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Jackson Hole: Un paraíso hecho valle

por Carlos Dragonné

Por: Carlos Dragonné (@carlosdragonne)

Nunca he sido un turista de “naturaleza”. En mis planes de vacaciones normalmente no entran actividades que me agoten sino, por el contrario, busco las mejores opciones para descansar, perder el tono del reloj y dejar que las nubes pasen en un vaivén de danza relajada que se acerca más a un estético ballet y menos a una fiesta de música electrónica. Sin embargo, en mi lista de lugares a descubrir en Estados Unidos están varios estados y ciudades –o, mejor dicho, pueblitos– que están en los parajes naturales más espectaculares que la Unión Americana tiene para ofrecer. Quizá por la afición y fascinación cinematográfica de los viejos westerns o las cintas de historias familiares a principios de siglo, tengo grabada la idea de realizar pesca libre con mis piernas zambullidas en un río caudaloso o disfrutar de la majestuosidad de un valle rodeado de montañas nevadas mientras alces y bisontes corren a lo lejos, completamente indiferentes a mi presencia sentado entre la hierba. En mi más reciente viaje descubrí un lugar así: Jackson Hole, en el estado de Wyoming.

La historia se siente en Jackson Hole. (c) Elsie Méndez

La historia se siente en Jackson Hole. (c) Elsie Méndez

Imaginen un pueblo que detuvo el tiempo en la vorágine de la construcción y decidió mantener los viejos edificios construidos a principios del siglo XX e, incluso, en algún momento del siglo XIX. Esto les dará una idea de un lugar con cuadras enteras tapizadas de construcciones de madera, con placas de “Edificio histórico” por doquier y una tranquilidad en sus pocas calles y en la gente que no sólo pasa por ahí en su escape ocasional, sino en la gente que ahí vive. Este destino, catalogado como el mejor destino de ski de todo el continente, tiene más que ofrecer que montañas de nieve y espectaculares descensos desde la cima. Tiene espíritu. Y eso es algo que destinos como Vail no tienen la capacidad de dar a los viajeros. Desde el avión se puede descubrir lo que estamos por vivir en estos 4 días de placer natural, pues el aeropuerto de Jackson Hole es el único en todo el país que está construido en un Parque Nacional, el Grand Teton National Park, una cordillera que divide Wyoming de Idaho y que nos recibe con una vista en el atardecer que está destinada a conquistarnos desde que las puertas del avión se abren. A escasos 20 minutos del aeropuerto está nuestro hotel: Snow King Resort, un conjunto de residencias y habitaciones que bien podrían ser casas para toda una familia, con todas las comodidades que puedan requerirse para unas vacaciones. El lugar es espectacular pues amanece y se tiene la vista de las montañas y del pueblo en su totalidad. El descanso, por supuesto, está garantizado en camas que, insisto, necesito adentrarme en el mundo hotelero para que me digan dónde compran tales colchones, sábanas y almohadas que ofrecen un descanso inigualable que ni siquiera en casa puedo lograr.

