Escribo esto tarde. Muy tarde de hecho. Por alguna razón, me quedé pensando en que ya había escrito alguna vez sobre los murales y las expresiones artísticas urbanas de Phoenix. Y entonces llegué hasta noviembre y sucedieron las elecciones intermedias en Estados Unidos. Arizona me trajo con los pelos de punta —aunque Georgia se lleva las palmas en ese departamento— pero, al final, demócratas volvieron a triunfar en un estado que, alguna vez, fue el bastión del conservadurismo norteamericano que se envolvía en el racismo, la cerrazón y, a ciencia cierta, la ignorancia. Fuera de John McCain parecía un espacio perdido para la evolución de la diversidad. Pero algo pasó. Y justo cuando sonrío por la derrota de Kari Lake y la victoria de Mark Kelly, la memoria me lleva a los murales de Phoenix y el poderío de su discurso.
El tejido social a través del arte.
Alguna vez hablamos de la identidad de Houston en sus paredes. En otra ocasión entendimos a Denver a través de la expresión de sus artistas urbanos. Pero, ¿saben algo? Phoenix empieza a entender que el arte es, por mucho, la mejor herramienta para la reconstrucción del tejido social. Y vaya que había que reconstruirlo en Arizona.
Esta es, por si no lo saben, la quinta área metropolitana más grande de todo Estados Unidos. Al final, Phoenix incluye a Tempe y Scottsdale. Hay un sinfín de ideologías, costumbres, tradiciones y, sobretodo, posturas políticas. Pero el arte ha venido a tomar por asalto las calles de la ciudad para comunicar, en cada rincón posible, las luchas internas de las que a veces, desde el silencio del privilegio, no nos enteramos.
En Central Ave. no se trata de un mural que celebre los años de Barack Obama —lo que a Meghan McCain y los fundamentalistas de la derecha debe de causarles cierto escozor—, sino el camino recorrido por las comunidades BIPOC para llegar a donde están. Y, más aún, lo mucho que falta por caminar.
Hoy los muros no dividen. Comunican. Así los Murales de Phoenix.
Mi pieza de arte urbano favorita sigue estando en Phoenix. Pero lo que en su momento era una pieza entre pocas, hoy es una más de las historias que nos van contando en las paredes artistas que te llevan al verdadero sentido del arte: moverte la fibra, hasta la más fría.
Rainbow Rowell en su novela “Eleanor & Park” tiene una frase que guardé para evitar olvidarla. “Eleanor tenía razón. Nunca se veía bonita. Se veía como si fuera arte, y el arte no tiene que verse bonito; tiene que hacerte sentir algo”. Eso causan los murales que hoy adornan edificios que antes parecían inaccesibles para esta expresión, en pleno centro de Phoenix, a lo largo de Roosevelt Ave., Central Ave. y todos los callejones que puedan imaginar. Sólo vean la fotografía que comparto del mapa de murales que existen.
Muchos artistas han hecho suyas las calles por la imperiosa necesidad de abrirnos la mente a las inspiraciones de dichas piezas. Henri Matisse decía que “La creatividad necesita valentía”, y en un mundo en que parecemos no aprender y seguimos acallando las voces inconformes, a veces es bueno recordar que una pintura es un poema que se ve. No lo dije yo. Lo dijo DaVinci. ¿Quién soy yo para discutirle al maestro?
Los murales de Phoenix. El arte como expresión de la actualidad.
Así, infinidad de nombres, algunos incluso pseudónimos, se han dado a la tarea de impulsar la inconformidad a través de una galería constante que le da vida a una ciudad que, en apenas unos meses, recibirá el Super Bowl en el estadio de los Cardenales de Arizona.
Pero las actividades previas se llevarán a cabo durante una semana en la zona del centro de Phoenix. Innegable la oportunidad de que el arte se convierta en un escaparate de la realidad que necesitamos admitir.
Al final, como dijo Thomas Merton “El arte nos permite, al mismo tiempo, encontrarnos y perdernos”. Y es en esa búsqueda en que la humanidad termina por entender lo que estamos haciendo bien y mal. Bien lo dijo Brandon Sanderson, autor de fantasía en su libro Mistborn: The Hero of Ages. “De alguna manera lo encontraremos. El equilibrio entre lo que deseamos ser y lo que necesitamos ser”. El arte puede ser una ruta. Y en Phoenix la ruta está abierta a todos.