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El Paso. Tanto que hacer en una ciudad que habla nuestro lenguaje.

por Carlos Dragonné

Comencé un viaje a El Paso pensando en impulsar la ciudad durante Hispanic Heritage Month. Sí, voy un poco tarde, lo entiendo. Pero la realidad es que me superó lo que estuve viendo en una ciudad que normalmente no entra en la planeación de los viajeros. Hay algo en El Paso que  nos conecta de manera interesante con lo que somos y lo que tenemos como raíces. ¿Por qué? Porque lo que nos divide entre Ciudad Juárez y El Paso es, efectivamente, una simple pared. Aquí no hay distancias entre el muro y el comienzo de la ciudad. Ninguna distancia.

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El Paso de un lado, Juárez del otro.

Esto no es una retórica sobre las fronteras. La realidad es que las ciudades parecen cortadas a la mitad por el río y ahí, a través de la geografía, un freeway va recorriendo la orilla de Ciudad Juárez, uno de los destino mexicanos que más se ha visto afectado por la ola de violencia y la reputación que va dejando con los años. ¿Cuándo es que decidimos renunciar a los espacios públicos y nos movimos un poquito más al norte?

Ayuda que El Paso es, además de uno de los cruces más importantes de la línea fronteriza, una ciudad que nació antes de que la frontera fuera frontera. Paso del Norte era su nombre —y, de hecho, el nombre que heredó el Hotel donde nos hospedamos y del que ya les contaré en otro texto— y que vió con la llegada del siglo XX el gran boom del que hoy parecen quedar algunos recuerdos y muchos sueños por revivir la herencia histórica.

Hasta de mitos y leyendas vive El Paso

Vaya… habrá historiadores que les digan que, incluso, alguna parte de El Paso fue en algún momento capital de la República Mexicana, en los años de presidencia itinerante de Benito Juárez. Pero hay algo más que simples anécdotas históricas que incluyen un intento de asesinato a William Taft o Porfirio Díaz, balas perdidas —según la leyenda— de la Revolución Mexicana y la infame Expedición Pancho Villa liderada por John Joseph Pershing. El Paso se ha convertido no en un lugar de leyendas y viejas historias, sino en un espacio que está creciendo y moviéndose a un lugar mucho más importante en la vanguardia viajera.

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El Paso, la rebelde de Texas.

Quizá por estar en la frontera con Nuevo México —no les miento, si agarran la carretera diez minutos entran a Nuevo México—, por la herencia hispana o la diversidad de viajeros ha hecho que se genere una identidad diversa que no va con el pensamiento tradicional de Texas y, más recientemente, con la franca actitud de discriminación y xenofobia que el gobernador (así, con minúsculas, como minúsculo su pensamiento) Greg Abbot ha mostrado. Pero eso no detiene a la ciudad en su crecimiento y alcance a nuevos mercados, nuevos viajeros y proyectos que muestren la identidad que no se oculta, sino se presume.

De ahí que muchos de los negocios que empiezan a florecer en El Paso tienen claras influencias y raíces mexicanas que están creando una inercia basada en presumir lo que siempre hemos sido. Y, con ello, también la idea de mostrar que lo que hace importante a este destino fronterizo no sólo es su conexión con muchos lugares desde Ciudad Juárez, sino lo que se está logrando en la ciudad para recuperar la identidad histórica con una nueva visión de diversidad y multiculturalidad que pocos lugares tienen.

El centro de El Paso y la fusión de identidades.

Lo que sucede en esta ciudad es que parece que después de muchos años y un abandono extraño —quizá por mejores destinos más al este—, está comenzando a revitalizarse en diferentes espacios que abre puertas a la multiculturalidad de Texas misma, pero lejana de las conversaciones nacionalistas y aislacionistas que Greg Abbot tiene en su día a día. Mientras El Paso es la bandera de la ultra derecha para hablar de una crisis migrante que parece una bandera política y no una oportunidad humanitaria, la ciudad está buscando constantemente levantar la mano con una identidad propia que viene de años y años de mirarnos a los ojos sin pensar en las divisiones políticas.

Esta fusión de identidades está haciendo que aparezcan, de pronto, espacios en los que, sin darse cuenta, están construyendo lo que sucede a futuro en esta espacio limítrofe de Texas en donde está más cerca San Diego que Houston. Y en donde hay mucho que hacer y descubrir, porque las ciudades se descubren sin presiones y, muchas veces, sin estar buscando absolutamente nada.