Belgian Waffles en Cafe Genevieve. (c) Carlos Dragonné

Belgian Waffles en Cafe Genevieve. (c) Carlos Dragonné

Despertar en medio de la montaña, con la vista espectacular de Grand Teton National Park es una buena manera de arrancar la mañana, así que con la frescura y la naturaleza en su totalidad frente a nosotros, bajamos las 5 calles que separan el hotel de nuestro primer punto de encuentro con los sabores de Jackson Hole: Cafe Genevieve. Podremos estar en desacuerdo muchas veces en cuanto a la importancia de la gastronomía y el crecimiento culinario del país vecino, pero en donde no aceptaré discusión alguna es en su dominio total sobre el concepto “desayuno”, pues en la enorme cantidad de viajes que he tenido oportunidad y suerte de realizar gracias a este trabajo, en ningún otro país desayuno como lo hago cada vez que piso algún destino norteamericano. Por supuesto, en esta ocasión no sería la excepción y menos cuando te espera una sorpresa de las que quieres mantener en la memoria por siempre. Esta sorpresa tiene nombre y es una creación del chef Joshua Governal, un oriundo de Orange County, California, que encontró en Jackson Hole un lugar para compartir su visión sobre la cocina. Tras haber sido parte del equipo del chef Jeff Drew en el Snake River Grill, Governal abrió este lugar que pone en la mesa el significado de orgánico y local en cada uno de los platillos. Y es que este es uno de los conceptos que más vamos a encontrar en Jackson Hole, pues entre las granjas en Idaho y las propias de Wyoming, los restaurantes del lugar se esfuerzan en ofrecer a los comensales una experiencia con ingredientes que no han viajado más de 100 millas para llegar a la mesa. El menú, basado en los productos de estación, evidentemente cambia con las temporadas y ahora nos tocó disfrutar una enorme variedad de platillos entre los que puedo descatar sus Cajun Benedict, una interpretación de los clásicos benedictos con el agregado de un budín de carne preparado en casa. Por supuesto, como absolutos ganadores de la mañana (además de esa sorpresa que les diré en unas líneas más), son los Belgian Waffles, servidos con bayas locales y que, en cuanto uno le da el primer bocado, descubre pequeños trozos de tocino canadiense de excelsa calidad dentro del mismo waffle. Les reto a que prueben algo así y no quieran derretirse en la mesa.

Pig Candy, el descubrimiento del año. (c) Carlos Dragonné

Pig Candy, el descubrimiento del año. (c) Carlos Dragonné

¿La sorpresa que les comenté? ¿Cuántas veces hemos dicho en estas páginas que ‘nunca es suficiente tocino en la vida’? Bueno, ahora imaginen el mejor ejemplo de tocino canadiense, horneado y envuelto en un caramelo creado con azúcar morena, páprika, pimiento y azúcar rubia. Sí… todo eso que están imaginando multiplicado por 10. Se llama Pig Candy y debe ser una de las 10 razones para mudarse inmediatamente a Wyoming que tengo en una lista, en la que las otras 9 tienen, sospechosamente, las palabras Pig Candy metidas en la oración. Creado como un simple snack por Governal, este producto se ha convertido en una sensación para los turistas que visitan Jackson Hole que, como nos comenta la gente del Consejo Económico y Empresarial del lugar, son más en verano que en invierno. Y es que, a pesar de ser reconocido como el mejor lugar para esquiar en el continente por varias revistas especializadas, el verano de Jackson Hole puede ser glorioso y espectacular. Disfrutar de un pueblo infestado de monumentos históricos y hasta de pequeños clichés que se pueden vivir en cualquier momento –la visita al Cowboy Bar, por ejemplo, con Sweet Home Alabama sonando en vivo mientras cruzamos el umbral– en esta época del año aumenta el disfrute pues las temperaturas permiten realizar actividades que no se viven en invierno, tales como un paseo en bicicleta por la carretera, haciendo uso de un poco de las más de 180 millas de infraestructura para ciclistas construidas alrededor de Jackson Hole. Vaya… para que se puedan dar una idea, uno puede tomar su bici y aventarse hasta el parque nacional en un recorrido que los llevará por las faldas de las montañas, en donde podrán ver a lo lejos bisontes, alces y otras grandes bellezas animales que dejan en claro la majestuosidad de la naturaleza que se abre a nuestros ojos.

