Por: Carlos Dragonné @carlosdragonne
¿Y si celebramos a papá en la ciudad del pecado? Estoy frente a la computadora y creo que empiezo a convencerme con la idea, así que ya empecé a hacer reservaciones y buscar el hotel adecuado. Pero algo me falta… no logro hacerme a la idea de un plan concreto para celebrar a mi viejo, porque hay tantas cosas que hacer y disfrutar en Las Vegas. Por lo tanto, hagamos un ejercicio en el que ustedes me acompañarán a imaginarme lo que podré hacer para celebrarlo como se debe. Sí… este texto será un recorrido imaginario… ¿o no? Quizá sólo sea una especie de carta al futuro.
De nuevo estoy en esta ciudad, a la que considero mi segunda ciudad favorita en todo el mundo. Una ciudad que tiene una vida propia y que contagia esa vida en cuanto uno pone un pie afuera de la terminal de McCarran International Airport y se entrega convencido y complacido a lo que puede ser, si nos dejamos llevar, el mejor viaje que podamos hacer para salir del caos de nuestras propias y particulares selvas de concreto. Las Vegas está reinventándose en cada ocasión. Vaya, estoy regresando tres meses después de mi último viaje y ya hay espectáculos que no había, restaurantes que se llamaban de otra forma, atracciones que bien valen el viaje y lugares por descubrir que hacen del destino un interminable reto. Así que salimos de la terminal y volteo a ver a mi viejo sólo para recordarle que aquí no se pide ni perdón ni permiso.
Nunca me había quedado en el MGM Grand Hotel & Casino. Por alguna extraña razón, este clásico esmeralda de la ciudad no había aparecido en mis reservaciones, quizá por el gusto de andar descubriendo otros lugares más nuevos como Aria Resort & Casino hace un año o por revisitar Hotel Bellagio, un hotel del que podría no salir ni un sólo día entre todo lo que se puede hacer. Pero en este viaje quería disfrutar de la propiedad insignia del grupo hotelero más importante de la ciudad y, además, uno de los más fuertes a nivel mundial (nota mental: realizar un viaje al MGM Grand Sanya en China). Porque necesito un primer concierto que nos de la bienvenida. La MGM Grand Arena tiene un calendario impresionante. Desde Rush hasta Aerosmith, pasando por bandas o solitas más populares que bien podrían servir si el festejado fuera otro. Si a eso le sumamos los shows permanentes como Ka by Cirque du Soleil, David Copperfield -¿quién no ha querido ver a este ilusionista en vivo?- o un show de comedia de Brad Garret, opciones hay para aventar. ¿Creen que es todo? Apenas estamos empezando, porque este hotel también nos ofrece de las mejores experiencias gastronómicas con lugares como L’Atelier de Joël Robuchon, del que ya platicamos en anteriores ocasiones, o el Pub 1842 de Michael Mina donde podrán disfrutar una de las mejores hamburguesas artesanales que podrán probar en su vida, con la mejor malteada de Caramelo, Sal y Bourbon para que baje bien el bocado. Mi padre no es de mucha vida nocturna, pero eso no le impide poner en su lista de “lugares a conocer” el Hakkasan, el club nocturno más impresionante de la ciudad donde, si la música electrónica es lo que les apasiona, Calvin Harris, Jeff Retro, DJ Ruckus, Steve Aoki y Tiësto podrán ser sus DJ’s dependiendo de la noche en que decidan cruzar la cadena y adentrarse en la apasionante noche del desierto de Nevada.
