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¡Aguas! (pero sigo siendo el rey)

por Sabores de México

Por Gugui Naters

Estoy fascinada  con la gran variedad de bebidas mexicanas, su relación con ciertas festividades,  y el tipo de personas que las beben. Las bebidas que  relaciono con el Panamá de mi niñez son el  chicheme (elaborada con maíz) el saril (parecida a una jamaica picosa) y el ron ponche que tomamos durante Navidad (para tolerar/convivir con los seres queridos);  por no mencionar las menos elegantes y populares: el Tang, el culei (Kool-Aid) y la chicha de tutti frutti. No se hagan, sí: horrorosas pero todos las tomábamos en los cumpleaños… ¡chuleta! como decimos por allá.

aguas frescas

El atole y el champurrado mexicano me recuerdan a celebraciones en familia (las posadas, el Día de la Candelaria), y a lo cotidiano (mis desayunos imaginarios.) El pozol y el pox a aventuras por un Chiapas lluvioso, misterioso y montañoso. El tejuino a calurosos días por Jalisco, y el tejate para refrescarse en Oaxaca.

En casa me encanta preparar aguas –hay peores manías- siempre tengo varias jarras en mi refri (junto con chipotles en adobo, chocolate amargo y champaña, por si las moscas.) Una horchata cae bien a cualquier hora, la de chayote es una de mis favoritas, y para empezar el día: nopal o chaya. La de pitahaya tiene un color tan hermoso que hasta me da pena tomármela, lágrimas de la virgen (agua de betabel) es deliciosa – no sabía que el betabel supiera bien. Siempre que las preparo, y las sirvo recuerdo la hospitalidad mexicana, todo lo que he aprendido de ella y <<catando>> tequilas con mecánicos.

Horchata, agua de chayote, agua de pitahaya -Mi cocinita pibil

Horchata, agua de chayote, agua de pitahaya -Mi cocinita pibil

Creo que uno de los mínimos gestos de gentileza que se le ofrece a una visita es un vaso de agua, algo de tomar–y  es sorprendente cuánta gente supuestamente educada que conozco, ni eso te convida. En mis vivencias mexicanas las bebidas han sido ofrendas de cortesía y los primeros pasos a una amistad. Antes de que nos cancelaran los cursos de conversación el semestre pasado (obvio que clases de español no son necesarias o importantes en San Diego ¿verdad que no?), parte del componente cultural era enseñarles a mis estudiantes cómo tratar a invitados  hispanoparlantes.

Mi primer viaje significativo a México fue un recorrido en coche que hicimos en enero del 2003 por  Baja California y Baja California Sur. Fue un viaje deseado pero no muy bien programado –planeo mis viajes como mis poemas: hago un borrador mental con ideas, pero la inspiración siempre es espontánea y  caprichosa –y es ella la que decide.

La primera noche llegamos muy tarde y muertos de hambre a un pueblecito. Después de dejar nuestras cosas en el hotel nos fuimos a cenar para consultar nuestros mapas, decidir qué haríamos y en qué dirección. Aparte de un grupo que celebraba al otro lado del pequeño local, no había otros comensales.

Tejuino, Guadalajara

Tejuino, Guadalajara

Discretamente nos sentamos en una esquinita con nuestros libros, pedimos nuestra comida y no pasaron ni quince minutos cuando un señor vino a nuestra mesa con dos tequilas, se presentó, nos informó que era su cumpleaños y todos estaban invitados –se llamaba Reyes, y era el seis de enero. No nos dejaron decir que no: ¿Por qué tan solitos? ¡No nos desairen! ¡Vénganse pa’cá!

Y para no ofender… esa fue la primera y última vez en mi vida que canté karaoke  (y porque me lo pidió el presidente municipal … ) –al ex le tocó <<Este amor apasionado, anda todo alborotado, por volver….>>, y a mí <<Yo sé bien que estoy afuera. Pero el día que yo me muera. Sé que tendrás que llorar…>>

El señor ex-marido se quedó con el ojo cuadrado porque me conocía. Para la mayor parte de la gente esto no tiene nada del otro mundo, pero si hay algo que me mortifica de aquí a la China es cantar en público (aparte de ver a los americanos sacar la calculadora y entre amigos ponerse a hacer las matemáticas y a discutir quién comió qué cuando piden la cuenta.)

Pozol de cacao, Tabasco

Pozol de cacao, Tabasco

Sí, lo reconozco, en la ducha mi repertorio va del cante jondo al son jarocho, pero en la vida real: ni maiz paloma. Esa es la razón por la cual no quise ir a mi graduación de la prepa: había que cantar y ponerse un vestido blanco. No saben la angustia y el trauma que me provocó a los diecisiete años y en la bronca en que me metí con mi papá. De hecho jamás fui a ninguna de mis otras dos graduaciones universitarias.  Pero esa  noche cantamos, convivimos, comimos, y bebimos como si estuviéramos en familia; se supone que nos iríamos de ese pueblo a primera hora la mañana siguiente, y nos quedamos dos días.

Mi pobre Max -sí, les doy  nombres a mis carros: acabo de enterrar a Don Porfirio el mes pasado después ocho años juntos, y ahora llevo tres semanas con Malinche. Max no estaba preparado para los difíciles caminos de terracería que le impusimos en ese viaje y después de una ardua travesía para ver las ballenas, al terminar el paseo en lancha regresamos a un carro que no tenía ni una gota de aceite. Aparentemente una piedra maléfica había hecho un huequito en el recipiente que lo guardaba. Estábamos a  una hora de la carretera principal y del pueblo más cercano. Ninguno de los otros turistas que estaba allí se ofreció a ayudarnos (por cierto ninguno era mexicano) y todos se fueron en sus respectivos coches con placas de California.

