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LOVE by Cirque du Soleil: Manteniendo la grandeza viva.

por Carlos Dragonné

Por: Carlos Dragonné

A varios años luz de distancia, en algún momento de la historia de nuestro universo, si existen ahí fuera razas alienígenas inteligentes -lo que me gustaría, como a Carl Sagan, pensar que es posible porque, si no, sería un enorme desperdicio- , la sonda Voyager viaja por el espacio. En su interior lleva saludos en cientos de idiomas diferentes, fotografías de la tierra, discursos del propio Sagan y la música de Beethoven, Mozart, Bach y Los Beatles. Sí… The Beatles han trascendido el espacio conocido y se aventuran a recorrer el infinito buscando una forma de vida con la que poder comunicarse a través de las notas de Yesterday, Hey Jude y Strawberry Fields Forever. Pocos artistas pueden hablar de la trascendencia que ha tenido su arte en la historia de la humanidad como ellos. Y a más de 40 años de su separación, 37 años después de la muerte de su hombre emblemático, The Beatles sigue vivo. Respirando con su historia, su influencia y su trascendencia en una ciudad que, a pesar de necesitar reinventarse constantemente, tampoco pierde el camino en entender que en el pasado puede estar la razón de seguir buscando el futuro. Bienvenidos, de nuevo, a Las Vegas. Bienvenidos a LOVE by Cirque du Soleil.

El primer acetato que recuerdo haber descubierto con apenas unos 5 años de edad fue uno de, justamente, The Beatles: el álbum Rubber Soul que arrancaba con el track Drive My Car, canción que puse constantemente hasta que rayé ese disco y el que siguió a ese mismo. Encontraba, a mi corta edad, la métrica y el ritmo de esa canción completamente hipnotizante y necesario de entender, absorber y dejarme envolver. Quizá no fue ninguna sorpresa que, años después, gracias a la colección de casa, descubriera el resto de The Beatles con la que siempre he creído que es su obra maestra: Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band.

Con el paso de los años me haría de la colección entera de su música en formato digital y pasaría horas sentado frente al piano para sacar Yesterday, Let it Be y Hey Jude, canciones fetiche en mi biblioteca musical por miles de razones distintas. Entenderán la expectativa de encontrarme en LOVE, la producción de Cirque du Soleil que nos lleva a través de la historia del cuarteto de Liverpool y me tocó vivirlo sólo, por diferentes razones pero que, aunque profundamente enamorado como he estado hace siete años, era una soledad que requería para entender el show en su plenitud.

Arrancar con Get Back es el primer mensaje claro de lo que estamos por vivir. En una ciudad que vive por enfrentar lo nuevo y lo novedoso cada segundo, Get Back nos deja en claro que tenemos que volver a ese lugar del que venimos. La canción toma un nuevo significado frente a mis ojos y, a partir de ahí, nos movemos por una perfectamente curada narrativa musical de las grandes canciones que definieron no a una banda, sino a una generación. Por eso sabemos qué sentir cuando suenan los acordes de Eleanor Rigby, esa oda a la soledad y entendemos los homenajes al orfanato en el que los juegos de la infancia llevarían a estos niños a unirse a través de la música como en aquellos años y en esos jardines de Strawberry Fields Forever.

Durante el show, la presencia intermitente de esos cuatro niños de orfanato postguerra representando las personalidades de los cuatro grandes que conocemos, se alimentan de los resultados de sus esfuerzos, y entramos a esos momentos clave de su influencia en la cultura no sólo musical, sino en el ámbito que trascendió los escenarios. Su llegada en plena revolución por los derechos civiles no deja de tener cierto espejismo, porque no olvidemos que Estados Unidos le dio el jazz y el swing a Europa en un momento en que la diversidad era una bandera necesaria en la Europa que caía por el abismo del nacionalismo y proteccionismo, como también Inglaterra le dio a Estados Unidos a The Beatles, con las estrofas de Revolution y la hermosa y devastadora Blackbird.

Las emociones de la música son lo que mantiene la música viva. La música que cambia la vida de alguien no se escucha con el oído, sino con el estómago, con la víscera. Esa música que puede cambiarte la perspectiva de lo que estás escuchando está hecha para movernos la entraña, para disparar nuestras preconcepciones al aire y deshacerlas. LOVE es un recordatorio de que hace décadas, cuando el arte importaba más que nunca, cuatro ingleses llegaron a este lado del continente para enseñarnos a vivir a través de los acordes y detrás de los gritos histéricos de estadios llenos y de emociones incontenidas.

Y ahí están esos niños de nuevo. Esos niños que dejan a su líder solo mientras suenan los acordes de A Day in the Life para hacerle un homenaje a la madre de Lennon, muerta en 1947, y de la que se desprendería Hey Jude, en un homenaje absoluto a la necesidad de amar , de ser recordado, de siempre vivir bajo las lecciones de ese recuerdo. Las acrobacias son un juego, el movimiento y la dinámica una necesidad de entretenernos no como show circense, sino como parte de una espectacularidad absoluta que tiene que venir de la mano de lo que cambió la forma en que escuchamos la música.

Tantas cosas no podrían existir en la música el día de hoy sin la existencia de The Beatles. Tantas historias no podrían ser parte de nosotros si no hubieran cruzado esos cuatro Abbey Road buscando a Lucy que, al parecer, se quedó en el cielo con sus diamantes, mientras que nosotros vamos buscando los campos de fresas eternos sin entender que no existe revolución alguna que no pase por una simple frase, porque sí… all you need is LOVE.

Hace unos años la sonda Voyager rebasó los límites de nuestro sistema solar. Va más allá del espacio conocido buscando esa vida inteligente que seguro habita en el vasto universo. Y ese disco de oro lleva la música de estos genios de Liverpool. Habrá quienes crean que en la vastedad del espacio hay un silencio brutal que devora y que aplasta. Pero hay esperanza, porque quizá, en algún momento, como dijera un cantautor español en uno de sus conciertos, un día, no muy lejano, habitantes de Alfa Centauro encuentran la sonda Voyager. Y al escuchar Lucy in the Sky With Diamonds creerán que hemos alcanzado el máximo de la grandeza y la armonía. Tenemos todavía tiempo para que eso suceda.



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