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Morelia, La Noche Moreliana me esta llamando

por Carlos Dragonné

Por: Carlos Dragonné (Acompañado por Elsie Mendez)

Es medianoche. La noche moreliana me está llamando… Sentado frente a una pequeña mesita observo, a través de la puerta abierta del balcón de la habitación, la Catedral de Morelia iluminada en todo su esplendor. La cantera rosada y su estilo barroco la levantan como un imponente testigo del devenir diario de una ciudad que lucha por demostrarle a México y al mundo que hay mucho más acerca de ella que lo que los medios masivos de comunicación han difundido en los últimos meses y que ha afectado la imagen turística de una ciudad que, desde 1991 fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Desde el balcón observo la quietud de la calle y hago el recuento de este día en el que Michoacán habría de invitarnos a redescubrir sus rincones, sus pueblos, sus sabores y, sobretodo, el latido de un estado con historia suficiente para abrir los ojos y escuchar atento el eco de sus leyendas.

Michoacán nos da la bienvenida desde la carretera, con una maravillosa vista del Lago de Cuitzeo, pueblo al que nos dirigimos como primera etapa de este recorrido y que, desde 2006 es denominado por la Secretaría de Turismo como Pueblo Mágico debido a su arquitectura virreinal y los paisajes únicos que nos ofrece su ubicación de ensueño pues el lugar se encuentra rodeado del segundo lago más grande del país. Cuitzeo –que significa “Lugar de Tinajas o Vasijas” en lengua Purépecha– nos recibe con la majestuosidad del Convento de Santa María Magdalena, un exconvento agustino construido en el siglo XVI y que, no solamente representa el avance de las Misiones Conventuales de Michoacán, sino que está íntimamente ligado a los casi 460 años de historia de este lugar pues el inicio de su construcción representa también la fundación de Cuitzeo.

Caminar por los jardines es, tan solo, un preámbulo de lo que nos espera dentro de este inmueble de estilo Gótico Isabelino construido con cantera. El nivel de conservación del lugar es impresionante y nos permite observar y disfrutar los frescos en las paredes, si bien no en todo su esplendor por el natural paso del tiempo, sí evitándonos intuir –como en muchos otros lugares como éste– lo que alguna vez estuvo en los trazos. En el piso superior nos espera un pedazo invaluable del espíritu del lugar: un largo pasillo con pesadas puertas de madera intercaladas cada 3 metros y que, al atravesar el umbral, nos muestran lo que, alguna vez, fueron las celdas en donde los misioneros agustinos vivían. A pesar de lo que se pueda pensar, cada celda tiene una particularidad distinta, ya sea un decorado en los muros, una ventana que otorga una postal a contraluz con la que, fácilmente, podemos imaginar a un religioso en contemplación del hermoso paisaje que, noche a noche, como testigo recíproco, cuidaba el sueño y los ritos nocturnos de los habitantes del convento.

Convento de Santa Magdalena de Cuitzeo

Cualquier viaje a través del pasado podría verse satisfecho con lo que hasta aquí hemos descubierto en este monumental vestigio de la cultura virreinal. Sin embargo, después de cruzar la puerta que aguarda al fondo del pasillo, podemos divisar los tubos de cobre de un viejo órgano que contempla, desde su posición privilegiada, la iglesia que se presenta ante nuestros ojos. Es inevitable materializar los fantasmas de incontables pobladores que, desde sus orígenes indígenas, fueron adentrándose en la cultura evangélica de la Nueva España en medio de esas tradicionales bancas largas de madera. El eco de nuestras palabras resuena en el lugar e, intentando darle un sentido de realismo a nuestra imaginación, leemos en voz alta el inicio del Himno escrito en latín en los muros del lugar: Tantum Ergo Sanctorum… Describir la sensación atemporal que nos conecta con la historia es como querer describir en una fotografía el aroma de un platillo; la respuesta siempre termina siendo “Tendrías que haber estado ahí”.

Salimos del Convento y, caminando entre las calles del pueblo se descubre a simple vista el esfuerzo de sus habitantes por mantener lo más auténtico posible el escenario. Salvo por los automóviles y camiones que circulan por las calles, uno podría jurar que, en cualquier momento, un regimiento de hombres entrará cabalgando a la plaza principal.

En medio de un silencio impuesto por la necesidad de asimilar lo visto y, sobretodo, lo imaginado, tomamos carretera rumbo a Morelia, la capital del estado y, sin duda, una de las ciudades virreinales más hermosas que tiene México. Mezcla de un sinfín de tradiciones prehispánicas que, aún hoy, se mantienen vigentes, Morelia nos recibe con un atardecer en el que hasta los nubarrones amenazantes decidieron acelerar su paso y, al menos por hoy, evitarnos la lluvia que parecía inminente.

Catedral y Centro Historico Michoacan

Ya hospedados en el Hotel Boutique Los Juaninos, abrimos por primera vez la puerta del balcón y observamos el movimiento de la gente frente a la Catedral. Había algo especial en la escena e, intentando averiguar si eran los niños corriendo entre las fuentes, los globos de helio paseando de lado a lado de la plaza, las incontables parejas que caminaban a esa velocidad particular que sólo se practica en la contemplación del romance o la simple vista de la Catedral aún con luz natural, la claridad del truco se hizo evidente… La magia era el conjunto de todos estos pequeños momentos individuales acompañados, como si se tratara de una coreografía, por la armonía de los sonidos de las risas, las pláticas y, sobretodo, el asombro de quienes contemplamos esta escena.

Nuestra cena en Los Mirasoles, restaurante propiedad de la familia Figueroa y estandarte de la cocina michoacana, fue el siguiente paso de esta aventura y del cual les contaremos a detalle pues la experiencia superó con creces cualquier expectativa que habíamos puesto en ella.

Los-Mirasoles, Restaurante Morelia Michoacan

Ya de vuelta en la habitación, satisfechos de cuerpo y espíritu con la primera noche en esta ciudad capital, cuna de momentos históricos y legendarios en la creación de lo que hoy es nuestro México, prendo la computadora y el cursor intermitente del procesador de palabras parpadea impaciente, curioso, expectante. Es medianoche. La noche moreliana me está llamando…


La historia continua con Morelia, un mensaje entre la cantera rosa

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