Pero eso es sólo el MGM Grand. Por eso es complicado agendar un viaje de menos de 5 días a este destino, pues hay tantas cosas por hacer para celebrar a quien nos anduvo educando y aguantando cuando sólo pensábamos en el pecado de esta ciudad (claro, en compañía de quien también sufrió canas verdes y nos contaba del uno al tres como si fuera reloj nuclear postapocalíptico) que tomo a mi viejo y me lo llevo a caminar por Las Vegas Boulevard, mejor conocida como The Strip. Apenas he caminado unos metros cuando descubro que en el New York New York Hotel & Casino abrieron una sucursal de Shake Shak, unas hamburguesas que descubrimos mi padre y yo en un kiosco en Madison Square hace algunos años cuando fuimos a ver una obra de teatro a Broadway. Por supuesto, cruzamos la avenida y nos metimos a desayunar. Yo pedí la clásica Shackburger y justo cuando estaba pidiendo otra igual para él, cambió de opinión y se decidió por un ShackMeister Dog que, inmediatamente envidié y del que amenacé con robarle una mordida. Malteadas, por supuesto, y ya teníamos suficiente energía para caminar por unas horas. Así que nos fuimos al Circus Circus Hotel & Casino. “¿En serio? Al Circus Circus?”, podrían preguntar. Uno de los recuerdos más felices con mis padres es la pasión que compartimos por las ferias, misma que nos llevó a recorrer desde las grandes como Aguascalientes o Texcoco, hasta las pequeñas que se encuentran en las colonias populares casi cada semana en la celebración patronal en turno. Y, además, nunca había entrado, así que nos parecía más que adecuado disfrutar juntos la temática de este lugar, tomando en cuenta, además, que ninguno de los dos somos aficionados a las apuestas. Y es que, aunque pueda parecer contradictorio venir a esta ciudad sin la palabra “apuesta” en mente, la realidad es que ofrece tantas cosas tan divertidas y tan variopintas que no necesitamos la adrenalina de los dólares en la mesa y la mirada apenada del croupier cuando los retira. Nos sentimos como aquellos años en los que intentaba ganar premios, muchas veces sin lograrlo y, al voltear a verlo, tenía que salir como el héroe para poder regresar a casa con algo, aunque fuera un buen premio de consolación. Algo tiene de especial el revivir esos momentos con él ahora que ya la adultez llegó –no mucho en mi caso, tengo que admitir– y que, aún a mis 35 tengo que voltear con mirada de niño triste para que le atine a las botellas y pueda traerme a casa un recuerdo invaluable. Sí, lo admito, soy un hombre de nostalgias y de momentos que otros podrían considerar inusuales, pero la sonrisa de ambos al salir del Circus Circus ya entrada la tarde, después de habernos incluso subido a los dos roller coaster que tiene AdventureDrome, son imágenes que, aunque los años pasen, no se borran.
Pero era hora de ponerle seriedad al asunto. Y tenía guardado para mi viejo algo que no se esperaba. Ambos somos fanáticos de Michael Jackson. Cuando vino a la ciudad de México en 1993, mi regalo adelantado de cumpleaños fueron los boletos para poder ir con mi hermano al que hoy sigue siendo el mejor concierto de mi vida. Recuerdo, incluso, que de todos los tatuajes que tengo, mi padre sonrió de más cuando le enseñé la silueta de Jackson que tengo tatuada en la pantorrilla. Así que, desde luego, cuando estaba planeando este viaje, quise que parte del regalo incluyera el show One by Cirque du Soleil en el Mandalay Bay Hotel & Casino, un espectáculo que nos lleva, a través de cuatro personajes que se adentran en el mundo del Rey del Pop y descubren hasta dónde pueden llegar a ser con la guía en espíritu de MJ, después de vencer a una buena cantidad de villanos en uno de los espectáculos de esta compañía canadiense más increíbles que me ha tocado ver, y miren que de los que están aquí en Vegas, me falta sólo LOVE, el basado en los otros grandes monstruos de la música: The Beatles. Así que ahí estábamos, a las afueras del Michael Jackson: ONE Theater en Mandalay Bay, viendo hipnotizados los zapatos y calcetines con cristales Swarovski que Jackson usó en alguno de sus conciertos, la chamarra con la que se presentó a los American Music Awards de 1984 y el programa del concierto de 30 Aniversario que se organizó en el Madison Square Garden y que reunión, por primera vez en tres décadas, a los Jackson Five. Al día de hoy, mi viejo se avienta ese concierto al menos unas tres o cuatro veces al año y lo tiene en todos los formatos que le ha sido posible conseguir. ¿Cómo nos fue? Sólo puedo decirles que ver a mi padre llorar es bastante complicado. Esa noche lo hacía con la sonrisa de alguien que está reviviendo sus recuerdos mientras construye otros nuevos. Nos fuimos a dormir con ese silencio de felicidad que va a hacer eco durante muchas celebraciones. Pero es que teníamos que retomar un poco de fuerzas y hacer espacio en las emociones para lo que teníamos agendado a la mañana siguiente.
