Viajar es, lo he dicho mucho, el mejor trabajo. Uno busca descubrir espacios y conocer culturas en cada rincón al que tiene la oportunidad de ir y, de vez en cuando, se tiene la suerte de cruzar las puertas de viejos museos, antiguos palacetes, grandes estructuras y, sobretodo, edificios con al ma e historia que han sabido no sólo sobrevivir al paso del tiempo, sino a la cada vez más invasiva inmediatez en la que nada parece tener el sustento requerido. Madrid entera es una ciudad que se resiste a caer en esas tentaciones de la ignorancia que hoy llamamos colectividad conectada. Y el Hotel Palacio del Retiro es, por mucho, la mejor bienvenida a un viaje que nos llevará al pasado que nos construye, aunque algunos insistan en borrarlo o, peor aún, olvidarlo.
Lo que fue el Palacio Oriol, hoy es uno de solo seis hoteles con una distinción especial.
No quiero aburrirlos con la historia del lugar. No porque no la valga, sino porque quiero que viajen, que suban a un avión y lleguen a Madrid, que crucen las puertas del lugar ubicado en la Calle Alfonso XII justo frente al icónico Parque del Retiro y descubran por ustedes mismos los recovecos que tiene, las historias que se cuentan. La historia tiene, por mucho, que vivirse. Respirar los años que ocultan los tapices y las obras de arte, con el aroma del café en un salón que hoy sirve como restaurante pero en el que se intuyen los puros y pláticas de principios del siglo XX, cuando fue construido por José Luis Oriol.
El palacete levantado en una esquina fue pensado para ser la casa familiar. Y uno puede asomarse desde el tercer piso e imaginar el bullicio de alguno de los 8 hijos de José Luis Oriol corriendo, mujeres preocupadas por los compromisos sociales y las reuniones en las que bien podían buscarse recursos para fundar Patentes Talgo, la empresa ferroviaria que le ha dado forma a la manera de moverse en España. Digámoslo así: si alguna vez se han subido al Renfe, se han subido a uno de esos trenes.
El Palacio del Retiro no solo ha visto la historia. Es la historia misma.
Los pasillos del hotel están llenos de la historia de España, y el apellido Oriol es fundamental para entender al país que algunos —aún— llaman la madre patria. En lo que hoy es el Palacio del Retiro se cerraron los tratos para fundar Hidrola que, a la sazón, terminaría convirtiéndose en Iberdrola. En los estudios del Arquitecto Oriol, hoy convertidos en suites, se dibujó y planeó la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Valencia.
La arquitectura del espacio, por razones obvias, es espectacular. Ventanales rectangulares y la combinación de hierro y cristal y puertas en forma de arcos y una escalera principal de caracol que va rodeando el hueco de un ascensor que fuera de los primeros de España y del que aún se guardan las rejas en la planta noble, el hotel guarda una particularidad sobre otras propiedades históricas que bien vale la pena resaltar.
Si bien hoy es parte de AC Hotels y de la colección Autograph de la marca Marriott, esto es posible porque Miguel de Oriol e Ybarra, arquitecto y nieto del creador del edificio, rehabilitó el espacio en 2004 y lo rentó a la marca hotelera. Es decir, los pasillos que recorren y las habitaciones en las que se quedan siguen siendo de la familia original, hoy ya en conjunto inevitable con un corporativo que, además, garantiza estándares de calidad que pocos lugares. Y eso me lleva a otro tema.
El Hotel Palacio del Retiro, Autograph Collection. Uno de seis…
Cuando les menciono “uno de seis” es porque en una ciudad que recibe casi 5 millones de visitantes al año, que cuenta con más de 1,140 hoteles y un total de 54,000 habitaciones, el Hotel AC Palacio del Retiro, Autograph Collection es uno de sólo seis hoteles 5 estrellas Gran Lujo en la capital española. Y no soprende. Les cuento por qué.
Este espacio que además está protegido como Patrimonio Nacional tiene, ya de entrada, la mejor vista que imaginen, con las rejas del Parque del Retiro justo frente a la propiedad y una colección de arte en sus cuatro plantas que ha sido curada por Lorenzo Marqués, quien se enfocó en el minimalismo como contraste de la tradición y grandilocuencia del hotel.
