Por: Carlos Dragonné
Llegué a Fredericksburg después de manejar poco más de cuatro horas y pasando por un par de lugares que apunté en mi lista de razones para regresar a Texas. Me tocó casi el atardecer en el camino y, con ello, paisajes que mejoraron mucho la soledad del camino. Ella, mi cómplice, había bajado del auto en el aeropuerto internacional de Dallas Fort-Worth por un tema que la llevaría a la ciudad de México una noche antes de alcanzarme de regreso al día siguiente en San Antonio. Entonces era completamente mía la tarde y la noche en un pueblo de profunda influencia alemana pero en el que descubrí pedazos de México en uno de sus espacios insignia: Fischer & Wieser.
Mark Wieser abre las puertas de un Chalet alemán -construido con los restos de una cabaña alemana de 1870, haciéndole homenaje a sus orígenes de la mejor manera- y nos adentra en una historia que arranca con duraznos y 24 hectáreas compradas y las raíces no del huerto, sino de la familia entera. Hoy, 90 años después de que sus padres llegaran a este lugar, Mark junto a su socio Case han creado un pequeño imperio que sigue teniendo en este lugar a la orilla de la carretera su punto medular.
De alumno a colega y luego a socio de Fischer & Wieser.
En medio de las anécdotas de la propia voz de Mark, recorro los terrenos que han ido cambiando muy poco para adecuarse a las nuevas necesidades y nuevas ideas de Case Fischer quien antes de ser el socio de Mark fue su alumno en preparatoria y quien, verano a verano, trabajando en Das Peach Haus fue apasionándose con el negocio de tal forma que terminó estudiando Food Technology (algo como Ingeniería en Alimentos) y Food & Fiber Marketing en Texas A&M para volver junto a Mark con nuevas ideas y cambiar el trabajo de verano por la construcción de un proyecto de vida.
Entro a la cocina donde el Chef Steve Sommers, a cargo de la Fischer & Wieser’s Culinary Adventure Cooking School me espera para platicar del festín que estamos a punto de disfrutar y mientras creo que me acerco a lo que parecerá una especie de informercial en vivo sobre las salas que desarrollan en Fischer & Wieser, me descubro sentado con toda la atención enfocada en el desarrollo de una empresa que no sólo está preocupada por el crecimiento de sus números, sino por el aprovechamiento al máximo del producto y la estabilidad de sus productores. Y es aquí donde el viaje en pleno pueblo de influencia alemana se convierte en un recorrido por la grandeza culinaria de México.
Las creaciones de Fischer & Wieser.
Algo de historia para que entiendan el asunto. Fischer & Wieser dio el gran salto a ser lo que es hoy cuando incorporaron a sus creaciones dos ingredientes y crearon una salsa que hoy es más que la insignia dorada de la compañía. Habituales invitados a pequeños mercados y ferias de comida -piensen en los típicos Farmers Market que se llevan a cabo en las comunidades de Estados Unidos-, un día a sugerencia de un cocinero amigo de ambos, Mark y Case unieron dos ingredientes y los combinaron en una salsa: frambuesa y chile chipotle.
Y entonces, como suele suceder con las grandes ideas, fue diseminándose y ampliándose. Más y más gente la probó y se enamoró del sabor. Pequeñas tiendas primero, luego negocios medianos y, por último, pedidos que hicieron necesaria la ampliación de una planta y el crecimiento del negocio hasta ser hoy la compañía de comida gourmet número 1 del estado.
¿Por qué hablo de México? ¿Por el chipotle? Sí, pero no es lo principal. De hecho el vínculo más importante llega con el tema de la frambuesa. Acostumbrados a comprar su frambuesa en el norte de Estados Unidos, Case y Deanna Fischer, amantes de México y viajeros incansables, encontraron que los campesinos de nuestro país terminaban desechando gran parte de su cosecha por no cumplir los estándares a los que los supermercados nos tienen acostumbrados. Entonces crearon una alianza con ellos a través de máquina de congelación para recibir todo el producto de calidad que no pasa el filtro de belleza que tanto hemos criticado en este sitio para el producto agrícola. Y así, dos productos mexicanos son los ingredientes principales del más exitoso producto de una compañía de Texas.
Al final, Fischer & Wieser es una empresa familiar.
La noche se adueña de los campos de Das Peach Haus y la plática se mueve hacia las ganas de trascender como una compañía que, antes que cualquier otra cosa, es una familia construida a través de los años, contando historias a la mesa y dejando una huella profunda en el desarrollo del paladar de quienes los han probado. Me muevo a mi hotel de esa noche y entiendo que parte de lo que hace grande a estas comunidades en Texas es, justamente, el sentido de comunidad y de identidad familiar que generan.
Mientras voy apagando luces en mi habitación y me preparo para dormir, imagino a Mark B. Wieser de niño, despertando con el aroma de duraznos cada mañana y viendo por la ventana los sueños de su familia crecer y madurar cada año. Ese niño sigue despertando con esos aromas hoy y mira a la ventana de la misma forma, aunque peine canas y camine más lento. Porque lo que Mark está logrando es un legado que trasciende a estados financieros o lanzamiento de productos cada temporada. Es un legado en el que la voz de su madre sigue sonando en la entrada de aquella tienda de duraznos que vio pasar la historia.