Por: Carlos Dragonné
Cuando comencé a cocinar de niño y descubrí la pasión que tenía por los aromas y sabores que pueden salir de cualquier cocina, lo hice preparando cocina italiana. Aún recuerdo los intentos para crear el spaguetti perfecto y, al día de hoy, mi lasaña sigue siendo de los grandes orgullos cuando me pongo el mandil y agarro los cuchillos. Por eso no es sorpresa que mi primer libro de cocina haya sido La Cuchara de Plata o que varios de mis cocineros favoritos sirvan la gastronomía itálica más emblemática. Tampoco debería ser sorpresa que uno de mis grandes favoritos en la ciudad del pecado sea este lugar. Bienvenidos a Las Vegas. El menú de hoy se sirve en Rao’s.
Definir a Frank Pellegrino Sr. es un asunto apasionante en términos de lo que ha significado para muchos que tuvimos la suerte de cruzarnos de manera directa o indirecta en su camino. Actor y figura principal en el crecimiento de la identidad italiana de Harlem en New York, Frank era un celoso defensor y promotor de la cultura italiana y de la mayor tradición alrededor de ella: la familia.
Frank Sr. murió en 2017 y nadie mejor que su hijo para rendirle un homenaje a lo que fue una vida llena de anécdotas, de aromas y de sabores en las mesas de un restaurante que ha sido parte de las historias de generaciones que han cruzado sus puertas desde finales del siglo XIX y que, ahora, pueden hacerlo en Los Ángeles y en Las Vegas. Esto fue una celebración a la vida. Aquí no hubo tristezas.
He tenido la suerte de platicar y sonreír junto a Frank Pellegrino Jr. por tres años seguidos en el marco de Vegas Uncork’d y nunca me he perdido uno sólo de sus eventos. Por ello no podía dejar de venir a este, en el que se nos regalaría lo que puede definir una última probada de los sabores que su padre, verdadera institución de la industria culinaria en Estados Unidos, guardaba cerca del corazón. Así, levantamos nuestras copas y brindamos con Frank Jr., Ron Straci y Dino Gatto para comenzar una despedida a Frank Sr. al más puro estilo de los Pellegrino: entre familia.
Ese es el punto clave que hace que Rao’s sea un lugar exitoso. Cuando entras sabes que estás regresando, de alguna manera, a un lugar que puedes sentir tuyo. Eso es lo que logra la cocina del lugar, inspirada en aquellas familias migrantes que definieron el New York del siglo XX. Eso fue esta Master Series en el marco del evento presentado por Bon Appétit y que, entre vinos de Toscana y Campania, nos llevó a los platillos favoritos de la mesa de Frank Sr.
No les voy a negar que fue algo especial. Desde las albóndigas tradicionales que me hacen regresar a este restaurante del Caesars Palace cada vez que puedo -porque, además, el de New York es uno de los lugares más difíciles de entrar- hasta el postre que explotaba de manera brutal con su identidad napolitana al momento de probarlo, la noche puede definirse como mágica por diferentes razones.
Y es que 122 años después de que se abriera en la calle 144 en Manhattan, el lugar sigue manteniendo la certeza de saberse auténtico, con recetas que han pasado generación tras generación siempre en la búsqueda de mayor autenticidad en los recuerdos que se cuentan en la mesa de una diáspora que, a su vez, ha definido la historia moderna de todo el país vecino.
Conforme la noche se acercaba al final, Frank Jr. salió a despedir la noche con un brindis no sólo por la memoria de su padre, sino por el espíritu de gozo que siempre lo caracterizó y que se vio reflejado siempre en los platos que servía incansablemente en sus restaurantes, hoy convertidos en una marca que trasciende las mesas y los muros de New York, Vegas y Los Angeles y regresa cada noche al mismo lugar donde nació: una esquina en East Harlem que ha visto pasar dos siglos y se mantiene referente de la ciudad que define a Estados Unidos en el imaginario colectivo.
Cuando falleció, su amigo Bo Dietl dijo “Perdimos una parte de New York cuando perdimos a Frankie”. Así de importante es Rao’s y, por lo mismo, así de profunda la huella de Frank Pellegrino Sr. Por eso esa noche levantamos las copas y recordamos su risa, los abrazos y los sabores que lo han hecho inmortal. Porque de aromas y buenos momentos estará siempre plagada la historia de las leyendas.
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