La ventaja de tener todo cerca del Hotel Palacio del Retiro
Conectado con todo Madrid a través de estaciones de metro cercanas o paradas de autobuses, la realidad es que apenas usamos el transporte público porque Madrid se camina y se disfruta a pie. Del hotel a la Puerta de Alcalá —en remodelación como media Europa al parecer, pero de eso hablaremos en otro tema— son tres cuadras. Salir por la mañana a correr en el Parque del Retiro supera cualquier gimnasio de hotel. ¿Lo hice? Les dejaré a ustedes que imaginen la respuesta.
Pero además, Madrid está a la mano de este palacete de principios del siglo XX. Caminar por espacio de cinco minutos nos llevó al Museo del Prado y de ahí la aventura nos fue llevando por calles y callejones, por plazas icónicas en las que observar la grandeza de España era obligación para, después, perdernos en las callejuelas que nos terminarían llevando a la Puerta del Sol y sus sabores inigualables. De regreso, una noche, a escasos 10 minutos a pie, terminamos en Taberna La Carmencita, la segunda taberna más antigua de toda España, con su barra de zinc, su vermut de grifo y su comida castiza que supera cualquier expectativa.
¿Cómo se duerme en el Palacio del Retiro?
Como les mencionaba arriba, Lorenzo Marqués optó por un minimalismo que contrasta con la historia. Con ello, las habitaciones tienen un toque de modernidad que no esperarías antes de cruzar la puerta, pero que cumplen a cabalidad no sólo con el punto básico de dormir bien, sino de sentirte en un espacio seguro, íntimo, lleno de una elegancia moderna que hace homenaje a lo que alguna vez la familia Oriol vislumbró como su hogar.
La necesidad de Marriott por buscar edificios singulares y únicos en las ciudades donde busca implementar la marca Autograph se ve satisfecha a carta cabal con un espacio que ha requerido pequeños toques de modernidad como el Suite Bar pero que ha respetado los rincones en donde se guarda la historia no sólo de una familia vinculada intrínsecamente a la historia española, sino de la visión de los espacios en donde la identidad española se mantiene vigente.
La ventaja del Palacio del Retiro al estar en el barrio del arte.
¿Museo del Prado? Check. ¿Museo Reina Sofía? Check. ¿Palacio de Cristal? Check. Pero es de este último del que quiero hablarles. Recorrer el Parque del Retiro era un punto en la lista con el que arrancábamos un viaje que nos tardamos 12 años en construir. Soltar los celulares, viajar y descubrir sin la presión de una agenda, sin juntas pendientes, sin entrevistas obligatorias y medidas. Este viaje comenzaba en un espacio al que ella, mi cómplice perfecta, había venido muchas veces y que yo nunca había visitado.
Así comenzamos el camino hacia la Fuente de los Galápagos para luego bordear el Estanque del Retiro y hacernos una fotografía en el Monumento a Alfonso XII —rey que da nombre a la calle donde está el hotel— y, después, descubrir entre los árboles sin follaje por el invierno el Palacio de Cristal, estructura mítica de una Europa que buscaba conectarse con el mundo entero. Al final, éste fue construido para la Exposición de las Islas Filipinas, como el Crystal Palace de Hyde Park lo fue para la Exposición de Trabajos Industriales o el Palais des Machines para la Exposición Universal de París de 1889.
La lección de la neblina que comenzaba este viaje
Y, como si fuera planeado el juego histórico, esa primera mañana entramos a una exposición que llena de humo y que invade la transparencia natural del Palacio de Cristal en una especie de juego contrastante que —dicen los artistas—juega al revisionismo histórico de la violencia. Yo entendí otra completamente distinta pero, al final, así es el arte. Para mi, caminar por las sombras y la neblina del Palacio de Cristal era una especie de señal de que siempre detrás de las ventanas existen muchas formas de mirar la historia y depende de nosotros enfocarnos en la luz o en la sombra.
Siempre hay algo de mística en la neblina. Pero de manera inevitable, la neblina siempre se levanta para mostrarnos la grandeza de un paisaje que nunca se va, aunque a veces lo ignoremos. Y al fondo de ese paisaje, el Palacio del Retiro ha estado ahí por más de 100 años, viendo cómo Madrid crece, cambia, se reconfigura y, al mismo tiempo, se defiende de lo que viene para mantenerse vivo como sólo Madrid sabe.