Roberto es proveedor de servicios turísticos en Cancún. Por más de 20 años ha trabajado en el aeropuerto de Cancún como transportista. Hoy, enfundado en una playera de E-Transfers —aunque me cuenta que antes estuvo en otras compañías— mira cómo se viene el tropel de turistas de las 11 de la mañana que salen de la terminal áerea, orgullo de Grupo Aeroportuario del Sureste, ASUR que buscan cómo llegar a cualquiera de los cientos de hoteles que hay en todo lo que es Riviera Maya. Algunos van al centro de Cancún, otros a la Zona Hotelera, otros más a Playa del Carmen o Puerto Morelos y, por supuesto, no faltan los hipsters aventureros ecobiológicos y biodinámicos que están llenando Tulum e impulsando la gentrificación de un destinto que, además de todo, parece en las últimas semanas, campo de tiro de los becarios del narcotráfico. Y, entonces, en medio ese caos, estoy yo, jalando una maleta sencilla, buscando maneras de transportarme a Mayakoba donde tendré una reunión y entender, después, la mejor manera de viajar de regreso a Cancún, donde estaré unos días en plena zona hotelera. Y si ustedes creen que la mafia del destino está sólo en tiroteos desde motos acuáticas o en algunos lobbies de hoteles que han cedido ante las presiones del crimen organizado, están equivocados. Hay un crimen organizado de mayor elegancia y, sobre todo, poder aplastante. Y lleva los colores del gobierno en turno y de Grupo Aeroportuario del Sur.
Partamos de un hecho fundamental. Cancún se ha convertido en el hub más importante para recepción de turistas de todo el país. Claro, las estadísticas nos dicen que la ciudad de México recibe más pasajeros, pero no necesariamente son turistas. Muchos de los que pasan por el Aeropuerto Internacional Benito Juárez son o viajeros de negocios o, justamente, locales que regresan de haber sido turistas. Cancún es, por mucho, un hub predominantemente turístico. TAP, JetBlue, Turkish, Southwest, Monarch, MartinAir y otras 60 aerolíneas llegan o salen de Cancún para traer una marea de viajeros de todo tipo, toda expectativa y todo mercado posible. Desde el viajero familiar que busca el All-Inclusive que les resuelva la semana con hijos, primos, sobrinos, perro y perico hasta el viajero de lujo que busca experiencias únicas en hoteles boutique o resorts 5 Diamantes. Y en medio de esos dos extremos, se juntan los más de 22 millones de viajeros movilizados en el aeropuerto de Cancún durante 2021, con, sin y a pesar de la pandemia.
Como viajeros, el primer contacto que tienes con el país al que llegas es el aeropuerto y los servicios que ofrece. De ahí que hayamos criticado tanto el estado de la Terminal 1 de AICM o que nos angustie lo que pasará en el AIFA. Y no es por preferencias políticas, o un prejuicio de algo que no ha sucedido —como defendía en la semana una colega periodista—, pero es como llegar al cine y ver el avance de una película de tiburones zombies mecanizados a las órdenes de un general nazi que vive exiliado en la luna, dirigida por Uwe Boll y protagonizada por Tommy Wiseau: no la has visto, pero sabes por el sentido común lo que puedes esperar de ella. Que te guste o no ya es cuestión de preferencias personales.
(Nota mental: ver "Sharknado: The 4th Awakens" que es la única de la saga que no he podido ver).
Volviendo al tema, en Cancún tu primer contacto es con una terminal que fue renovada y que por dentro es una de las que mejor infraestructura presume en temas de instalaciones, conexiones, presencia de aerolíneas y, sobre todo, una conexión con destinos de todo el mundo, algunos incluso más baratos que saliendo de Ciudad de México. No es, por decirlo claro, una casualidad que a veces sea mejor tomar un vuelo a Londres desde el destino que desde México. Y es que ahí nos enfrentaremos a otro tema de otro artículo que es el abuso del TUA en Ciudad de México.
Cuando el turista sale de su vuelo y comienza sus vacaciones tiene que pasar por el filtro inevitable de la transportación. Claro que muchos de los hoteles sabiendo el tema tienen transportación programada o contratada para huéspedes, especialmente hoteles de los tamaños de Fairmont o Secrets, por mencionar un par, pero es un agregado opcional a las vacaciones y no necesariamente un extra inmediato al contratar. Así que nos quedamos con el tema de la transportación a tu destino. Hagamos el siguiente ejercicio de imaginación.
