Por: Carlos Dragonné
Viajar debería ser un derecho humano. Cuando viajas te abres las puertas a experiencias y nuevas personas que alimentan tu visión del mundo y terminan por enseñarte una realidad distinta con la que puedes romper barreras en los prejuicios. Por ello cuando se abren las oportunidades de poner kilómetros en el contador de historias hay que aprovecharlo, pues ayuda a entender que todos somos parte de un mismo organismo. Llegué a esta ciudad para participar en un evento que me dejó lecciones que faltará un tiempo para que las asimile pero que espero poder transmitir a quienes me cruce en el camino. Bienvenidos a Denver. Esto es IPW 2018.
Este evento organizado por la US Travel Association es el trade show más importante de turismo en Estados Unidos en el que más de 70 países son representados por compradores, operadores, medios y otros miembros de la industria de viajes que vienen a ver qué es lo que Estados Unidos tiene por ofrecer al viajero.
Brand USA y la USTA tienen un reto importante en sus manos porque nadie ignora el conflicto político y el mensaje de hostilidad que se está enviando desde la Casa Blanca. De hecho varios estados de la Unión Americana han sufrido una caída en la cantidad de viajeros internacionales que llegan a ciudades que, antes, estaban en la lista básica de destinos de muchos viajeros.
Pero las cosas se enfrentan de manera directa y sin darle la vuelta a los argumentos, algo que parece imposible para la clase política de cualquier país. Así, Michael Hancock, Alcalde de la ciudad de Denver, sede de este año, fue transparente en su mensaje de bienvenida: “Estamos felices de abrir nuestras fronteras y decirles: ‘Bienvenidos a Denver'”, mientras en las pantallas que rodeaban el salón de convenciones con más de seis mil invitados pendientes se leía: “Viajar causa la muerte de los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”. El auditorio se cayó en aplausos de todas las nacionalidades y visiones.
Después siguió Roger Dow, CEO de la US Travel Association, básicamente los organizadores principales de este evento. Y dejó en claro que hay que estar ciegos para no ver las afectaciones a la economía norteamericana. Estados Unidos perdió en dos años 1.7% del mercado global de viaje. Y si eso les parece poco como consecuencia de la política de Donald Trump, apunten el dato de que la derrama económica perdida equivale a 32 mil millones de dólares y la pérdida de 100 mil empleos en el país.
Y es aquí donde quiero entrar en detalle de una plática que tuvimos acerca de un colega periodista de viajes que desde que el magnate triunfó en las elecciones decidió boicotear a Estados Unidos con no realizar viajes y no reportar sobre nada que tenga que ver con el país vecino. Si bien el tema idealista parece una escala romántica que platicar con quienes compartan el ultra nacionalismo exacerbado, me parece que la base fundamental de lo que sucede no se entiende en lo absoluto.
Primero porque si vas a ser periodista de viajes y vas a juzgar a todo un país por las decisiones tomadas por un personaje, la realidad es que no entendiste nada sobre los viajes o sobre el periodismo. Segundo porque si quieres defender tu postura en el campo de batalla, me parece que lo primero que hay que hacer es estar en el campo de batalla. La comodidad de hacerlo desde la distancia mientras generas contenido para clientes que viven del turismo a Estados Unidos es, cuando menos, una falacia.
Pero, más importante, los trabajos que se pierden y las familias que se ven afectadas no son las de Wilbur Ross (secretario de Comercio) o de Donald Trump y su prole, sino de los trabajadores base de hoteles, operadores, destinos y restaurantes. Y, como pequeña noticia para quienes están autoexiliándose a manera de protesta para defender los derechos de los hispanos en Estados Unidos, la mayoría de estos trabajadores que están perdiendo el trabajo son mexicanos, colombianos, guatemaltecos y venezolanos. Vaya… hispanos.
Si a eso le sumamos que el autoexilio es, incluso, una manera inmediata de darle la victoria a quienes están queriendo cerrar las puertas y crear muros, parece enteramente absurdo si entendemos que el turismo es acerca de alimentar los conocimientos de uno a través de la vida de otros. Es abrir los ojos a las posturas, las ideas, las costumbres, las tradiciones, los sabores y los aromas del mundo entero. Cegarnos por el enojo es ignorar las barreras que rompe la inteligencia. Y no creo que exista peor ignorancia que la que se elige mantener.
No se trata de saberse Bienvenidos nada más a un evento, sino de abrir las puertas y entender que los espacios públicos se recuperan en los espacios públicos mismos. Además, es realizar una estrategia de cooperación y de entendimiento entre diferentes naciones y visiones porque sólo así se puede construir una democracia continental y un espíritu de cooperación transnacional.
Quienes están bailando al ritmo que Donald Trump está dictando no son quienes cruzan la frontera para ir a Houston, Dallas, New York, Chicago, Los Ángeles, San Francisco o Las Vegas -por mencionar las principales ciudades que visitan los mexicanos-, sino quienes han tomado la decisión consciente de afectar la industria del turismo que, al final, se alimenta de muchos de esos migrantes que hoy están enfrentando la pobreza y el desempleo no porque la política de Washington les apunte directamente, sino porque simplemente no hay quien consuma sus productos y, por ende, quien mantenga su economía.
“Tenemos que tender puentes para hacer comprender a la administración federal que los turistas no son terroristas.”, me dice Roger Dow al cierre de la conferencia cuando me acerco a profundizar en el mensaje de esta segunda edición de IPW desde que Trump tomó posesión y un año después de que, incluso, confrontara a Brand USA diciendo que planeaba deshacerse de ella por considerarla un lastre que le costaba al país sin generar nada a cambio.
El turismo es generador no sólo de empleos, riqueza y economía. Alimenta la inteligencia y cooperación. Es impulsor de ideas, consenso y entendimiento. Es por encima de muchas otras actividades humanas, creadora de sentimiento de comunidad y recurso de donde nace el verdadero concepto de aldea global. Esto no sólo se trata de ir de compras o pasear en nuestra montaña rusa favorita, sino de entender que el triunfo de la inteligencia pasa por escuchar todas las voces y entender que las disonantes, aunque más escandalosas, no son ni las únicas ni las proféticas. Entonces entenderemos que el boicot suena más a un auto sabotaje, porque el resultado es perder la posibilidad de abrir los ojos a través de las voces que aún no escuchamos.