La naturaleza en su esplendor. (c) Carlos Dragonné

La naturaleza en su esplendor. (c) Carlos Dragonné

Ya desayunados, llegó el momento de realizar una visita al Parque Nacional que rodea al pueblo. Imaginen un paseo en la montaña como ningún otro que hayan hecho al día de hoy, en donde, a los primeros minutos, nos salió a visitar una pequeña marmota que dejó su madriguera para buscar algo de comida y que, entre el ruido de una impresionante cascada, nos ofrece un sinfín de rutas para el hiking y nos regala una vista de Jenny Lake desde las alturas en donde podemos sentarnos a, simplemente, dejar de pensar en todo y escuchar el silencio de nuestro alrededor. Avisados de que había un oso negro en las cercanías, comenzamos el recorrido y nos sorprendió ver a muchos locales que hacen de esto una actividad permanente de sus planes, otorgando un contacto con la naturaleza que no se puede vivir en las grandes ciudades, enormes grupos de turistas que caminaban a su ritmo para disfrutar el golpeteo del agua en las rocas o los misterios detrás de los árboles en el camino. Es impresionante darse cuenta el profundo cuidado del parque nacional que se tiene en este destino, tristemente comparándolo con algunos de los parques nacionales que tenemos en México y que, en ocasiones, nos lamentamos de la poca cultura del respeto a las zonas protegidas pues no nos tocó ver una sola pieza de basura en todo el recorrido, sino más bien una enorme cantidad de botes de basura especiales para cada uno de los desechos que generamos como turistas, divididos, evidentemente, por tipo de basura para el reciclado y separación correcta de los mismos.

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Una mesa original del juego clandestino en Jackson Hole. (c) Carlos Dragonné

De regreso en el pequeño bote que nos llevó a través de Jenny Lake, podíamos despedirnos de las montañas que acabábamos de subir y nos sabíamos afortunados por descubrir un destino distinto de los cinco clásicos dentro del top-of-mind tradicional cuando se habla de viajar a Estados Unidos. Por la noche, con el estómago listo y la curiosidad latente nos dimos a la tarea de recorrer un poco más el pueblo, haciendo una escala final en The Wort Hotel, uno de los tantos edificios históricos del lugar y que, con riesgo de sonar redundante, alberga una serie de anécdotas y momentos de un pueblo que está por cumplir cien años de vida dignas de ser contadas. Este lugar cuenta, por ejemplo, con un bar en donde hay más de dos mil monedas de plata de un dólar que nunca circularon decorando la barra del bar o, en otro lugar, se muestra una mesa de cartas original que era usada en el sótano del hotel por los viejos habitantes de manera clandestina pues en Wyoming el juego siempre ha sido considerado ilegal. Platicando con el Presidente de la Cámara de Comercio de Jackson Hole nos enteramos de ciertos detalles históricos del lugar mientras recorríamos un camino de sabores que comenzó con una Ensalada de Fresas con Piñones y una Vinagreta de Kiwi y seguía por una sopa de Salmón y Salsifí con Vino Blanco, Ajo Rositzado e Hinojo que redefine mi gusto por el hinojo y confirma que el salsifí es uno de esos productos olvidados que deberíamos disfrutar más seguido. En medio de un corte magnífico de Chuleta de Jabalí con Manzanas Glaseadas con Maple local, la noche se fue desvaneciendo entre las risas y las historias de un estado con una herencia digna de ser contada, mientras las copas de vino se servían para brindar por el arranque de las festividades del centenario y una frase que comenzó a definir lo que significa Jackson Hole: “Estamos viviendo el sueño en su totalidad”, me decía el gerente del hotel Wort. Sí… así se sentía y apenas era nuestro primer día en Jackson Hole. Apenas era el primero de lo que serían cuatro jornadas de disfrute, gozo, naturaleza y gastronomía que nos había llevado a Jackson Hole. Porque sí, aún nos falta contarles de lo que es el Jackson Hole Mountain Resort, la razón de fondo de nuestro viaje y una degustación de los grandes sabores de Jackson Hole de la mano de tres chefs estelares que nos demostraron en la mesa lo que es el verdadero sabor local. Nos falta un viaje por el Parque Nacional Yellowstone y una espectacular cena en el Four Seasons. Así que tengan paciencia, porque contarles sobre nuestro viaje por Jackson Hole puede llevarse varios días… pero también puede lograr que quieran dejar todo, subirse a un avión y disfrutar lo que el noroeste norteamericano ha tenido ahí siempre listo para ustedes, a sólo unas horas de distancia.

No hay mejor lugar para cerrar la noche. (c) Carlos Dragonné

No hay mejor lugar para cerrar la noche. (c) Carlos Dragonné

Hay más historias de Wyoming y lo que se disfruta ahí. ¿Qué se les antoja? Entren aquí para leer.

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