Por: Carlos Dragonné
Desde hace años, varios amigos que huyeron de la vorágine de la ciudad de México -algunos, incluso, del caos mismo- me habían invitado a visitarlos en Playa del Carmen y, por cuestiones variadas no había podido aceptar su invitación. Hace unas semanas decidí que era momento de dejar de postergar un viaje de descanso y relajación y aprovechando una oferta de vuelos de cierta aerolínea, una serie de juntas para un documental y un festival gastronómico, todos en la misma semana, me trepé al avión y emprendí camino al que todos llaman “El paraíso del Caribe”.
40 minutos después de aterrizar y cruzando la carretera que conecta Cancún con Playa del Carmen, llegué a The Palm at Playa, el hotel que sería mi lugar de descanso por los siguientes 5 días y que ya desde la llegada prometía cumplir con varias de mis expectativas. Y es que sí hay una serie de Resorts impresionantes en el camino entre Cancún y Playa del Carmen que ofrecen una experiencia de descanso única, pero están tan alejados del centro de la diversión que más bien son para quienes buscan aislarse y disfrutar de toda la comodidad sin salir de las enormes propiedades. Yo buscaba algo más, quería sentir y vivir Playa del Carmen a cualquier hora, por lo que este hotel ubicado en la Calle 8 esquina con la 5ta Avenida, centro de todo lo que sucede y los lugares donde sucede en Playa, era la mejor opción.
Las habitaciones del hotel son amplias y cuentan con amenidades dignas de un hotel de lujo. Desde su habitación más sencilla hasta la grandiosa suite de dos recámaras que dobla en tamaño al primer departamento que tuve están amuebladas para poder disfrutar horas de relajación total sin tener que salir de la habitación. En esta ocasión me decidí por la habitación LOFT, un cuarto de 60 metros cuadrados que me sirvió para descansar un momento de la carretera en su cama king-size con sábanas dignas de querer aplicar la indecencia de robarme y traerme a casa. Lo mismo con sus grandes almohadones que aún intento definir si valió la pena dejar que ganara la decencia en lugar de jugar al loco y reportarlos como ‘faltantes’ mientras los metía en mi maleta.
Era momento de comenzar mi recorrido por Playa del Carmen, destino que no conocía y que me sorprendió con cada uno de mis caprichos cumplidos. Desde el ocasional puro viajero -solo fumo puro cuando estoy de viaje- y que en esta ocasión, a pesar de la enorme variedad de habanos que tentaron mis antojos, me decidí por uno forjado en el momento por un señor que, más que testigo de todo lo que pasa por la 5ta Avenida, se ha convertido en relator de historias y que, durante buen rato, se dedicó a compartir anécdotas y recomendaciones del lugar, más desde la perspectiva de un lugareño que desde el punto de vista que satisficiera a un turista.
Playa del Carmen también va levantando la mano, poco a poco, como un destino donde se puede comer de manera increíble. Y para ello, mi primera escala gastronómica sería Yaxché y puso la vara alta para los días restantes, ya que el menú de comida yucateca tradicional no le pide nada a los restaurantes de la capital del país. Incluso, me atrevería a decir que es uno de los 5 mejores lugares de comida de dicha península que he probado. Desde los salbutes hasta un gran Boxito, una crema de frijol con queso cotija y longaniza, el lugar es un indispensable para aquellos de ustedes que visiten este destino del caribe mexicano.
La vida nocturna en Playa del Carmen es, por evidente lógica, impresionante. Todo tipo de lugares los esperan dependiendo de lo que estén buscando para recibir la madrugada. Desde pubs con una impresionante cantidad de cervezas artesanales mexicanas e importadas, hasta bares más íntimos con música que va desde el rock en vivo hasta la trova, pasando por los evidentes y necesarísimos clubes nocturnos donde la fiesta empieza en la pista y termina donde ustedes quieren que termine. Es digno de destacar que Playa del Carmen está realizando un importante esfuerzo por quitarle a Puerto Vallarta el título de Gay Friendly Destination que ha ostentado por años. Conscientes de la diversidad de los turistas que los visitan, en Playa se han levantado las banderas del arcoíris en incontables lugares y muchos de ellos están llenos de este sector de viajeros que han demostrado ser de los mejores consumidores del turismo a nivel mundial.
