Por: Carlos Dragonné
De todos los lugares en los que he pensado que podría encontrar cocina americana y la esencia de la misma, Oregon es, por mucho, de los que me ha sorprendido más. Un poco por el desconocimiento del estado. Pero en gran medida es porque la crisis económica que azotó Estados Unidos en 2007 pegó con mucha fuerza en Portland. Y la comida tuvo que ver en el resurgimiento de este estado lleno de contrastes.
LA SUBCULTURA DEL FOOD TRUCK EN PORTLAND
Era tan sólo un paso natural que con la crisis nacida en el mercado de bienes raíces, la comida viniera a apoyar la reconstrucción de la zona. Y el epicentro de todo en Portland pasa por las cocinas móviles, los food trucks y el rescate de una cultura que, incluso, estaba presente a principios del siglo XX pero que ha definido el siglo XXI de la ciudad.
Portland es, junto a Denver y Seattle, una de las ciudades con mayor cultura urbana de la costa oeste de Estados Unidos. La subcultura del food truck está arraigada casi genéticamente en los locales. Desde muy temprano hay una operación importante de gente sirviendo café, desayunos, bagels y demás ideas para arrancar el día con la mejor actitud.
Fried Egg I’m In Love es, quizá, de mis favoritos de la ciudad. No sólo por el nombre, sino porque si andan ya hacia finales de la semana, una mimosa para el desayuno suena como una buena idea. Pero este espacio con apenas siete años -y ya con restaurante formal- enarbola mucho de lo que significa esta subcultura en una ciudad y un estado de altísimos contrastes.
Además de food trucks y sabores que reconectaron a la gente con la calle y la cocina, el vino, la cerveza y la cocina del mar que se está dando en todo el estado Portland se está convirtiendo en una capital culinaria del pacífico noroeste. ¿Cómo?
A escena: chefs y gente resiliente. Empresarios improvisados en un afán de sobrevivir llevaron la gastronomía de Oregon a las calles con el verdadero boom de los food trucks. La explosión de esta subcultura se subió a la dinámica de gente buscando experiencias culinarias que no tuvieran altos costos. Tan sólo en dos años se había incrementado la cantidad de food trucks en cerca de 40% y para 2014 ya existían más de 600 de estos establecimientos, convertidos algunos en restaurantes fijos debido a la popularidad de la que gozaban en el público.
Esto se pudo desarrollar gracias al terreno fértil que Portland representaba para chefs y propuestas culinarias que fueron evolucionando hasta convertir a Portland en un destino culinario por excelencia. La Fundación James Beard comenzó a voltear hacia la ciudad y grandes nombres empezaron a surgir entre las mesas y fogones de una ciudad que estuvo por encima del 10% de desempleo. Nombres como Michael Hebb, Naomi Pomeroy, Joshua McFadden, Gabriel Rucker y John Gorham comenzaron a sonar fuerte en las listas de las nuevas generaciones de cocineros que cambiarían la forma en que comemos en Portland.
Desde el auge de los food trucks, Portland está viviendo una interesantísima época con la presencia de restaurantes que son la evolución natural de los camiones y pequeños espacios callejeros. El rango de sabores va desde joyas como Canard de Gabriel Rucker a emblemas citadinos como Toro Bravo de Gorham -este convertido en un emporio que incluye mi lugar favorito de toda la ciudad: Tasty & Alder-, llegando inevtiablemente a Imperial de Vitaly Paley.
Es cosa nuestra que ahora nos dejemos influenciar por una ciudad que sabe de muchas maneras. Todas ellas espectaculares.
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