Por: Carlos Dragonné
Es demasiado fácil entender las coincidencias cuando uno viaja si pone un poco de atención. Están ahí para entender por qué somos una sociedad y no simples conjuntos de esfuerzos aislados en el planeta. Desde hace años hemos intentado encontrarlos, un poco obsesionados con la idea de estirar lo más que se pueda los brazos para ensanchar el saludo y el abrazo. Eso pasó hace unas semanas en uno de los lugares menos esperados: Wisconsin. El motivo del viaje, Green Bay y los Packers. El resultado del viaje, un nuevo vínculo emocional que me vuelve a unir al medio oeste americano. El lugar donde abracé eso: la nación Oneida.
Green Bay tiene una de las poblaciones más importantes de la tribu Oneida. Estos nativos americanos originalmente de la costa este -estaban en lo que hoy conocemos como Nueva York-, hoy divididos en tres regiones principales, tienen en Green Bay el motivo más fuerte para mi próximo regreso. Estar en la reserva Oneida no es como ir a un recorrido turístico romantizado como lo que solemos hacer con nuestras culturas indígenas en México. Llegar a Green Bay es adentrarse en la cultura Oneida. Vaya, el aeropuerto está justo en el arranque de la reserva.
El orgullo de Oneida Nation
Los Oneida son una tribu orgullosa y su autogobierno entiende la necesidad de adaptarse a la modernidad sin sacrificar lo que les da la identidad ancestral de la que, honestamente, hemos dejado de aprender. Y esto va más allá de su sistema escolar en el que hay una clara misión por mantener vivas las creencias que a muchos podrán parecerles místicas. La defensa constante de la identidad Oneida está forjando en estas tradiciones un camino que sólo puede llevar a la trascendencia y el legado. Así que entrar a casa de una familia para conocer de cerca lo que pasa en la tribu y sus costumbres alimenticias es, por si mismo, un honor.
Cuando crucé la puerta y me encontré con maíces colgados, guardados, separados y desgranados, fue como cruzar un umbral hacia un pedazo de lo que sentimos sólo nuestro y a veces se nos olvida que es de todos. Y es que el proceso que tanto defienden en su estilo de vida es el mismo que nosotros peleamos en nuestras tierras.
Las tres hermanas: cultivo en Oneida Nation.
Los Oneida -y, como aprendí, otras tribus nativas- cultivan bajo el mismo sistema que se ha cultivado en Mesoamérica desde hace cientos de años: las tres hermanas. El maíz, sustentado en la calabaza y el frijol para darle la fortaleza a la tierra que se requiere para sobrevivir. Así, colgadas a secar, con las hojas de la mazorca sirviendo para hacer muñecas y flores, con el respeto a lo que viene de la tierra y frijoles que parecían tan únicos pero, a la vez, tan familiares no pude evitar pensar en lo errados que estamos pensando siempre primero en las diferencias antes que en las profundas coincidencias.
Todos estamos conectados, sin duda.
En el campo, viendo el sistema funcionar de la misma forma en que lo he visto en infinitas ocasiones, regresé mentalmente a las páginas de “El Héroe de las Mil Caras” de Joseph Campbell y a la constante repetición de tradiciones en culturas que parecería que nunca se conocieron y que el escritor llamaba la prueba de que los mitos generan un inconsciente colectivo.
La cosecha no se vende. Hay una cultura profunda de trueque en los Oneida pero, además, existe un arraigado esfuerzo por mantener a la comunidad activamente participando en estas tradiciones. Me dicen que la cosecha es toda una fiesta en la que todas las manos posibles están en los campos, entendiendo, tocando la tierra, recuperando la costumbre de sentir y saber de dónde venimos y, mejor aún, hacia dónde queremos ir.
Y si lo dudan, los Oneida también nixtamalizan. Lo hacen casi como nosotros, aunque aprovechando un poco las ventajas de la modernidad para hacer el proceso más sencillo. Podrían decirme que eso es una ruptura de la romántica artesanía que a nuestro maíz le va tan bien. Pero la realidad es que facilita el proceso con el que la venta de sus productos y el uso del maíz se mueve más allá de la comunidad.
Los conflictos en Oneida Nation son los que otros tenemos: el olvido.
Uno de los grandes conflictos que enfrentamos los países con culturas ancestrales es el olvido en el que las tenemos por décadas y, de pronto, la dádiva que queremos hacer al introducirlos de manera violenta y sin respeto o decoro a la vida moderna. En Green Bay y la reserva Oneida no sentí de ninguna manera eso. Lo que sucede es un proceso en el que todo parte del respeto de la historia y de entender que la construcción de la sociedad se hace no desde las carencias y choques culturales contrastantes, sino a través del entendimiento de las fortalezas de unos y otros.
Sí… venir a Green Bay tiene una motivación deportiva para muchos. Incluso me atrevería a decir que los viajeros mexicanos que tienen en sus lista de deseos esta ciudad son todos amantes del futbol americano. Pero deberíamos de ser más, porque este pequeño destino está más conectado a lo que somos como seres humanos de lo que podrían imaginar.
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