Pronto llegaron unos pescadores, y a pesar  del frío, del viento, y de que habían estado trabajando desde la mañanita, a la orilla de la laguna armaron una especie de rampa, con un pegamento que sacaron del bote arreglaron el hoyo, le pusieron aceite al coche, y se rehusaron a aceptar nuestro dinero. Se me caía la cara de la pena porque uno de ellos ese día celebraba su cumpleaños número treinta, lo esperaba su familia para almorzar y llevaba una hora de retraso. Atentamente nos invitó para que celebráramos con él, nos llevó a su humilde casita, conocimos a su familia, y sus dos hijitos nos mostraron orgullosamente lo que les trajeron los Reyes Magos.

Laguna de San Ignacio, BCS

No soy muy amiga de los mariscos o del pescado – tenemos una relación voluble y tormentosa. Los empecé a comer con menos inquietud a los veinticinco años. Mi madre sólo come un pescado: el bacalao y ese fue el único que comí de niña. Cuando yo los cocino no tengo ningún inconveniente en comérmelos, en un restaurante depende de la impresión aromática que me dan cuando me los sirven, en casa ajena: Nicaragua ni Paraguay.

¡Oh sorpresa! En la casa de este herrero no había cuchillo de palo: ¡nos sirvieron pescado frito! No recuerdo nada de esa comida excepto el agua de jamaica –se me hizo la más rica que jamás había probado, y me tomé como cuatro vasos. Ahí empezó mi pasión (y agradecimiento) por el agua de jamaica. Con ella como aliada me puedo comer (casi) cualquier cosa, y con piquete lo que me pongan enfrente. En ese viaje tuvimos dos percances más con el coche y siempre contamos con la buena suerte de toparnos con buenos samaritanos que nos rescataron.

Agua de limón verde, Ciudad de México

Agua de limón verde, Ciudad de México

Tres años más tarde estuvimos en Cholula un quince de agosto (el Día de la Virgen de la Asunción) y en medio de la algarabía de la procesión nos ofrecieron tequila casero (ahora lo llamarían <<artesanal>>) para brindar. En una  ocasión cuando sufría de una (típica) gripe espantosa, y esperaba las medicinas que me había recetado el doctor, el mesero en el hotel donde nos hospedábamos en el DF me recetó, y me surtió su propio tratamiento:   me disparó cuatro caballitos (o tal vez fueron cinco) de tequila. Según él, el secreto era que tenían que estar bien fríos.  No me curó la gripe, pero sí dormí muy bien. Y en una tarde fría en Xico, Veracruz después del almuerzo los dueños de una fonda nos invitaron a probar sus licores de frutas. En mi experiencia la amabilidad de los mexicanos va de la mano con algo para tomar.

Procuro no hacer propósitos de Año Nuevo (para no defraudarme a mí misma), pero la primera semana de cada año siempre me digo que voy a hacerle la lucha y voy a comer pescado por lo menos una vez a la semana. Ni yo misma me creo, no quiero prometerme metas inalcanzables: digamos, mínimo una vez al mes (aunque sería  más probable que fuera al gimnasio todos los días a las cinco de la mañana.)

Huachinango, Ortega's Bistro, San Diego

Huachinango, Ortega’s Bistro, San Diego

Así que antes de que se acabe enero, y para celebrar el cumpleaños de aquel caballeroso pescador, hoy cené pescado. Hay un restaurante mexicano cerca de mi casa que sirve comida hasta la medianoche. Comida: no solamente antojitos y botanas –una rareza en San Diego, donde si quieres comer después de las nueve hay que ir a un puesto de tacos o a comer hamburguesas o pizza.

Me sentí muy valiente cuando ordené mi plato de huachinango con costra de plátano macho en salsa de jitomate y chile de árbol con verduras, frijoles, arroz y tortillas de harina. Me sentí muy satisfecha conmigo misma: me comí casi la mitad …  y me tomé tres vasos de jamaica (¿prueba superada…?)

Cuando llegué a mi casa me metí en la tina a cantar: <<No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey.>>

Feliz 2013

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6 comentarios

Kellie 11 de enero de 2013 - 16:14

Me encanta que ambos artículos tiene el mismo mensaje pero lo haces tan bien para cada idioma.

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Gugui Naters Amador 11 de enero de 2013 - 17:35

Verbo mata carita … ¡gracias!

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Sheryl Gobble 11 de enero de 2013 - 21:10

Gugui,
Tu eres un talento sin igual. Gracias por compartir tus recuerdos de las bebidas de Mexico y de la gente humilde y llena del humor humano. Hay una leccion para todos en tu historia.

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Gugui Naters Amador 12 de enero de 2013 - 00:41

¡No exageres! pero su servidora aprecia los cumplidos.

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Tatubela 15 de enero de 2013 - 13:30

Por donde empezar….max? el mentado don porfirio que no conoci, qepd… Los pescadores MacGyver…No al Karaoke! Si al Tang! Cómo preparar la mejor horchata casera? A que delicioso restaurante mexicano te escapas por las noches? Me encanta super encanta leerte!

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Gugui Naters Amador 15 de enero de 2013 - 14:51

Ese Don Porfirio, vivirá siempre en nuestros corazones, mi fiel compañero. Los pescadores MacGyver: ese es un mejor título. ¡Me encanta! ¡Gracias Tatica!

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