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14 años construyendo un sueño. Les Miserables y una noche perfecta.

por Carlos Dragonné
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Por: Carlos Dragonné

Déjenme contarles algo rápido. Nos pusimos a tono para ver la obra del día de hoy y nos metimos a caminar por las calles de Manhattan, en los rincones y los lugares que siempre se esconden en esos primeros pisos, cuatro escalones por debajo del nivel de la banqueta. Sobre la West 51st, pasando la 8th Avenue, bajo el incandescente neón rojo que dice “BAR” mientras que con letras apagadas anuncian el nombre Tout Va Bien, hay un lugar donde el inglés apenas se mastica con un acento marcado de Francia, me atrevo a decir que del norte, quizá por Calais –aunque puede que más bien esté influenciado por el musical que veremos más tarde–, y entre cerveza francesa, una tabla de charcutería y unos mejillones clásicos, empezamos a respirar y transportarnos a esa Francia del siglo XIX que hoy nos esperaba sobre los tablones del teatro. Tout Va Bien cumple las expectativas sin problema alguno, porque por menos de 35USD por persona se puede comer increíble, a unas cuadras de los teatros y vivir ese maridaje entre la cocina y lo que está por suceder frente a sus ojos.Les Miserables, Nueva York

Contrario a muchos –y, de ninguna manera los menosprecio, pues en otros temas me ha sucedido de la misma forma–, no conocí Les Miserables con la viralización de un video de Britain’s Got Talent en el que Susan Boyle se desgarraba cantando I Dreamed a Dream y que circuló por cuanta red social había en ese momento para darle a la mujer hasta un disco grabado con el mismo título que, por supuesto, terminó en el olvido de todo lo inmediato que hoy carcome la cultura. No… conocí Los Miserables en la novela de Víctor Hugo y he de confesar que le huí durante muchos años con esta idea de que hay grandes clásicos de la literatura que mejor hay que dejar pasar. Posteriormente, en el año 2000 me encontré la miniserie dirigida por Joseé Dayan con las actuaciones de Gerard Depardieu y John Malkovich en los papeles de Valjean y Javert, los eternos enemigos e incansables persecutores de sus propios ideales, mismos que chocaban como trenes encontrados en cada momento de sus vidas. Habiendo sido fanático de la adaptación de El Conde de Monte Cristo de este mismo director, me la devoré en un solo día y, de nuevo, como lo hiciera con la obra de Dumas, me impulsó a la novela original. Pero algo pasó… algún libro se me cruzó en el camino y luego otro, y otro más… Hasta que en 2002, en el Teatro Telmex, alguien me llevó a ver la adaptación mexicana de este musical de Claude-Michel Schönberg y, entonces sí, se dio el flechazo. 14 años han pasado de aquella primera vez; incontables reproducciones del DVD del Concierto Especial del Décimo Aniversario en el Royal Albert Hall; otras tantas del 25 Aniversario; muchas más del CD del reparto original… y otras tantas de la película, siempre saltando las “interpretaciones” de Russell Crowe, Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter, porque también hay cosas que son demasiado lamentables para vivirlas de nuevo. Y después de esos 14 años, a apenas 11 días de que caiga el telón por última vez en Broadway, heme aquí, afuera del Imperial Theater, con la enorme ayuda de Broadway Collection para conseguir el par de boletos y sentado junto a la mujer que vive mis pasos todos los días y a la que harté de tantas repeticiones de One More Day y I Dreamed a Dream, que cruzo el umbral del teatro y llego a mi asiento, justo al centro, a escasos metros de donde todo sucede. Cierro los ojos cuando los primeros acordes suenan y respiro, me pellizco, me convenzo que esto es real. “Look down… Look down” me canto a mi mismo, aprieto la mano de ella, a mi lado, siento la tanda de escalofríos que viene y allá voy… a la Francia de la Rebelión de junio, a recorrer junto a Valjean el eterno camino de su redención que parece no llegar jamás. Y corro, huyo de un Javert que siempre está presente. Bienvenidos todos a ésta función.Tout Va Bien, Nueva York