Uno no puede venir a Las Vegas y no hacer una escala en el Hotel Bellagio para disfrutar de su Buffet, aplaudido a nivel mundial y orgullo de Edmund Wong, Chef Ejecutivo del Bellagio. El buen diente es hereditario, así que le dimos con ganas a todo lo que encontramos –recomiendo sin temor de equivocarme, su sección de carne y las pizzas que hacen ahí– y nos fuimos de nuevo a las calles de la ciudad para ir a uno de los lugares que más ganas tenía yo de conocer: The Mob Museum, un recorrido histórico sobre la mafia y Las Vegas. Siempre he sido un fanático del mundo de la Cosa Nostra y aún siendo un niño leía biografías de Capone, Lansky, Luciano, Genovese, Schultz, Maranzano y Masseria, así que este pequeño recorrido era un pequeño regalo para mi. O al menos eso creía, porque el viejo se adentró con lujo de detalle en cada rincón de la exhibición y me contaba anécdotas de la mafia que yo desconocía o me corregía, incluso, en algunos momentos en que quería contarle yo algo específico. Si, a pesar de todos los años, seguía sorprendiéndome. Así que le dimos una vuelta al itinerario planeado y, como respuesta, me tocó llevarlo a la parte que el disfrutaba de Las Vegas tantos años atrás cuando vino por primera vez. Fremont Street está cambiada pero no tan cambiada. Ahí todavía están el 4 Queens, el Golden Nugget y otros clásicos casinos de luces interminables que iluminan la noche de Las Vegas en los recuerdos del cine y las fotografías clásicas. Es el último pedazo de Las Vegas originales que se puede disfrutar en medio de la modernidad de hoy día y la nostalgia de los casinos que le dieron identidad a la ciudad durante muchos años, sigue presente entre los reflejos de colores que salen del Fremont Casino y el Golden Gate.
La noche nos agarró en el centro de Las Vegas, aún disfrutando de pequeños lugares que habíamos visto sólo en guías de turista o en viejos documentales de la ciudad del pecado. Así que nos subimos a un taxi y nos regresamos a la celebración real del día del padre. Una cena espectacular en Prime Steakhouse, un verdadero restaurante insignia del hotel Bellagio. Al mando de Rob Moore, a quien conocí hace un par de años cuando estaba en otro restaurante del chef Jean-Georges Vongerichten, un festín para carnívoros empezó a circular por la mesa mientras nos abrían una botella de un vino tinto italiano que quedará guardada como uno de los mejores. Y es que el vino no sólo acompañó una cena espectacular, sino que sirvió para que pudiera chocar las copas y ver a mi padre a los ojos para decirle: Feliz día… hoy y siempre, viejo.
Las 4 mejores actividades para disfrutar con papá en Las Vegas.
- Una cena en el restaurante de su comida favorita. ¿Japonesa? ¿China? ¿Italiana? ¿Mexicana? Hay para escoger.
- Un tour en helicóptero por la ciudad en la noche.
- Rentar un coche exótico y disfrutar The Strip a bordo de un Lamborghini o un Ferrari.
- Las exhibiciones en los hoteles. Ahorita está Titanic: The exhibition en Luxor Hotel & Casino.
Mi Top 5 de restaurantes para la cena de festejo con papá
- Prime Steakhouse. Hotel Bellagio
- Fleur by Hubert Keller. Mandalay Bay Hotel & Casino.
- L’Atelier de Joël Robuchon. MGM Grand Hotel & Casino.