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Comali. Cuando la política pública te la venden al doble.

por Carlos Dragonné

Por: Carlos Dragonné

Hace unos días les platicaba sobre el encuentro Comilona en Campo Marte y hablábamos de este asunto del impulso a la cocina mexicana que parece de pronto saturado de festivales que navegan en un mar lleno de propuestas que se pierden si no se aprovechan adecuadamente. Tengo emociones encontradas por el festival más reciente al que asistimos y es que mientras veo un apoyo importante a algunos productores independientes, también veo que los organizadores lo pusieron fuera del alcance de gran parte de la población. Entiendo que me digan que se puede cobrar lo que uno quiera cuando el evento es privado o una ONG, como Sabores Polanco o Sabores de la Ciudad de México. Pero cuando el evento nace de una Política Nacional del Gobierno Federal, la cosa cambia. Así que intentaré ser lo más objetivo posible y les platicaré lo bueno, lo malo y lo peor. Esta semana nos fuimos a Comali.

Lo primero y más importante es que en cualquier festival en el que presenten a cocineros de cada estado del país invitado -todos o por regiones, como se decida- siempre tendrá mi voto a favor. Comali no es la excepción en esa regla. El espacio gigantesco en el que estaban casi todos los estados representados, algunos con más stands que otros, invita a lo que la gastronomía debería de ser en términos de convivencia: estar con familia, en santa paz, en disfrute entero. En un momento del país en el que hace falta recordar que los espacios son nuestros, siempre se aplaude que haya cómo lograrlo.

El pabellón de Sagarpa, por ejemplo, es algo que uno espera que se repita sin importar los colores de quien llegue a la Presidencia este año, porque se concentra el esfuerzo de productores locales e independientes para dar a conocer el producto que están armando. Cerveza artesanal, miel y mezcales es lo que se me pegó nada más al pasar por ahí. Y es importante resaltar que, a diferencia de otros festivales, aquí se les da un lugar importante, destacado y digno de lo que representan. Así que hay otro punto a favor para Comali.

Si entramos a detalle en la experiencia, la realidad es que siempre se agradece poder tomar una copa de tinto Izadi mientras vas viendo caras nuevas de nuestra cocina y reconociendo amigos como Daniel Ovadía o Fernando Figueroa, que andaban representando a Nudo Negro y Los Mirasoles respectivamente con platillos que bien podrían ser lo único que se servía en el evento y no me hubiera quejado nada.

Sin embargo no todo es caravanas para este Festival. Nunca he sido de los mezquinos que exigen que las cosas sean gratis. Incluso en más de una ocasión hemos hablado de darle su justa dimensión y costo a cocineros y proyectos. Pero como todo, el contexto es importante. Y aquí estamos hablando de una Política Pública. Entonces, cuando uno empieza a sacar cuentas, éstas ya no salen. El costo de la entrada es de $200 pesos, tan sólo por entrar a caminar en un espacio que es, de origen, público. Pero a eso súmenle que cada platillo que prueban les cuesta un promedio de 100 pesos, porque los precios van desde 50 hasta 200 pesos dependiendo del lugar, stand o propuesta que decidan disfrutar.

Es aquí que uno empieza a sacar cuentas por una familia promedio de 4. Entre entradas, comida, postre y bebidas, están hablando de una experiencia que terminará costando alrededor de dos mil quinientos pesos o más por cuatro personas. ¿Es esa la política de acercamiento de un programa público? Ojo… no estoy diciendo que esté caro, pero para ser un evento realizado con recursos públicos a través de una plataforma creada por medio de una política pública de fomento al turismo, me parece que el costo no sólo es excesivo sino, incluso, absurdo.

Porque aquí no estamos hablando de un evento para empresarios o para invitados especiales, sino un evento que está planeado, en teoría, para invitar al viajero mexicano a descubrir su país a través de los sabores que puede ofrecerle México. ¿Cuánto se puede animar el público a crear turismo interno -generador de economía sustentable en cualquier país- si se le demuestra que comer la selección de cocina «tradicional» les sale en un despilfarro económico? Es esta la mayor falla de Comali. Porque, además, hay otro elemento económico que no están tomando en cuenta.

Los stands tuvieron que pagar su espacio. Las ventas de productos y platillos no eran directamente con ellos. Eran, más bien, a través de un sistema de boletaje como si estuviéramos en Kermés de primaria y de estos boletos Comali se quedaba el 20%. Entonces, ¿dónde está la política pública? ¿Dónde el asunto de promoción de la gastronomía como patrimonio que sustenta este proyecto? Porque al final se reporta como un evento que nace en la política pública pero le cuesta a la iniciativa privada, al consumidor y hasta al proveedor un dinero que nadie sabe a dónde va a parar.

Insisto. No quiero eventos gratuitos. Pero es importante preguntarnos la importancia y trascendencia de la política pública. Porque el 4 de agosto de 2015 se firmó en México la Política de Fomento a la Gastronomía Nacional en donde se lanzó con bombo y platillo la iniciativa Ven a Comer. Libro y todo incluido -libro que sigue sin aparecer en librería alguna y que nomás no encuentro por ningún lado-, la propuesta era (o es) impulsar la gastronomía mexicana como uno de los ejes fundamentales de nuestra industria turística. Nomás les tomó tres años hacer un evento. Y ese evento, al final de todo, nos lo cobraron también.

¿Es bueno Comali? En terminos culinarios sí. Me parece un proyecto importante de difusión de todo lo que pasa en México. Ahí no hay nada que reprocharles. Porque no cualquier día puedes probar en un solo espacio la cocina de restaurantes de Campeche, Yucatán, Baja y Zacatecas con sus mejores representantes. Sólo que a alguien se le olvidó avisarle a Sectur, Sagarpa y el Consejo de Promoción Turística de México que la inclusión de todos los sectores de la sociedad es objetivo primordial y definitorio de la política pública. Y no tiene nada de incluyente decirle al público que, además de haber pagado con sus impuestos el desarrollo de esta política, hay que apoquinarle unos 700 pesitos más por persona para ver el resultado.


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1 comentario

ABEL LARA 24 de mayo de 2018 - 13:58

COINCIDO CONTIGO, ASISTÍ A UN FESTIVAL EN QUERETARO Y SUCEDIÓ LO MISMO, LOS PRODUCTORES LOCALES APROVECHAN ESPACIOS PÚBLICOS PARA PROMOVER SUS PRODUCTOS, Y ESTA BIEN, PERO, TE COBRAN LA ENTRADA A PRECIOS ALTOS, SUS PRODUCTOS AL DOBLE DE LO QUE LOS ENCUENTRAS EN LAS TIENDAS DEPARTAMENTALES, EL GASTO SE ELEVA ENORMEMENTE, SIN GANAS DE REGRESAR O ASISTIR A EVENTOS DE ESA NATURALEZA. GRACIAS

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