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Denver. Muchos días aquí seguirán siendo pocos.

por Carlos Dragonné

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Por: Carlos Dragonné

Tengo una confesión que hacerles. Una de las formas más extrañas que tengo de distraerme cuando estoy trabajando y se me satura la cabeza es ponerme a navegar en sitios de bienes raíces. Me relaja leer artículos sobre ciudades en crecimiento, comparar precios de propiedades y encontrar pequeñas joyas que, de tener el dinero, me compraría feliz. Y en esa búsqueda, hay dos ciudades que aparecen constantemente en las listas estilo “Las 10 mejores ciudades para vivir en Estados Unidos” o “10 ciudades con las mejores oportunidades de crecimiento”. Hoy aterricé en el aeropuerto internacional de una de ellas. Y la primera vez que estuve aquí sólo fue a manera de escala antes de irme a esquiar. Qué equivocado estaba al no haberme quedado más tiempo. Es momento de regresar y recordar por qué me gusta tanto. Bienvenidos a Denver.

 

Una semana no es suficiente para redescubrir lo que esconde Denver en cada vecindario y cada región, pero al menos nos ayuda a hacernos una idea. Instalado en el nuevo The Maven Hotel -del que les tengo que contar completamente aparte-, una de las grandes ventajas es la conexión con toda la ciudad porque estoy a escasas dos cuadras de Union Station, a tres de 16th Street Mall y a escasos 5 minutos de los lugares que más puedo frecuentar cuando ando por estos lares. ¿Por dónde empezar si apenas tengo unos días aquí? Como diría un clásico de la obviedad: por el principio.

Denver

Estando tan cerca de Union Station, me remito a uno de los nuevos lugares que se sienten como clásicos: The Cooper Lounge, en el renovado edificio histórico de Union Station que hoy alberga restaurantes a los que estaré regresando una y otra vez en la semana, no porque sea uno de los lugares turísticos por excelencia, sino porque los locales llenan las mesas y los pasillos no sólo para transportarse, sino por simple gusto de probar lo que cada rincón tiene para ofrecer.

A sabiendas de que mi agenda termina ese día con una cena en Osteria Marco, decido caminar por la zona con toda la calma que me da el tiempo de sobra que tengo. Me voy directo hacia donde pasaría más tiempo del que tenía planeado y menos del tiempo que hubiera deseado. Tattered Cover Bookstore. Si leyeron mi texto sobre Washington y mi enamoramiento de la librería de Dupont Circle, entenderán cómo fue este nuevo romance.

Como aficionado a los libros ya sabía yo de la existencia de esta librería, insignia de la ciudad de Denver y que tiene en Joyce Meskis no sólo a la dueña del lugar, sino una de las mayores razones por las que las librerías independientes en Estados Unidos se han mantenido. Este lugar es un oasis del que, si uno se distrae, no sale durante el viaje entero. Enormes y eternos libreros con títulos que van desde usados hasta copias raras y copias autografiadas resguardan espacios con mesas y sillones donde, con un buen café, uno se sienta a ese romance inacabable e inacabado que siempre es el que se vive entre páginas y lectores.

Confieso que se me pegaron varias cosas y que, de hecho, Stephen King estaría orgulloso de mis compras. Aún así, controlé mi curiosidad por seguir encontrando nuevos títulos que agregar a mi colección y me di a la tarea de caminar por 16th Street Mall para llegar a Larimer Street y a mi cena con uno de los básicos de Denver.

16th Street es una calle peatonal en donde los únicos vehículos que llegan a aparecer en sus carriles confinados son el autobús gratuito que atraviesa desde Union Station todo el centro de la ciudad para conectar a los viajeros y locales con lo que hay que ver, disfrutar, comer y beber de Denver, pero también con hoteles, centros comerciales y el Centro de Convenciones de la ciudad. Usaría este autobús en varias ocasiones para moverme por el centro, de ida y vuelta de mi hotel hacia lugares que atraían la mirada y la curiosidad. Pero ahorita decidí caminar las cuadras que me separaban de Larimer e ir viendo lo que se abría como un abanico de posibilidades de entretenimiento y culinarias.

Así pasé por los que serían mis lugares de resguardo en las tardes siguientes. Conforme avancé las calles veía ese lugar de Ramen que me conquistó mientras una chica de Monterrey me platicaba su afición a la cerveza en la ciudad más correcta para eso; así también encontré la panadería que, conforme caía la noche en la semana, me salvó del antojo casi incontrolable por un croissant; caminando vi a lo lejos los colores y las luces de Denver Pavillions y, mirando el reloj y la cercanía de mi cena, apunté entre los pendientes ir a meterme a ver qué ofrecían. 16th Street Mall es una calle que define, en gran parte, a la ciudad capital de Colorado.