Ustedes son una familia de cuatro que decidió juntar ahorros y aprovechar ofertas para tomar vuelos a Cancún desde la ciudad de México para viajar a Playa del Carmen y quedarse en uno de los hoteles un poco alejados de la Quinta Avenida pero que ofrecen la ventaja de tener centros comerciales y tiendas de autoservicio cerca. El vuelo en promedio costó 1,500 pesos —tomando en cuenta que los adultos pagaron tarifa con maleta y los niños la tarifa básica— y aterrizaron en Cancún sin tener transportación porque “seguro allá tenemos las opciones para decidir”. Bueno, déjenme les pongo en claro las opciones que, al día de hoy, tienen.
- Uber. No hay. Uber, como cualquier otra plataforma de ride-sharing, no tiene permitido entrar al aeropuerto —o a cualquier aeropuerto para irnos a la ley en rajatabla— por ser zonas federales en donde sólo ciertos servicios de taxi operan con debida autorización. “Pero en Ciudad de México entran“, me dirán con toda la razón. Sí, efectivamente. Pero porque el aeropuerto de Ciudad de México está enclavado en plena ciudad y como usuarios y plataformas, aprovechamos los huecos de la ley para hacer algo que no deberíamos estar haciendo. En Cancún existe un cerco digital que no permite a la plataforma funcionar dentro de hasta 5 kilómetros a la redonda de los terrenos del aeropuerto.
- Transporte público. No hay. Si ustedes quieren tomar el transporte público que los acerque a Playa del Carmen y que es el mismo que usa la gran mayoría de trabajadores de los hoteles en una zona que muestra la profunda gentrificación que causa el turismo —y de la que, de nuevo, hablaremos en otro artículo específico—, tienen que tomar sus maletas y sus dos bendiciones para caminar un promedio de 3 kilómetros y salir del aeropuerto para llegar a la carretera en espera de que, además, la camioneta que pase tenga espacio para ustedes. Si lo logran, eso sí, les garantizo que les abren hasta cajuelas para que pongan sus maletas.
- Autobuses. Sí hay. ADO tiene autobuses que conectan Cancún y Playa del Carmen con el aeropuerto. Sin embargo sólo van a las centrales camioneras de Playa del Carmen y del centro de Cancún. Si su hotel es, digamos, Xcaret, Oasis, Coral Beach, Emporio o cualquiera que no esté pegado a la central camionera de Playa del Carmen o Cancún, pues súmele usted el taxi necesario o la “caminata aleccionadora de carácter”, como diría el padre del personaje de la tira cómica Calvin & Hobbes.
- Taxis externos. No hay. Grupo Aeroportuario del Sur ha decidido abrirle las puertas de su aeropuerto a cinco o seis transportadoras especializadas. Pero eso no genera competencia, ya que el tarifario lo decide ASUR mismo, creando un monopolio de facto en el servicio de transportación de la terminal turística más importante del país.
- Colectivos. Sí había. Pero no piensen en los colectivos como los microbuses o autobuses de la ciudad de México. Estos colectivos son camionetas Sprinter que tienen una ruta hacia hoteles trazada, pero cobran alrededor de 500 pesos por pasajero. Así que casi sale lo mismo que el taxi privado. Desde el arranque de pandemia, los colectivos desaparecieron, sin miras a cuándo vuelvan a aparecer a pesar de que el estado ya está en semáforo verde oficialmente desde hace semanas y no oficialmente… pues en 2021 recibieron 12 millones de turistas, así que usted saque sus conclusiones.
- Taxis Autorizados. Sí hay. Hasta cinco transportadoras oficiales. Esas son las opciones que tenemos para los viajeros de Cancún. Taxis a quienes les cobran cuotas e impuestos por el simple hecho de estar parados esperando a pasajeros. Cobros que se van a ASUR y que se reparten entre varios personajes del turismo de Quintana Roo.
“Tenemos que darles dinero por todo. Aquí la transportación siempre ha sido del gobernador y no hay manera de quitarle eso. Ya nos acostumbramos, porque si no le damos su moche, nos arriesgamos no sólo a que nos quiten el permiso, sino a que nunca nos lo vuelvan a dar”, me comenta Saúl, quien pide no usar su apellido por miedo a represalias. “No es nada nuevo. Y con las nuevas terminales sólo se puso peor. Llegan más turistas, es más lana que meter. Pero para ellos, porque nosotros seguimos ganando lo mismo. Nomás que se inventaron nuevas cuotas para pagarles. Yo por eso mejor me vine para acá”, me dice a bordo del taxi con base en Playa del Carmen que tuve que tomar después de llegar a la central camionera habiendo decidido por el ADO para regresar unos 15 minutos en la misma carretera y poder llegar a Mayakoba.