Al día siguiente y tras viajar a Cancún a las juntas programadas, regresé cansado de la carretera por lo que decidí aprovechar el Spa de The Palm at Playa para un masaje relajante y, de paso, pedir un masaje específico en mi rodilla derecha que venía sufriendo de dolores desde una semana antes. He de contarles que tras haber recibido el tratamiento e, incluso, una muestra de una pomada que contrarrestaría la lesión que tenía en la rodilla -sí, tenía, porque entre los masajes que claramente repetí en los días siguientes y la pomada entregada, la lesión disminuyó hasta el punto de no molestarme desde aquel viaje-, pude disfrutar hasta del espacio de gimnasio que tiene para ofrecer este hotel. No podía dejar pasar la oportunidad diaria de hacer algunas rutinas de ejercicio con el caribe de fondo para, tras un baño que quitara el sudor conseguido, poder bajar a caminar de nuevo por las calles de Playa del Carmen.
Una cerveza en un pequeño lugar y una plática con un gran amigo después, el hambre hizo de las suyas y atacó, por lo que me di a la tarea de comer las que un lugareño me describió como las mejores pizzas de toda la ciudad. ¿Cómo se llamaban? Debo confesarles que no lo recuerdo, pero puedo decirles que están sobre la 10 Norte entre la 6 y la 8, un pequeño localito que, efectivamente, podrían ser las mejores pizzas del destino turístico y que se venden por rebanada o por pizza entera. Incluso, más tarde regresé por un par de rebanadas a pesar de que tenía programada una visita a Le Chique para probar el extraordinario menú de Jonathan Gomezluna de 29 tiempos del que ya les platicaré en un par de días. Sí… la gula ganó ese día y, ¿saben algo? No me importó.
De regreso de una extraordinaria cena, decidí subir al Roof Club del hotel donde la fiesta me recibió con un extraordinario ambiente y un par de tragos especialidad de la casa que mejoraron la ya casi perfecta noche entre la música en vivo de un DJ que sabe cómo lograr un buen ambiente para cerrar el día.
Despertar y disfrutar de la tranquilidad y el silencio de las habitaciones es peligroso. Uno puede sentirse tentado a no salir, prender la TV, abrir un libro, ordenar a Room Service algo del menú del restaurante del hotel, y dejar pasar las horas. Pero los días se terminaban y aún había varios planes por lograr, así que decidí mejor subir al gimnasio y, después, pedir el desayuno en una de las mesas del Calle 8. Un menú creado para el disfrute de extranjeros que, sin embargo, hace sus méritos con paladares nacionales y que esconde en su cocina un buen manejo de ingredientes aunque los platillos sean los típicos de un hotel que recibe a visitantes de todo el mundo. Si van, no dejen de probar sus chilaquiles o, incluso, los huevos con machaca.
Panza llena, corazón contento. Era momento de disfrutar la arena del caribe y el mar. Nunca dejaré de maravillarme con los colores del mar caribe mexicano. Este paraíso puede disfrutarse de muchas maneras y una de las más extraordinarias es el buceo, así que era hora de adentrarnos en el gran azul para, simplemente, disfrutar con la belleza natural de nuestros mares y la vida marina que, a veces, olvidamos que está ahí y que debemos cuidar y proteger siempre para que siga siendo parte importante de los placeres que nuestro hermoso país tiene para ofrecer. Hay una gran cantidad de proveedores de servicio de buceo en Playa del Carmen, por lo que sólo deben acercarse a ellos y vivir su experiencia.
Se terminaban los días en Playa del Carmen. Con mucho pesar dejé mi habitación en The Palm at Playa y me dirigí al aeropuerto de Cancún. En el auto que renté sonaba Comptine d’un autre été del pianista compositor francés Yann Tiersen. La música parecía puesta ahí por un capricho de mi reproductor digital. Las notas del piano acompañaron un pequeño recorrido de la carretera con ese dejo de nostalgia del tema y, como si se tratara de una escena para recordar vista en la pantalla, así subí la velocidad mientras me alejaba de Playa del Carmen, dejando lo que podría ser uno de los mejores destinos en nuestro país si lo que se busca es… lo que sea.