“Váyanse… pero cuando sean mayores, ya no podrán volver… ¡nunca!”, sentencia Peter Pan a los Niños Perdidos cuando deciden seguir a Wendy, tras convencer a Michael y John (Miguel y Juan en mis recuerdos a partir de la cinta en español) de regresar a Londres y dejar el País de Nunca Jamás detrás. En la vida adulta, con las responsabilidades que vamos adquiriendo, resuenan esas palabras, siempre presentes. Ahí están, en la voz de Nicky Tavares, legendario actor de doblaje, mientras Peter, con el penacho del Jefe Indio ganado tras el rescate de Tigrilla, enojado se encierra convencido que sus Niños Perdidos verán el error de querer irse. En esa incesante búsqueda de no olvidar la voz de mi particular Peter Pan, llegué a Cirque du Soleil: Drawn to Life, el espectáculo que la compañía artística franco-canadiense tiene montado en Disney Springs.
En una de las ironías más crueles, la vida comienza con la muerte. Hay algo en la pérdida que nos hace romper la burbuja y entender que tenemos que estar listos para valernos por nosotros mismos y que ese cálido refugio que son los padres no estarán siempre para ver por nosotros. En Finding Neverland, la cinta de Marc Foster basada en el tiempo en que Barrie escribió Peter Pan, hay una escena en la que Johnny Depp, quien interpreta a Barrie, mira al mayor de los hermanos Llewelyn —personajes que inspiraron al autor para crear su Magnum Opus— mientras éste cae en cuenta de la grave enfermedad de su madre. Y viéndolo, J.M. Barrie dice: “Magnífico. El niño se ha ido. En los últimos treinta segundos, te convertiste en un adulto”.
Así comienza Cirque du Soleil: Drawn To Life: con la carta de despedida de un padre a una hija. Con el último mensaje de alguien que se ha ido y que ha dejado sentadas las bases para continuar el legado familiar en manos de ella, su hija adolescente y dibujante heredada; con un estudio en el sótano como un santuario de creación y de vinculación padre-hija y con la inevitable tarea de encontrar una manera de explicar lo que sucede para darle sentido a ese caos en el que se convierte el duelo. Y entonces, la historia comienza, las analogías personales y las vinculaciones emocionales que cada quien, desde su asiento, tendrá que ir viviendo conforme avanza una historia que tiene todo.
Drawn To Life es una creación de Cirque du Soleil en colaboración con Disney. Lo que sucede en el escenario es la grandeza narrativa de Cirque recorriendo las emociones personales a través de ciertos guiños a esa infancia que todos compartimos y que se ha hecho parte fundamental de la identidad colectiva. Así, mientras en el escenario vemos la evolución de personajes que juegan el papel de las ideas y la inspiración luchando contra el bloqueo creativo, la tristeza o la crueldad de la soledad, la historia nos lleva por el proceso de imaginación que representa no a Walt Disney, aunque sus personajes se hagan presentes en la música o la tecnología visual, sino el humanísimo camino de entender lo que somos capaces de hacer, aun en medio de los peores momentos.
Como escritor, la villana de la historia es, quizá, una de mis más grandes fobias: la hoja desechada que va creciendo y haciéndose más fuerte mientras las ideas siguen fallando y son descartadas. Es el bloqueo del escritor, pero también el miedo propio del ser humano a expresar lo que lo define y hace único. Porque lo que nos separa de los animales y nos convierte en la especie dominante del planeta es nuestra capacidad de crear.
“Lo opuesto a la guerra no es la paz, es la creación”, canta Mark en RENT de Jonathan Larson. En Drawn To Life la guerra es contra el enemigo invencible: la partida. Y la forma de ganar una batalla que parece perdida es, aunque complicada, mantener el legado vivo. Entonces el escenario construido con base en libretas, hojas, pedazos de papel que sirven para dibujar toma fuerza y sentido narrativo cuando empiezan a suceder los actos acrobáticos más complicados. No esos que, en esta misión de mantener vivo el espíritu circense para generaciones por venir suceden entre ruedas, trapecios, trampolines y monociclos. No… las acrobacias humanas de luchar contra la tristeza en un afán de agarrarse a algo que nos conecte con la vida. En este caso, la animación y el mundo de posibilidades infinitas que ofrece una hoja en blanco.
