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¿Por qué come la gente? Hambre es la última razón

por Sabores de México

Psiconutriólogos, expertos en conducta humana, gastrónomos o cualquiera que haga de la comida su objeto de estudio, comprende que sobre la alimentación recae, definitivamente, un amplio espectro de aristas más allá de lo fisiológico. Pero, ¿por qué come la gente? Comer es un acto social, una declaración cultural y una necesidad emocional. 

¿Por qué, entonces, atribuirle connotaciones a una situación que, aparentemente, se acaba tan pronto como tragamos? Bueno, los alimentos representan un terreno donde la probabilidad de tener victorias, o por lo menos algún tipo de seguridad, es alta. Del cúmulo de situaciones que no están bajo nuestro control a lo largo del día, ciertamente resulta ideal sentir que aún tenemos el poder de decidir sobre algo. 

por qué come la gente

Connotaciones emocionales y sociales de la comida

En la hora del desayuno, el almuerzo o la cena podemos reivindicar espacios, recompensar esfuerzos o castigar instintos. Y no es gratis que le imprimamos una carga simbólica tan fuerte. Para la psiconutricionista, Dafne León, todo tiene origen en la estructura entendida como familia. “La alimentación para los mexicanos tiene una asociación muy fuerte con el componente familiar. Podemos sentirnos queridos o protegidos cuando comemos, pero esto implica la creación de ganchos emocionales con lo que consumimos”, comentó. 

Según un estudio de la Universidad Autónoma del Estado de México, “la familia es la unidad básica que rige el comportamiento de los individuos como espacio primario de socialización”. Ante esto, Miguel Zerón, miembro de Bitácora Social, explicó en una de sus conferencias que en este punto de partida, el sujeto no toma sus propias decisiones, sino que la sociedad lo condiciona. Al ser el primer núcleo del mismo, todo lo que provenga de allí se cubre con un “halo protector”. En adelante, esta etapa podría marcar sus hábitos alimenticios de manera positiva o simplemente generar un malestar al cambio.

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¿Por qué come la gente? Un platillo de emociones

Además de antecedentes familiares, las situaciones por las que navegamos día con día generan una factura emocional y el manejo de las mismas podría verse reflejado en nuestra elección alimentaria. Cuando hacemos algo bien, lo que sea que eso signifique, nos recompensamos con premios: un pastel, chocolate, una hamburguesa, etc. Pero claro, por otro lado, siempre podemos castigarnos y la manera de hacerlo es, especialmente, retirando estas gratificaciones, generando ansiedad o culpa.

Esta última es el motor de muchos de los sistemas en la sociedad y, ¿por qué sería diferente con la comida? Cuando sentenciamos que un paquete de papas será el almuerzo perfecto para una tarde llena de pendientes, el cargo de conciencia, más tarde, nos obliga a compensarlo con algo más elaborado. 

Pero, ¿es suficiente compensar más tarde?

Miguel Zerón opina que no. Le atribuyó este comportamiento a un criterio más razonable que racional.  Es decir, dentro de la amalgama de nuestras posibilidades, elegimos lo que aparentemente equilibra la situación. Se come poco, pero se trabaja mucho y estas dos partes equivalen a una suma cero, donde no hay nutrición o mejora alguna, pero tampoco retroceso. 

Y, como advierte el libro Qué y cómo comemos los mexicanos, del Instituto Nacional de Salud Pública, “México es un país que sufre la doble carga de la mala nutrición tanto por deficiencia como por exceso, todo debido a no comer de manera consciente. De hecho, León asegura que el 90% de sus pacientes llega con dietas basadas en emociones y que el grupo etario que está más en contacto con su verdadero instinto fisiológico son los niños.

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¿Qué dicta la cultura sobre la alimentación?

Existe más de un México y la gastronomía de cada región del país habla de su gente. Para Sonya Santos, gastrónoma y Directora de la Fundación Olga y Rufino Tamayo, A.C se trata de “un conglomerado entre la historia y la cultura. Porque ahí se incluyen los diferentes matices que, a lo largo de siglos, van transformando cada platillo y cada hábito. Sobre todo, cargando la identidad que caracteriza a la persona de ese lugar”.

Sin ir más lejos, no es lo mismo el despertar de un regiomontano que el de una persona en la CDMX y, del mismo modo, tampoco lo va a ser su desayuno, por ejemplo. “Por ganar unos minutos de sueño y llegar a la escuela o al trabajo, el capitalino puede saltarse el desayuno y por eso existe el almuerzo de media mañana.” En Monterrey, la cosa cambia, porque las distancias son significativamente más cortas y el desayuno se constituye mucho más fuerte.

Así que sí, de las mil razones de por qué come la gente, muchas no están ligadas estrictamente al hambre y la clave está en comenzar a escuchar al cuerpo. La psiconutricionista Dafne León recomienda hacer una pausa del ajetreo, quitar el piloto automático para entender las necesidades propias y parecerse un poco más a los pequeños. “Muchas personas llegan preocupadas porque sus hijos no comen cuando les indican, yo les digo que no se apuren, porque seguramente el niño o la niña va a comer cuando sienta que debe hacerlo” finalizó.

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