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Wicked: De la universalidad de perseguir los sueños.

por Carlos Dragonné

Por: Carlos Dragonné

Caminar por Broadway es, en si mismo, una fantasía hecha realidad para quienes amamos la narrativa del teatro musical. Entre las luces de neón, las marquesinas y las enormes imágenes que nos reciben en Times Square, reafirma mi convicción de que visitar Manhattan al menos una vez en la vida tendría que estar entre la lista de los derechos humanos fundamentales. En esta ciudad que nunca duerme se respira la pasión por el entretenimiento, pero también la diversidad, la muestra de una ciudad verdaderamente cosmopolita que nos recibe entre la majestuosidad del sueño americano. Recorrer las cuadras que albergan teatros y nombres extraordinarios de la historia de las artes escénicas puede comenzar o terminar con una visita a Sardi’s, uno de los restaurantes insignia de Broadway, en el que las paredes se llenan de los rostros de quienes han sido parte de la construcción de las historias y los escenarios. Con 90 años de historia y cuatro pisos para recibir a los comensales ávidos de sentir la vibra de un lugar que ha abierto sus puertas y puesto las mesas para Idina Menzel, Kristin Chenoweth, Anthony Rapp, George Gerswhin, Arthur Miller, Sam Harris, Tom Hanks o Hugh Jackman, Sardi’s es, según cuenta la leyenda, el lugar donde nació la idea y se conceptualizó la creación del Tony Award, el premio anual que reconoce lo mejor del teatro. No es para menos que se le conozca como el Salón de la Fama no oficial, pues sus paredes y sus cocinas están impregnadas de la historia de Broadway. Y menciono sus cocinas porque, a pesar de que se ha vuelto un destino turístico impresionante por los más de 1400 caricaturas que, a lo largo de su historia, han creado 4 diferentes artistas, pero la realidad es que la gente termina disfrutando la experiencia entera por su comida, un recorrido por clásicos del lugar que, además, nos tocó disfrutar en una noche que superaría todas mis expectativas emocionales. En estas mesas en las que hoy comenzamos la cena con un sampler de los aperitivos más importantes del menú y entre los que podemos disfrutar el Prosciutto, Espárragos con Salmón, Mozzarella y el Paté de Hígado de Pollo con Trufa que, entendemos, es un básico para quienes cruzan la puerta del restaurante, también nos dimos a la tarea de entrarle a los dos platillos insignia del lugar: los Cannelloni, que es el platillo más popular de todo el menú de platos fuertes, así como la entrada más vendida que tienen: los Crab Cakes. Y es que pasear por los pisos de Sardi’s es apenas el primer paso de una noche que nos adentrará en el teatro musical en su expresión de fantasía. Porque así como vamos por la vida con la fantasía de caminar por debajo de las marquesinas y entrar por las puertas del teatro, también, en otro mundo, hay alguien que vive su fantasía de ser normal, de creer en ella misma y encontrar el sentido de su propia vida en medio de las adversidades y la incomprensión de un mundo demasiado duro con quienes son diferentes. Esta noche volamos a la tierra de Oz, y lo hacemos no desde una casa llevada por un tornado, sino desde las butacas del Gerswhin Theater, sede del Salón de la Fama del Teatro, este sí, el oficial. Y al llegar, no iremos corriendo a ciudad Esmeralda, porque es momento de descubrir que mucho pasó en Oz antes de que Dorothy aterrizara. Bienvenidos a ciudad Esmeralda. Bienvenidos a Wicked.

Wicked, Musical de Broadway, Gershwin Theatre

Soy cineasta. Eso lo hemos hablado en muchas ocasiones. Y, por lo mismo, la ilusión y la fantasía son parte intrínseca de mi vida todos los días. Es imposible andar estos pasos sin ser capaces de imaginar en segundos un mundo entero diferente, lleno de criaturas, magos, hechizos y animales parlantes. Cuando comenzaba mi romance con los musicales, Wicked fue uno de mis primeros amores, en las voces de Kristin Chenoweth como Glinda e Idina Menzel como Elphaba. Como cineastas, también nos alimentamos de lo que llamamos sueños guajiros y he de confesarles que, en algún momento de la vida, hasta coqueteé con la idea de empezar un desarrollo para adaptar la obra a película, lo que sólo se quedó en el sueño guajiro y que, para el próximo año, realizado por alguien más, podré disfrutar en la pantalla grande, pues se prepara ya la versión cinematográfica de la obra.Wicked, Musical de Broadway, Gershwin Theatre

