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Downtown Clifton. Un hotel para recordar una realidad que urge.

por Carlos Dragonné

Lo más divertido de viajar es, ante todo, encontrar pequeños espacios que te sorprenden o te divierten. En un viaje por California encontramos, recuerdo, The Gables, uno de los Bed and Breakfast más hermosos en donde me haya quedado. A propósito de estos encuentros, después de unos días en Phoenix y tomamos carretera hacia el sur, con el propósito de llegar a Tucson. Ahí nos quedamos en un pequeño motel que quiere ser hotel pero que es algo más: es algo con una identidad que se define entre lo hípster y lo retro. Bienvenidos al Downtown Clifton Hotel.

downtown clifton

Downtown Clifton: A dos cuadras del centro y cuatro décadas de distancia.

No lo digo de manera negativa. De hecho, el atractivo principal de Downtown Clifton Hotel es, por mucho, su espíritu retro, su manera de hacer una especie de homenaje a los moteles de carretera de cuando las ciudades de hoy eran apenas los pueblos de los setenta. Pequeño, con no más de 20 habitaciones acomodadas en una estructura típica de moteles de dos pisos, el lugar está lleno de parafernalia que nos lleva a mejores épocas.

Acostumbrado a habitaciones llenas y cargadas de muebles, camas, cómodas, servibares y escritorios, entrar a la que nos asignaron parecía casi un jalón de vuelta a la realidad. No diría que es un espacio austero. Es, mejor dicho, un espacio que tiene lógica con la narrativa que están planteando. Un espacio sin grandes aspavientos de mobiliario más que la cama, un par de burós, una mesita y un refrigerador –todo en look retro setentero- y mi elemento favorito no sólo de este hotel sino de casi todo el viaje: un tocadiscos pequeño, portátil y funcional. Por supuesto, entre Dire Straits, Asia y Creedence Clearwater pasamos los cinco días de Tucson.

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La inmediatez mata. Downtown Clifton lo sabe.

Operado por pocas personas, en la pura esencia de un motel enclavado en el centro de Tucson, este lugar se funde en una ciudad que ya lo rebasó y que, decididamente, se niega a desaparecer en la mancha urbana.. Pero tendríamos que preguntarnos por qué cada día son más frecuentes y normales estos lugares que hacen homenaje a  lo que fuimos y lo que, ojalá, recuperemos poco a poco.

La generación de lo digital está terminando con las experiencias personales. Hoy estamos a dos clicks en el celular de tener comida, amigos, citas y hasta sexo casual. Algo estamos perdiendo en la necesidad de hacerlo todo más rápido y nos estamos perdiendo un poco a nosotros mismos como colectividad. El último Blockbuster se niega a morir en Oregon y después de ver los cambios que la digitalización y el streaming permiten, en realidad entiendo la necesidad de mantener el formato físico. Los museos de interacciones humanas están volviendo y los artistas con piezas únicas y racionales parecen querer conquistar nuevos espacios sobre los NFT y un Metaverso que ni siquiera en Meta parecen entender.

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El Downtown Clifton es un concepto que busca ser experiencia.

Lo que pasa en Downtown Clifton es un poco una lucha quizá inconsciente en contra de esa inmediatez y de esa esterilidad. Aquí el contacto humano y la necesidad de estar frente a frente siguen imperando sobre la necedad del Uber Eats y la coctelería de vasitos de cartón entregables y reciclables. El espacio está pensado para salir a descubrir a quienes están sentados en las mesas y a quienes están en la barra buscando un trago normal y no un experimento de mixología redundante.

De ahí que la estructura sea tan importante y que el camino al lobby tenga que ser, forzosamente, por donde los huéspedes desayunan, toman café o trabajan tranquilamente. 

El lugar está en renovación —que no remodelación, no confundir— para ofrecer mejores espacios pero sin dejar de lado el espíritu que lo hace único. Este hotel no es un hotel de lujo, tampoco es un hotel boutique en donde nos alejaremos de todos para encontrarnos en el descanso reparador. Este espacio es para conocer gente, para hacer networking, para inspirarse a crear y buscar nuevas ideas. Los colores y lo que está alrededor te invitan a ello.

La primera prueba de lo que vendría.

Tucson es una ciudad de muchas ideas nuevas, de proyectos y de conceptos que se definen como únicos y que están en constante movimiento para mostrar lo que son y de dónde vienen, pero también hacia dónde quieren llegar. Esta ciudad es más México que Arizona y, con ello, algunos podrían decir que carece de una identidad propia. Sin emgargo, la realidad define un espacio que está en constante evolución y que entiende que es a partir de ello y de respetar el origen de lo que somos que se entierran las raíces que nos sostienen.

Puede parecerles demasiado romántico para hablar de lo que claramente, para muchos, es un motel. Pero la realidad es que el lugar respeta la esencia de un espacio que te remite a una década donde todo era más fácil, donde el arte era más importante que la fama y en la que el concepto de ser era la fuerza que te impulsaba a simplemente eso: ser

El contraste de quedarse en un lugar como el Downtown Clifton.

Al final del día, estamos en la era en que hay apps que te hacen creer que eres fotógrafo, famoso, querido e influyente. “El despertar de esta realidad va a ser muy doloroso”, decía un amigo cuando hablábamos de ello. Lugares como el Downtown Clifton nos regresan un poco a la realidad en donde todo tenía que tener su tiempo adecuado. Y eso, mientras escribo para compartir en todas las redes sociales de esta plataforma, se agradece, aunque no escapa la ironía. Pero se agradece. Mucho.  

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