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¿Qué puedo hacer en El Paso?

Vamos a hablar de mercados reales de viajeros. ¿Siguen ustedes viajando a San Antonio para ir de compras? Llevan algunos años en la obsolecencia total y tirando su dinero por el caño. No conozco a nadie que no vaya a San Antonio o Houston de compras que no tenga que rentar un auto, así que ese costo asumimos que podemos dejarlo igual. Pero, ¿cuánto les cuesta viajar a Houston? Si tienen suerte, de Ciudad de México a Houston el vuelo redondo está en unos 4,500 pesos. ¿A San Antonio? Si no nos fijamos en las ridiculeces que de pronto Aeroméxico hace —62,000 pesos boleto redondo en turista en febrero y no es broma—, el promedio igual está en unos 5,000 pesos. ¿El vuelo a Ciudad Juárez? 2,200 pesos.

Pero, además, créanme que los hoteles, los outlets y tiendas están infinitamente mejor en esta ciudad que vive en la división de Nuevo México y Texas y que, cumpliendo claramente la ley de oferta y demanda, conviene más para viajeros de compras que otras que se han hecho más famosas.

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Pero me voy a aburrir en El Paso…

No. He ahí el truco. De hecho las actividades en El Paso pueden ser tan variadas como partidos de americano colegial en el Sun Bowl Stadium, donde juegan los UTEP Miners. Si lo suyo no es aprovechar un partido de americano colegial, pueden lanzarse a ver a los Chihuahuas de El Paso, equipo sucursal de los Padres de San Diego. Y si nunca han estado en un partido de MiLB, créanme que son mejores, en muchas ocasiones, a los de las grandes ligas. ¿Por qué? Porque cada partido los jugadores se están jugando su futuro y la esperanza de llegar a la que el Mago Septién le llamaba “la gran carpa”.

No sólo ver deporte. También practicarlo un poco.

Una de las actividades que ayuda a desconectarse y reconectar —que fue, un poco, el motivo de este viaje—, es dejar los celulares en modo avion, ponerse los tenis, ir a parques estatales o nacionales y hacer algo de senderismo. En este caso, de todo lo que podíamos armar y como traíamos auto rentado, nos fuimos a meter al parque Franklin Mountains después de haber desayunado en Mesilla, Nuevo México que está más cerca que ir de la Del Valle a Polanco en un día de tráfico.

Pero hay mucho más por lo que volver en términos de experiencias naturales. Están en la ruta de Big Bend National Park, un recorrido que tenemos que repetir en breve porque urge conocer las regiones y culturas que se mantienen con fuerza a partir de sus tradiciones e historias.

Por último, si quieren ser deportistas pero no quieren dejar la ciudad, les comento que la ciudad se armó un complejo deportivo que se llama Westside Sports Complex en donde hay 13 canchas de pasto natural por si andan con ganas de armar una cascarita con locales o con amigos que los acompañen. Y es que aquí es donde me lleva a otro tema.

¿Qué hay de actividades en El Paso para divertirse?

Museos, parques de diversiones, parques acuáticos, parques deportivos —además de los mencionados, pueden jugar golf o beisbol en uno de los complejos que están en la ciudad—, granjas con sustentabilidad que, si tienen la suerte de ir previo a octubre, pueden hacer lo que yo hice: agarrar algunas calabazas y ponerme a practicar mis recetas de sopas y postres con este ingrediente.

¿Qué sigue para ir a El Paso?

Me falta mucho por conocer de El Paso. De ello no hay duda. ¿Por qué no escribí este texto antes? No lo sé. Lo único que tengo claro es que la celebración del Mes de la Hispanidad en El Paso no es algo que suceda del 15 de Septiembre al 15 de Octubre. En realidad esta herencia es enorme y está enraizada en una ciudad que se define a pesar de lo que los medios y el escándalo nos hace pensar sobre Texas.

Porque si algo me queda claro es que lo que llaman “el mar rojo” de Texas se debe a los condados esparcidos. Porque San Antonio, Dallas, Austin, Houston, Laredo y El Paso son demócratas. Siempre habrá algo de rebeldía ante quienes en la urgencia de mantener un status quo que añoran, se la pasan ignorando el status quo que los rodea.

El Paso sabe y se siente como México. Sólo que del otro lado de un muro que no ha alcanzado a dividirnos. Sería bueno tomar un avión a Ciudad Juárez y, de vez en vez, cruzar esos puentes que nos conectan para recordar de dónde venimos y a dónde fuimos alguna vez.

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