Pero hay también un juego de palabras en el título. Drawn To Life puede ser traducido de manera sencilla —y lógica, si me permiten agregar— como Dibujado a la Vida (que, por supuesto, no le hace un mínimo de honor, pero así pasa con los juegos de palabras; a veces son intraducibles). Pero también quiere decir Atraído a la Vida. Y es ese doble sentido el que más fuerza tiene. “El infierno es la ausencia de la gente a la que echas de menos”, escribió Emily St. John Mandel en su libro Estación Once. Y es ese infierno en el que todos quienes hemos pasado por esa pérdida nos hemos preguntado si el mundo en el que nos quedamos realmente nos extrañaría si decidimos ir en búsqueda de ese inexorable misterio de saber si en realidad quienes se van nos esperan en algún lugar.
En ese juego de palabras es donde Drawn To Life nos conecta con nuestros ángeles y demonios, con nuestras ausencias y anhelos. Es en ese espacio en el que Cirque du Soleil se aleja de las narrativas abstractas de la fantasía y nos lleva a recorrer nuestros más íntimos espacios de soledades imprevistas que a todos nos han desarmado en más de una ocasión. ¿Cómo seguir cuando lo que somos y nos construye ya no está? Creando, luchando contra las hojas desechadas, contra las ideas no buscadas, convirtiéndonos en lo que estamos destinados a ser y no en lo que otros nos intentan forzar a hacer.
De ahí que, además, Drawn To Life se siente como un homenaje enorme y grandilocuente a los años dorados de la animación en 2D, esa animación tradicional que llenó nuestros recuerdos generacionales con personajes como Baloo, Mowgli, Dumbo, Aurora, Blancanieves, Simba, Pocahontas o Mulan. Hasta parecería un último mensaje de quien nos heredó el escritorio de dibujante para recordarnos que no todo es animación por computadora y que siempre es bueno regresar a los orígenes, porque es en esos orígenes en donde nos encontraremos cuando estemos más perdidos. No les contaré el momento cumbre de esta analogía, pero estoy seguro que lo verán claramente cuando llegue.
Cirque du Soleil: Drawn To Life no solo es un homenaje al Disney que nos construyó la infancia. Es un recorrido por la complejidad de las emociones humanas que conlleva algo tan franco como, simplemente, ser humano. Es un recordatorio de lo que podemos ser y a dónde podemos llegar si nos damos cuenta a tiempo de que, como dijera García Márquez en “El Amor en los Tiempos del Cólera”, “…es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites”.
Salgo del espectáculo envuelto en lágrimas como no me pasaba desde años atrás. Drawn To Life me tocó todas las fibras posibles. Pero también salgo descubriendo que he vivido con la idea equivocada. La voz de Nicky Tavares resuena una vez más en mi cabeza, acusándome de haber crecido y no poder volver al País de Nunca Jamás. Pero me veo el tatuaje que cubre mi antebrazo derecho: “La segunda estrella a la derecha y todo derecho hasta el amanecer” dice ahí. Me lo hice para no olvidarlo nunca. Miro con atención el poster oficial de Drawn To Life y veo que es justamente él, Peter Pan, el que es traído a la vida por el lápiz omnipresente de la obra. Hace 69 años, en las pantallas de todo el mundo, cuatro niños cruzaron el cielo de Londres y se detuvieron en las manecillas del Big Ben para que Peter mostrara a Wendy el camino. Ahí sigue el mapa de regreso a lo que somos. Sólo se trata de, como dijo Amanda Gorman en su poema “The Hill We Climb”, ser lo suficientemente valientes para verlo.
2 comentarios
Qué obra tan maravillosa, ya la quiero ver en mi próximo viaje, me has hecho querer verla. Gracias.
Gracias, Rosana! Sí. Cuando puedas ir, ve a checarla!