“Y ya está tranquilo”, continúa. “Antes cuando los de Uber se acercaban a la terminal, los taxistas los seguían y los paraban. Me tocó ver a taxistas que bajaban a los turistas y los dejaban en la carretera”. No me sorprende. En 2019 escuché de varios casos así en noticieros que se perdieron en el torbellino de otras malas noticias. ASUR tiene, entonces, el control absoluto de la manera en que se transporta la gente que llega al Aeropuerto de Cancún y Uber sigue estando prohibido en un destino en donde todo está lejos de todo. Quizá por ello los hoteles de Cancún se han convertido en fortalezas que buscan ofrecer todo al viajero que, en una hermosa ironía, sale de su encierro citadino para llegar a un encierro playero. Pero cada quien…
En medio de todo esto, uno no puede dejar de preguntarse, ¿dónde está Miguel Torruco? ¿Dónde está el Secretario de Turismo federal que tiene, entre otras funciones a su cargo, la regulación de los servicios de proveedores turísticos en todo el país y, en su caso, la generación de política púbica que proteja y ayude al viajero y, con ello, impulse el desarrollo turístico de regiones, destinos y el país entero? ¿Dónde está Miguel Torruco en un destino que parece tierra de nadie no sólo en el tema del crimen organizado, según historias de los propios locales, sino en los temas más francos y sencillos como puede ser la llegada a tu hotel cuando decides viajar al caribe mexicano.
¿Dónde está Miguel Torruco y la creación de política pública que permita desarrollar estrategias de impulso sostenible al turismo internacional pero, sobretodo, al viajero doméstico? Ninguna industria turística de ningún país puede recuperarse a partir del viajero internacional. Tiene que pasar de manera fundamental por la comunicación y oportunidades para el viajero nacional. Y cuando a una familia mexicana la recibes con la opción de que su traslado del aeropuerto al hotel le costará más que el costo de un boleto de avión, estás dejando en claro que no entiendes el turismo y no te importa el mercado mexicano.
¿Es el camino eliminar las transportadoras que están bajo el yugo monopólico de ASUR? No lo creo. Al final, el servicio que ellos proveen al turista internacional tiene una razón de ser y una lógica importante no sólo en la dinámica de la experiencia turística sino en la más fundamental ley de oferta y demanda. Pero deben existir verdaderas opciones y una apertura a plataformas y servicios de transportación que le den a otros usuarios la capacidad de elegir por sí mismos el servicio que ellos quieran. De eso se trata el libre mercado. Y no podemos seguir cayendo en las contradicciones de un gobierno que quiere ser “socialista, progresista y humanista” mientras se mantiene la sobreexplotación del consumidor con precios monopólicos de ese franco neoliberalismo que, al parecer, odian en el discurso pero no en el cobradero de cuotas. No podemos dar un paso al siglo XXI —y miren que ya llevamos 22 años en él— sin entender las plataformas tecnológicas y el avance del share economy en todos los rubros de la dinámica social.
Hay cosas de los viajeros que no lograré entender como pagar tarifas verdaderamente absurdas en un hotel como Nickelodeon o en casi cualquier espacio de Tulum, ejemplo de la absoluta gentrificación del turismo. Pero cuando la afectación de los servicios turísticos es discrecional por la corrupción simple y franca de quienes están en el gobierno del estado, uno no puede evitar pensar que la permisibilidad del gobierno federal incluye la facilitación de permisos para cierto tren que iba a ser elevado y ya no fue “porque no nos da tiempo de acabarlo”, la decisión de ignorar la tala de más de 20,000 árboles de una zona en donde ni siquiera se realizaron estudios de impacto ambiental y, por supuesto, la expropiación de más de 200 terrenos porque se modificó la ruta de algo que nunca se planeó bien para empezar.
¿Dónde está Miguel Torruco? Yo comenzaría a buscar en Houston o en la suite presidencial de alguna de las propiedades de Grupo Vidanta, —protegido presidencial que cobija al bodoque chocolatero—,negociando el siguiente proyecto sin estudios ambientales ahora en Riviera Nayarit y que, al parecer, se va a convertir en la nueva estrategia para terminar con el país entero y que, quizá, abra espacios de lujo a lo que Andrés Manuel llama “el pueblo bueno”, porque imagino que Mundo Vidanta tendrá tarifas que honrarán que “primero los pobres“, ¿no?