Por Elsie Méndez @sabormexico
Uno tiene muchos sueños, y de todo tipo, los míos casi todo el tiempo están relacionados a viajes, con platillos de un chef al que admiro, con vinos que llevan gran historia en cada gota, si, así son mis sueños la mayor parte de las veces. El hotel La Casa Que Canta estuvo muchas veces en mis sueños, y recientemente se hizo realidad cruzar por su puerta y descubrir que ni en sueños imagine la belleza que este hotel resguarda y que lo convierte en el más romántico de todo Zihuatanejo.
Encontrar unos días para escaparse del trabajo no siempre resulta fácil pero era necesario cortar de tajo con la rutina y reencontrarnos en un entorno que nos permitiera reforzar lazos y darnos el tiempo para estar juntos, concentrados solo en nosotros como pareja, sin prisas ni compromisos, y nuestro cómplice tenía que tener los elementos que dieran el entorno perfecto para ello, no tuve que pensarlo mucho, era momento de viajar hasta Zihuatanejo y hospedarnos en La Casa Que Canta.
Un vuelo directo muy corto nos llevo hasta este paraíso del estado de Guerrero y personal de La Casa Que Canta nos esperaba para transportarnos hasta el hotel donde nos esperaban con frescas bebidas, toallas con delicioso aroma y en pocos minutos estar en la comodidad de nuestra habitación. Parece que saben que uno quiere pasar el trámite del check in lo antes posible y dar inicio al descanso y relajación que tanto se necesita.
No se si ustedes sean como yo que le gusta ver todo a detalle en cuanto llego a mi habitación, así que mientras mi marido se quedo admirando el paisaje que se observa desde las terrazas del hotel (la nuestra tenía la vista de la bahía de Zihuatanejo), yo recorría cada rincón. Un pequeño recibidor a la entrada con una mesa de madera labrada que presume el interés de los propietarios por dar a conocer el gran talento de los artesanos de este país de los cuales son gran aficionados, todos los muebles que decoran las habitaciones y gran parte de las áreas del hotel son seleccionados con cuidado y ahínco por la esposa del propietario y su gusto exquisito se nota en cada detalle. En esa mesa hubo siempre agua y fruta fresca, en esos días los mangos estaban en su mejor momento y me los devoraba tan pronto llegaban a la habitación. El espacio donde se encontraba la cama muy amplio y detonaba la clara intención de que de la sensación de ser el cuarto de la casa de unos amigos a los que uno llega para pasar unos días de vacaciones. Algodón en la ropa de cama, libros, botellas con agua en cada buró, todo sumamente cuidado. El área para guardar la ropa y el baño ¡enorme! ¡Amo los baños enormes! y las amenidades es otra cosa en la que me fijo mucho, sus jabones son artesanales al igual que el shampoo, acondicionador y crema. Si algo hubiera olvidado estaba a mi disposición con solo una llamada. Me sentía mejor que en casa.
Cuando termine mi recorrido me reuní con mi marido en la terraza para degustar algunos bocadillos que nos dejaron como cortesía y pensar que sería lo siguiente que haríamos, teníamos hambre así que lo siguiente fue dirigirnos al restaurante y de paso conocer un poco más de las instalaciones del hotel.
Bajamos algunos tramos de escalera y llegamos hasta la zona de la alberca infinita junto a la cual se encuentra ubicado el restaurante que ofrece los desayunos, comidas y cenas diariamente. La oferta gastronómica de un hotel es de suma importancia para nosotros y el primer día siempre nos da un poco de nervio que no se cumplan con nuestras expectativas, por eso para nosotros es fundamental investigar antes que nada, que el resort tenga una oferta gastronómica acorde con nuestros gustos sibaritas. Teníamos buenas referencias, solo había que confirmarlas.
Desde las mesas a la orilla del salón uno tiene vistas hermosas del mar y la bahía de Zihuatanejo, así que eso ya es un plus, el servicio fue rápido y en extremo amable y simplemente con sus aguas frescas supimos que íbamos por buen camino. Durante los cuatro días que ahí estuvimos no tuvimos queja alguna de sus alimentos, desde el desayuno hasta la cena romántica en la parte baja de unas terrazas que forman parte del hotel, todo fue fantástico. Platillos típicos de la cocina mexicana perfectamente preparados, producto fresco, bien sazonado, se nota de nuevo la mano del propietario que como buen francés le gusta la buena comida y nosotros somos los ganadores de ello. Hasta las botanas en la zona de la alberca fueron perfectas, y que decir de su carta de vinos, excelentes etiquetas con vinos de todo el mundo incluyendo mexicanas de bodegas como Casa Madero ya sea por copa o por botella. No pasamos hambre en ningún momento, ni tuvimos la necesidad de salir corriendo a un lugar cercano para comer como Dios manda. Si, les doy mi palabra como amante del buen comer que el hotel no los va a defraudar en este aspecto bajo ninguna circunstancia.
Nos dimos una vuelta para conocer el resto del hotel y si bien no éramos los únicos huéspedes, encontramos que siempre había un espacio o rincón que te da esa privacidad que uno busca cuando viaja en pareja, ya sea en la alberca, en el restaurante, en el bar o en algún otro sitio fuera de la habitación. Se respira tranquilidad y paz, no hay música estruendosa alterando los sentidos, y para muchos que buscamos justamente eso este hotel es el lugar ideal.
Ya les mencioné la admiración que los propietarios tienen por el arte mexicano el cual se encuentra desde la entrada hasta las habitaciones, pero no solo en artesanía, también en esculturas y cuadros que decoran cada espacio del hotel, quería llevarme todo y replicarlo exactamente igual en mi casa, el buen gusto se aprecia en todo el hotel.
Uno sabe que esta en un pequeño paraíso dentro de otro, porque el encanto de Zihuatanejo, este pueblo apacible de pescadores, se admira y se siente desde La Casa Que Canta. Durante nuestra estancia lo único que nos hizo falta fueron más días, días para gozar de su excelsa gastronomía, días para estar acostados desde la terraza de nuestra habitación o desde la alberca de agua salada tumbados en sus camastros, días para admirar el vuelo de las aves, el sonido de las olas, o el adormecedor ruido de las gotas de lluvia al caer en aquellas noche que se refrescaron con ella. Si, tomar las maletas y salir de La Casa Que Canta no es tarea fácil y nos deja con la enorme necesidad de buscar de nuevo en la agenda días para escaparse y vivir el romance en este santuario para los sentidos.
Para mayores informes sobre este hermoso hotel visiten: http://www.lacasaquecanta.com/es/m_1_Bienvenidos.php