Tout Va Bien, Nueva York

Tout Va Bien, Nueva YorkLes Miserables está en su tercera etapa en Broadway. Desde 2014 y hasta el próximo 4 de septiembre, habrá presentado más de 1,000 funciones y se levantó este montaje para conmemorar el 25 Aniversario de la puesta en escena original y quién sabe si regresará para una cuarta etapa como lo hiciera después de haber cerrado telón en 2008. ¿Qué puedo decirles de esta obra que no sepan ya o que puedan comprender quienes no hayan tenido la oportunidad de vivirla? Y es que les digo esto porque, ¿recuerdan a la mujer a la que llevé hasta el hartazgo con la repetición obsesiva de las canciones? Antes de viajar a New York, y ante la posibilidad de no conseguir boletos por el hecho de que está cerrando, incluso me atreví a decir que si veníamos a Manhattan y no veía la creación de Schönberg, prácticamente sería como no haber venido para mí y entrábamos bajo advertencia de que no se valía la burla al saber que derramaría lágrimas en las butacas mientras sonaban algunas piezas específicas. Bueno, pues al final quien no podía contener el llanto era ella –obvio, yo la acompañaba solidariamente en el asunto–, pues la historia de lucha, de ilusión, de búsqueda de redención, perdón, trascendencia e ideales que cuenta Víctor Hugo y que adaptó Herbert Kretzmer a un texto en el que no existe una sola palabra que no sea cantada –salvo algunas incidentales– es tan universal que se conecta con los más profundos sentimientos que nos hacen humanos. Todos hemos sido Marius, vagando por las calles de París buscando encontrar de nuevo la mirada de nuestra Cosette particular, esa mirada que nos dejó hechizados por primera vez y de la que nunca hemos podido soltarnos… Todos, también, hemos sido Eponine, en la lluvia y congelados más por el rechazo que por el clima, con los sueños inventados de todo lo que no es posible con ese alguien que nos mira diferente a como lo vemos nosotros… Y, también todos hemos sido Enjolras, con nuestros ideales y convencidos, aunque todo nos diga lo contrario, que tenemos razón y que el mundo habrá de abrir los ojos si seguimos luchando, que bala a bala, disparo a disparo y con cada gota de sangre derramada, abriremos una brecha no en las barricadas que nosotros levantamos para defender esos ideales, sino en las barricadas que el miedo, la costumbre y el silencio han impuesto en quienes, estamos seguros, deberían estar de este lado de la barrera.Les Miserables, Nueva York

Así de importante es Les Miserables y es porque, al final del día, es una obra clásica e imperdible de la literatura universal. No es un drama innecesario, sino la crudeza de la vida misma que nos persigue con la rectitud de un Javert obsesionado con hacerle honor a los juramentos. Y en una época en la que los juramentos parecen olvidados y destinados a vivir en las páginas de una literatura cada vez más abandonada, siempre es bueno recordar lo que son y lo que significan, no para todos, sino para nosotros mismos. Habrá juramentos nuestros que se confronten con el juramento de alguien más en nuestro camino, pero ¿debemos hallar la manera de cumplir ambos y, al final, pedirle a ese juramento que nos confronta sólo una última oportunidad para que ambos podamos cumplir? Ya será cosa de cada quién salir a la puerta de Rue Plumet 53 o, dado el caso, no llegar a esa cita final entendiendo que aunque nunca estuvimos equivocados, quizá tampoco teníamos razón. A veces, sólo a veces, así es la vida.Les Miserables, Nueva York

 Ha sido una noche que comenzó en los rincones de un restaurante francés que nos transportó a la atmósfera de los platillos clásicos y auténticos de una cocina que no se pierde nunca y que ya está más que clara su huella imborrable en la historia gastronómica. Tout Va Bien significa “todo está bien”. Y es que sí, todo lo está. Esta ciudad respira arte en cada rincón y nunca es demasiado tarde para ver este rostro de New York que nos recibe con la grandeza de las puestas en escena. Al final, siempre habrá un día más para descubrirla y salir al balcón de nuestros sueños personales, seguros que mañana descubriremos lo que está esperando para nosotros. Podemos irnos tranquilos con una noche llena de pasiones satisfechas. La redención está a la vuelta de la esquina. Sólo se trata de llegar a la esquina correcta, y para eso, hay que seguir caminando, siempre con la frente en alto, esperando que París y la revolución de junio no se olviden, porque siempre estarán ahí los fantasmas de quienes quedaron en la barricada. El vino seguirá corriendo por ellos. Y sí… seremos fuertes y nos uniremos a su cruzada, porque ahí, pasando las barricadas está el mundo que queremos ver.

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