina tratando de decidir por cual, mi capuchino era uno de esos de los que no tan fácilmente uno encuentra en todos lados.
Sin darnos cuenta habían pasado varias horas, pues claro, cuando uno se encuentra tan a gusto, en muy buena compañía y excelso platos y bebidas, el tiempo ni se siente. Ese es el efecto que causa un lugar con un personal y una cocina que lo hacen sentir a uno pleno y feliz. Restaurante Vesuvio es de mis favoritos en Santa Fe, y si andan por la zona, o trabajan o viven por ahí, no dejen de visitarlo, verán que lo que les cuento, se queda corto con lo que ustedes mismos podrán vivir.