Tras una cena maridaje en Osteria Marco y uno de los momentos emocionales más intensos en un platillo que he tenido en mucho tiempo, caminé de regreso a Wazee Street, mientras un ligero aire refrescaba la noche en este arranque de otoño: “la segunda mejor temporada para venir a Denver” me dicen mientras camino y tengo que estar en desacuerdo. No porque sea yo un hombre de invierno y capas de nieve -que sí lo soy- sino porque esta ciudad tiene una vida y una dinámica que hace que cualquier mes sea un buen momento para salir del tren que conecta el aeropuerto con Union Station y encaminarse a cualquiera de las actividades que hay para que los días se pasen como agua.

He viajado por muchos estados del vecino del norte y Colorado es de esos en los que cada vez se hace más complicado el regreso. Como amante de los deportes, estar en una ciudad que me conecta en minutos con el estadio de los Rockies de Colorado, el de los Broncos de Denver y la arena donde juegan los Denver Nuggets me da la oportunidad de dejar la habitación del hotel, tomar una bicicleta pública e irme a disfrutar de alguno de los tres deportes que más me apasionan.

Pero, como amante de la buena comida y la buena bebida, resulta que estamos en una ciudad que está empezando a generar un interés importante de las revistas especializadas y se está volviendo un destino importante en términos de sabores y de gozo absoluto de los placeres de la gula. Aquí están varios finalistas de premios de la James Beard Foundation, entre los que encuentras a Alex Siedel de Mercantile, uno de los restaurantes que se volvió básico en Denver para nosotros. Porque para donde uno se mueva en Denver hay grandes sorpresas, desde un café extraordinario -y saben lo que me cuesta encontrar uno- hasta helados de y con cerveza que concursan cada año en uno de los festivales cerveceros más importantes de Estados Unidos. Sí… helados de y con cerveza. Los reto a encontrar algo mejor. Bueno… el mismo lugar tiene un helado con Whiskey, así que tampoco tienen que buscar muy lejos.

Denver es, además, una de las ciudades más activas que conozco. De entrada, tienen más de 1,200 kilómetros de caminos exclusivos para bicicleta. Sí… más de 1,200 kilómetros. Para que pongamos eso en perspectiva, es la distancia que recorremos en auto desde la ciudad de México hasta la ciudad de Nuevo Laredo, en la frontera con Texas. El sistema de transporte público, como ya les dije, tiene conectada toda la ciudad y hace que vivir en las afueras sea una posibilidad muy real para quienes no quieren pagar el costo de un departamento en el centro de Denver.

Así recorrí Denver. Con la cantidad suficiente de escalas para disfrutar todos los aspectos de una ciudad que hemos francamente desperdiciado como viajeros a Estados Unidos. Es una ciudad que puede presumir una herencia y una fuerza cultura y artística de la que otras carecen. Una ciudad que igual te sorprende detrás de los callejones con arte urbano impactante y que te abre la perspectiva en el Museo de Arte con exhibiciones que rivalizan con cualquiera de otros destinos. Una ciudad que abraza su herencia del viejo oeste y la trea a la realidad con muestras artísticas impresionantes y con una enorme gama de posibilidades para el viajero promedio y el viajero experto.

Porque si bien uno puede venir a Denver como lo hace a cualquiera de las otras grandes ciudades de viaje en Estados Unidos, la realidad es que, como les decía, parece que nos empeñamos en no fijarnos lo que tenemos a la mano. Imaginen lo desperdiciada que tenemos la oportunidad de convertir a Denver en uno de nuestros destinos favoritos que cuando hablamos de temporada baja en la ciudad estamos hablando de invierno, justo la época en que es más hermosa la ciudad. Y no me digan que todos esquían, aunque si lo hacen, les voy a contar en otro texto de cómo hacerlo sin quebrarse las tarjetas de crédito en el intento y sin tener que preocuparse de hotel y demás fuera de Denver.

Sí… en más de una ocasión me he imaginado viviendo en Denver o en los alrededores. Y es que, ¿cómo negar la fantasía de vivir en una ciudad que nos da buena comida, gente sonriente y una explosión cultural y de oportunidades tecnológicas como ésta? Todo en Denver invita a acercarse, a pasar más tiempo aquí del que pasamos en otros lugares. Una ciudad que tiene tantos sabores distintos no puede estar equivocada.

Es otoño y las hojas empiezan a cambiar a un tono ocre que siempre me ha parecido el color del romance, siempre influenciado por las imágenes de las películas románticas del cine de Hollywood. Y mientras vuelvo a cruzar las puertas de Tattered Cover Bookstore para un café más, un cuento más de J. D. Salinger de su libro Nine Stories, miro a la distancia las montañas nevadas que van recibiendo la luz del atardecer en Denver y me digo: “Algún día… pronto…”. Hoy me tengo que conformar con sólo unos cuántos días. Les invito a aprovecharlos al máximo.

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