Por: Carlos Dragonné
Vinieron a México y me perdí su presentación. Por alguna extraña razón, nunca pude agendarme bien para verlos en las semanas que anduvieron por acá y, por una razón más extraña aún, no me hacía el espacio que debía para comprar un boleto en Las Vegas a pesar de que uno de los hoteles donde más me he quedado es en Monte Carlo Resort & Casino. Bueno, pues se mudaron de recinto al Blue Man Group Theater en el Luxor Hotel & Casino y ahora sí me lancé a verlos. Y se los cuento porque siempre es bueno que metan en la agenda algo ahora que se acerca septiembre y que nuestro fin de semana de independencia es un gran pretexto para aprovechar unos días en la ciudad del pecado. Bienvenidos, de nuevo, a Las Vegas. Bienvenidos a Blue Man Group.
Dentro de la gama de espectáculos que tiene la ciudad de Las Vegas, este se destaca de manera especial. Pude tener una especie de probadita en un viaje que realicé a Washington, DC, y en donde presentaron sólo uno de sus números en el marco del congreso al que asistía. Yo siempre he sido amante de la música, de la interpretación y del arte del lenguaje corporal. Por eso me llamó la atención nunca haber visto el espectáculo creado en Chris Wink, Phil Stanton y Matt Goldman y que hoy tiene producciones simultáneas en 6 ciudades alrededor del mundo, además de un tour que va tocando diferentes destinos y con el que llegaron a México hace un par de años.
¿Qué es Blue Man Group? Es la visión de estos creadores sobre el descubrimiento, la curiosidad, la ruptura y la disyuntiva de ser siempre capaz de ser sorprendido mientras, a la vez, sorprendes a quien encuentras. Este performance de vanguardia, ha ido evolucionando con el paso de los años hasta incorporar tecnología audiovisual pero sin dejar de lado la esencia de una comedia no de pastelazo, sino de interpretación, siempre alrededor del ritmo mismo que los personajes van marcando conforme a lo que van viviendo o descubriendo.
Ahora bien, esa misma curiosidad la tengo un poco yo y empecé a investigar el nacimiento y la razón de este grupo creativo, porque la atemporalidad de su espectáculo, profundamente influenciado por el arte de exposición de la década de los 80 me atrapó desde el primer momento, a través de una nada sutil crítica al estado actual del arte contemporáneo. Y es que un espectáculo donde todo tiene que ser interpretado con expresiones corporales puede -y debe- ser un espectáculo inteligente que se aleje del facilismo.
Aquí es donde uno descubre la inteligencia detrás del maquillaje, la profundidad detrás de las carcajadas del público y el estudio que se esconde tras el ritmo de la pintura que llena el escenario mientras el trío lucha entre ellos mismos por el protagonismo musical que termina en la armonía del conjunto. Estamos ante el que, quizá, sea el mejor ejemplo de homenaje y actualización a la rutina circense del mimo, donde la comunicación depende un poco de nuestra imaginación en la butaca y un mucho del talento en medio de la pista de quien sostiene el hilo conductor de lo que estamos viendo.
Entre chistes que atraviesan generaciones -como la lucha contra los eternos popups de la tecnología de internet que los más jóvenes pueden sentir lejano- y momentos que incluso encierran un mensaje importante sobre la adicción tecnológica y la desconexión de humanos entre dispositivos, la noche avance en un show contemplativo que está para algo más que entretener.
Estos Marcel Marceau modernos son prueba de que no toda la actualización es mala ni toda la modernización negativa. Adaptar tu espectáculo para mantenerlo vigente después de 26 años no es nada sencillo y, dentro de cada cambio que se ha hecho en la búsqueda de esa vigencia, la esencia de los tres personajes que salieron a las calles de Nueva York a finales de la década de los 80 para despedir, justamente, esos años de neon y oropel, sigue vigente. Porque si bien estamos ante un espectáculo primordialmente musical, estamos también ante una narrativa crítica sobre la actualidad, en donde nuestros Blue Men representan el descubrimiento antes de ensuciarnos con lo que rodea al ser humano.
Son, por decirlo de alguna manera, un reflejo de la inocencia y la inteligencia inherente de los seres humanos. Ellos tres, inocentes parias de un mundo que, no se engañen, no desconocen, sino que miran con mucho mayor sabiduría que la nuestra. Porque de eso se trata la inocencia, de seguir el instinto y descubrir hacia dónde nos lleva la vorágine sin caer necesariamente en los vicios de ella.