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Chef rehabilita convictos en restaurante gourmet

por Sabores de México

«Se buscan jóvenes problemáticos que necesiten una segunda oportunidad» se lee en un anuncio clasificado. Los mejores candidatos son aquellos que han estado en prisión o tenían problemas con las drogas. El anuncio lo publicó el chef Marc Thuet para formar su equipo de trabajo en el reality canadiense «Convictos en la Cocina«.

«En Canadá cuando eres un ex convicto es muy difícil que encuentres trabajo o hacer cualquier cosa. Todos te ven como un prisionero y nada más», dijo Thuet a AP en una entrevista telefónica desde Toronto. «En muchos trabajos te preguntan si has estado en prisión, quieren saber tus antecedentes y no tienes posibilidad», agregó. «No puedes mentir, tienes que decir que sí y la mayoría de las veces ni siquiera te dan el trabajo».

convictos en la Cocina

Thuet, quien ha trabajado en restaurantes con estrellas Michelin y es reconocido en el ámbito gastronómico de Canadá, ideó el programa a partir de su propia experiencia de vida. «Fui adicto a las drogas por 25 años y estuve varias veces a rehabilitación, la última vez hace 8 años y hasta ahora estoy sobrio», dijo. «Tuve suerte de nunca ir a prisión».

El programa, que transmite semanalmente el canal de cable truTV, estrenó recientemente su segunda temporada en México, Argentina, Chile, Colombia y Venezuela. En la primera temporada, desarrollada en Toronto, los participantes (hombres y mujeres que incluyeron a una madre de un bebé) habían cometido crímenes diversos como asalto con armas, pero en la segunda, grabada en Vancouver, todos estaban relacionados con drogas ya fuera por delitos o por adicción.

«En el segundo programa una de las chicas había estado en prisión unas cinco veces», dijo Thuet. «En el primer programa hubo un participante que estuvo en prisión por 11 años, por un robo de banco«.

Al preguntarle si alguno de los participantes tenía orígenes latinos el chef respondió que no era algo que le intrigara. «Yo no les pregunté sus orígenes, lo más importante era que quisieran estar en el programa para cambiar sus vidas, no me importaba si eran blancos, negros, amarillos. Para mí todos eran bienvenidos, sólo buscábamos gente que quisiera cambiar su vida».

Thuet dijo que decidió hacer la segunda temporada en Vancouver citando un problema grande de drogadicción en esa ciudad. Su reto era ayudar a mantener a flote el viejo restaurante Delilah’s. Para lograrlo, reclutó a 12 hombres y mujeres jóvenes a los que enseñó a cocinar, presentar y servir alimentos preparados con productos orgánicos provenientes de granjas de las cercanías del restaurante.

El resultado en Vancouver fue muy positivo para los clientes, quienes eran atendidos con esmero por los ex reos en su trabajo como meseros, dijo Thuet. También fue en esa ciudad donde una crítica culinaria les dio una gran reseña. «Nunca supimos que llegó. Es famosa pero nadie sabe cómo se ve así que ni nos enteráramos. Y escribió cosas muy buenas, realmente le gustó mucho la comida», dijo.

A los participantes, había que enseñarles todo, desde cómo vestirse hasta cómo presentarse y cómo tener disciplina, lo cual logró con la ayuda de su esposa y socia Biana Zorich. El programa se mantenía fiel a los hechos como ocurrían, con sus discusiones, malentendidos y emociones encontradas. «En ese punto les importa un comino la televisión, se trata de su vida», dijo Thuet. «Nosotros no somos estrellas de televisión y lo que pasó es lo que pasó».

La autenticidad se vio reflejada fuera de cámara. Tras la grabación del programa en Vancouver uno de los participantes volvió a prisión, pero otro ha logrado mantenerse sobrio a pesar de ser adicto a la heroína.

Convivir con los convictos también repercutió en la cocina de Thuet, quien en su libro «French Food My Way» incluyó una receta de «alitas de pollo de prisión» que le dio uno de los participantes. «Lo interesante es que en la receta no puse cosas como ‘poner 25 gramos’; dice una ‘una pizca de esto’, ‘una pizca más grande de lo otro’. Está escrita de la forma en la que él la escribió».

Para Thuet fue duro separarse de los participantes cuando terminó de grabarse el reality, «porque realmente … los conoces y los quieres», dijo el chef, quien dijo prefirió no seguir adelante con una tercera temporada precisamente por este motivo.

Sin embargo, no rechazó la idea de experimentar con un reality en algún país de Latinoamérica: «Donde sea que puedo ayudar lo hago. Si puedo ayudar a dos personas o tres y alejarlos de las drogas y los puedo hacer amar la comida lo haría de inmediato», dijo.

El primer restaurante de «Convictos en la Cocina» estuvo abierto por casi dos años, pero tuvo que cerrar cuando Thuet se concentró en su empresa de panadería artesanal, donde trabajan muchos de los participantes del programa. También tiene una empresa de banquetes donde igualmente colaboran.

En Vancouver los participantes siguen trabajando en otros restaurantes del dueño del Delilah’s, que cerró meses después del programa, y muchos más como meseros.

 

Publicado en el diario El Financiero, Entretenimiento www.elfinanciero.com.mx

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