Por: Elsie Méndez @sabormexico
Caminar en las playas de Cancún siempre hace que mis recuerdos vayan y vengan a lugares donde guardo los mejores momentos de mi vida. Debe ser algo causado por el Mar Caribe, la tranquilidad y la belleza que aquí se disfruta con tan sólo abrir los ojos y en silencio, observar y maravillarse.
Me quedé, como casi siempre lo hago desde hace algunos años, en los Hoteles Marriott, porque hay algo de esta propiedad que hace que me sienta como en casa. Y mientras disfrutaba del atardecer uno de esos días, pude observar en la distancia el trajín de unos invitados que caminaban entre los pasillos del hotel para llegar a la playa, donde iba a tener lugar una ceremonia de matrimonio, así que me acerqué discretamente, alimentada por la curiosidad de historias humanas que siempre suceden a nuestro alrededor y que, normalmente, estamos demasiado ensimismados para disfrutar.
Llegué justo a tiempo para observar a la novia caminar hacia el encuentro de lo que sería su nueva vida. Radiante, elegante y en perfecta armonía con la sonrisa imborrable del hombre que la esperaba para dedicarse mutuamente sus vidas. Y, de pronto, me pregunté el por qué habían escogido Cancún como el lugar donde darían el sí y la realidad, es que entre lo que estaba observando y los recuerdos que seguían aglutinándose en mi mente, la respuesta llegó sola. Entre el sonido de las olas, la brisa que, ese día, había sido noble con los invitados y los suspiros de cada uno de los familiares que vivían ese momento irrepetible, fue inevitable caminar por la ruta de la nostalgia y al mismo tiempo, por la ilusión de lo que aún puede estar por venir.
Recordé de inmediato mi boda hace años. Y es que, a pesar de la felicidad con que regreso a ella y de la perfección con que la recuerdo, de vez en cuando, me pregunto lo que me hubiera gustado hacer de otra manera. Y fue ahí, de pie en la arena blanca, observando a ese nuevo matrimonio, cuando me imaginé lo que habría sido si, en su momento, me hubiera dado a la tarea de organizarla en alguno de estos hoteles para bodas en Cancún, con una impresionante vista al Mar Caribe.
¿Habría sido una boda original? Yo creo que sí. Y, mejor aún, habría sido uno de esos recuerdos que se reconstruyen en la memoria con la misma belleza con la que nacieron. Y es que podría haber escogido todos los pequeños detalles de una boda a la carta. Mientras lo pensaba, un yate apareció en la distancia y fantaseé con la idea de haberla celebrado a bordo, con el mar rompiendo a lo largo de la eslora, navegando a nuestra nueva vida al mismo ritmo de la travesía. Estoy segura, de hecho, de que la habría celebrado al atardecer. Sí, llámenme romántica empedernida.
Yo, personalmente, no me volveré a casar, por razones más que evidentes. Pero, ¿saben algo? Tengo una hija. Mi hermosa princesa de 24 años que, en algún momento, comenzará a planear todo lo que lleva a una luna de miel. Pero antes de que nos pongamos a buscar los boletos de avión a un destino exótico en alguna parte del mundo, creo que pasaremos un buen tiempo caminando por esas mismas playas sólo para decidir con qué vista al Caribe le gustaría a ella decir “Sí, quiero”.
Este artículo ha sido patrocinado por Marriott International