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6:30 A.M. Regresando al amanecer, al comienzo

por Sabores de México

Por @cremortartaro

Cuando el mar aún esta tibio, cuando acaba de amanecer, exhala un olor distinto del resto del día, digamos pues que el mar está fresco, recién nacido.

Suave, devuelve los pescadores a la costa, con redes llenas de la cosecha que él mismo dispuso para la tierra.

Esta imagen la atesoro desde niña, el mar pacífico, abierto, escandaloso y al mismo tiempo suave se dibuja en Puerto Arista, Chiapas

Historias de Chiapas

Vacaciones con la familia, la lancha de los pescadores de madera, verde agua, con redes y cubetas llenas de la pesca, sus rostros son siempre sonrientes y su piel abrillantada por el sol. Regresan de su lugar de trabajo, su “oficina” el mar abierto.

Cierro los ojos y respiro.

Ahí andaba yo, a las 6:30 de la mañana, descalza y con 11 años encima, platicando con los pescadores y negociando un buen precio para los pargos antes de que llegaran los compradores-coyotes, que se llevan todo más barato y lo venden al triple.

Compré cuatro pargos, los que me dieron, no elegí pues no tenía ninguna referencia para hacerlo, mi entrenamiento como #LaSeñoradelaCasa a esas edades era mínimo, lo que sí que hacía muy bien era regatear, mi bisabuela me enseñó, ella regateaba todo y compraba cantidades sorprendentes de fruta y verdura con menos de 10 pesos (antes del 94).

Volviendo a los cuatro preciosos pargos de lunares que parecían diseñados, con la luz perfecta, los ojos resplandecientes aún ya pescados, su frescura se desbordaba. Los llevé de vuelta al hotel, regresábamos temprano ese mismo día, mi mamá especialista en practicidad y eficiencia, los saló ligeramente y los metió en la hielera junto con las cervezas de papá.

Historias de Chiapas

 

Anduvieron tres horas en carretera, subieron y bajaron “La Sepultura” llegaron a Tuxtla y fueron preparados con dedicación y paciencia, a pesar del cansancio del viaje.

Hay una constante en los que cocinamos y disfrutamos comer, por muy grande que sea la fatiga y el hambre, no desesperamos, es decir, si hay que cocinar para comer bien, cocinamos y con gusto.

Me encantaría describir la receta, pero no tengo ningún recuerdo, el único recuerdo es la textura fresca del pescado, que se deshacía con sólo mirarlo y el sabor a mar de mañana, fresco, ahora en la mesa, a las 2 de la tarde.

Así de simple es el recuerdo que atesoro, me permite reconocer un pescado fresco en cualquier mesa, la experiencia de comer, ligada con sofisticación, es gratuita.

El refinamiento del espíritu, consiste en parte en la contemplación y el tiempo para apreciar, mirar, tocar, oler, COMER. Es una relación perfecta y elegante entre nuestros sentidos y su capacidad infinita de apreciación.

Esta historia, compartida por la invitación de mi paisana Chiapaneca Elsie, tiene varios propósitos: Recordarles que la oficina puede ser el mar abierto, que un pescado fresco y exquisito siempre tiene el mismo origen, que por mucho cansancio y fatiga la buena comida siempre encuentra su camino y que el mar es el que decide cuándo y cuánto devuelve a la tierra.

Regresemos pues al amanecer, al comienzo, al respiro, al olor, al sabor, al sol, a las texturas, a la tierra que simple, humilde, siempre nos provee.

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