Wicked es universal, a pesar de suceder en una tierra de ficción. Todos podemos sentirnos conectados con lo que le pasa a los personajes, con sus pasiones, ilusiones, sus miedos y los sueños que quieren conseguir. Al igual que Elphaba, ¿quién puede negar que alguna vez se ha sentido incomprendido y perseguido por pensar diferente a lo establecido? ¿Quién podrá vernos a los ojos y asegurar que nunca se ha imaginado que todos lo miran con recelo porque hay algo que los hace distintos a todos quienes lo rodean? Y, aún así, siempre existe una forma de mantenerse en pie y sin vulnerar los ideales que nos han hecho fuertes ante los retos y las risas, ante las burlas y las amenazas. Incluso hemos sabido encontrar la manera de darle la vuelta a los engaños de quienes creímos guías y ejemplos a seguir para poder romper las barreras y los palacios de cristal construidos alrededor de una mentira que nos lastima. Todo esto se logra porque ahí, en los lugares más inesperados, podemos encontrar a quienes, sin importar lo que suceda, se convertirán en los bastiones de nuestra motivación, en la fuerza que nos impulsa a dar los siguientes pasos, porque el amor vence cualquier barrera, y ese amor puede venir envuelto en una amistad que nunca hubiéramos creído posible, o en ese amor que nos complementa como ningún otro, a pesar de habernos asumido como indignos del mismo. Porque aquí, el I Wish Song no tiene que ver con nada más que con ser aceptado y reconocido por los mismos motivos que, hasta ese momento, han sido la razón del rechazo. Cuando dos mundos chocan y resulta que uno de esos es el nuestro, tenemos la oportunidad de entender el por qué y sacarle el mejor provecho, aunque para quienes observan desde lejos nuestro actuar, no comprendan que lo que estamos haciendo tiene, al menos desde nuestra perspectiva, una razón de ser no sólo para nosotros, sino para todo lo que significa nuestra vida.Wicked, Musical de Broadway, Gershwin Theatre

Wicked es universal, a pesar de suceder en una tierra de ficción. Porque cuando luchamos contra un sistema de prejuicios, no importa si somos verdes, animales parlantes o simples mortales que día a día luchan contra lo que sucede más allá de nuestras puertas. Aquí podemos estar presenciando la lucha contra un sistema totalitario que encierra animales parlantes y los exhibe como simples bestias, pero la fuerza y lo imperecedero de esta obra es que bien podemos estar hablando de sociedades divididas, de minorías agredidas en una noche en un bar de Orlando o de un muro que pretende partir en dos un continente… Porque el engaño puede venir de un imponente Mago de Oz que quiere imponer su visión torcida del mundo que le permitirá seguir viviendo la fantasía de sentirse superior o puede simplemente ser el embelesado discurso del político en turno que nos lleva por una espiral de rabia y promesas incumplidas en la que vemos nuestra vida escurrirse por los dedos de la ineficacia.Wicked, Musical de Broadway, Gershwin Theatre

Wicked es universal, a pesar de suceder en una tierra de ficción. Porque de los rincones más extraños y contrarios a lo que somos puede levantarse la luz de una amistad que nos definirá y nos impulsará a tomar el camino que nos haga más felices, aunque a veces ese camino signifique tomar una bifurcación en la vida y abrir una brecha que, si bien nos separará por siempre, nos hará saber que nunca estaremos más unidos a otra persona. Nos convertiremos en ese cometa sacado de órbita mientras pasa junto a un sol y seremos ese árbol que florece por la semilla que un pájaro dejó caer en un bosque. Y en ese camino en el que nos uniremos como nunca a nadie, cometeremos errores, muchos sin siquiera saberlo o, incluso, por haber creído que era lo mejor que podíamos hacer. En nuestro actuar siempre estaremos seguros que lo hicimos con la mejor de las intenciones, pero los resultados muchas veces serán todo lo contrario a lo que pensábamos que lograríamos. Ahí es donde tendremos pérdidas y nos miraremos al espejo sabiendo que todo lo que hicimos tenía que ver con nuestra idea de hacer a otros sonreír, aunque después el llanto se haya apoderado de nuestras noches. Nos haremos de enemigos, seremos repetición de historias incomprendidas o hasta inventadas que nos lleven al límite de la tolerancia y, quizá, a los más oscuros rincones de nuestros propios miedos. Sí, dudaremos de nosotros. Nos refugiaremos en el temor de imaginar que todos esos juicios que nos hicieron pudieran estar correctos y, después de todo, nosotros somos los que hemos estado equivocados todos estos años. Pero entonces, ahí, en ese remolino de dudas, nos habrá de salvar la mano de quien sabemos nunca se separará de nuestro lado. Y no importa si esa mano es de paja.Wicked, Musical de Broadway, Gershwin Theatre

Wicked es universal, a pesar de suceder en una tierra de ficción. O quizá no… Quizá no es tan ficción, porque sólo los escenarios son falsos, pero las emociones son más humanas de lo que podemos pensar. Quizá por ello es que cada canción, cada número que se actuaba en el escenario, las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas, envuelto enteramente no en la fantasía de Ciudad Esmeralda, sino en la idea central de que, a veces, ser uno mismo puede ser una afrenta a lo que nos rodea, mientras elevamos vuelo con nuestros sueños y sabemos que no estamos equivocados. Porque es ahí que nos damos cuenta que algo ha cambiado en nosotros y que no estamos dispuestos a jugar un juego con reglas que alguien más escribió. Es hora de desafiar la gravedad y nadie nos hará caer. Porque los límites sólo existen en la mente de quienes los pusieron, y nosotros no estamos dispuestos a aceptar límites. No más. Nunca más.

Wicked es, al final de cuentas, universal. Porque, sin importar que no tengamos un Grimmerie que nos enseñe el hechizo correcto, nuestros propios sueños son un hechizo en si mismos. Y hay que usarlo, porque sí… todos tenemos derecho a volar.

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